No sabía
dónde poner tanta tiniebla,
dónde he dejado
tanta noche ovillada.
Es
como una mano oscura
el recuerdo,
una mano caliente
que no te deja,
que te empuja
donde no quieres ir,
aunque querías.
Yo había perdido
apenas
un vestigio
de mañana,
apenas me quedaban siglos
que regalarte,
cuando vino
la mujer de la piedra,
la mujer de los ojos desnudos,
la que vive en un yermo
y no tiene cerezas
en el vientre.
A.S.