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POEMAS Y TEXTOS (nombrando paisajes, misterios y silencios) ameliadesola.blogspot.com.es



sábado, 30 de junio de 2012

La llamada del no saber

Qué poco me interesa lo que sé.
Me llama lo desconocido, el viaje interminable por los paisajes infinitos de lo insospechado, lo aún nunca vivido, no sentido, no soñado, no encarnado y embebido de cuerpo y de alma y de Dios.
El gozo de partir rumbo a los horizontes de adentro y de afuera.
Me llama el no saber.

Sobre el perdón: Texto íntegro de la carta de Txelis

"Ante todo quiero agradecer la oportunidad que se me brinda, en este foro académico tan singular y de gran proyección social, para poder ofrecer una reflexión a la vez rigurosa y personal acerca de la experiencia del perdón solicitado y recibido. Dadas las circunstancias, he preferido realizar un resumen de la exposición que tenía preparada.

Una verdad rotunda

La bárbara
alegría
de vivir
lo que es.

De asir
a manos llenas
el salvaje
corazón de las cosas,

en demanda
de una verdad
rotunda,

inevitable
en su realidad
y su ser.

A.S.

viernes, 29 de junio de 2012

Suficiente

Suficiente. Estas palabras son suficiente.
Si no estas palabras, entonces esta respiración.
Si no esta respiración, entonces estar aquí sentado.

Este abrirse a la vida
que hemos rechazado
una y otra vez
hasta ahora.
Hasta ahora.
                    
David Whyte

Fe

Quiero escribir sobre la fe,

sobre cómo se levanta la luna sobre la nieve fría, noche tras noche,

fiel incluso mientras se difumina su redondez

y se convierte lentamente en esa última curva imposible,

pedacito de luz antes de la oscuridad final.



Sin embargo, no tengo fe en mí mismo,

me niego a darle la más mínima entrada.



Deja, pues, que mi pequeño poema,

como una luna nueva, delgada y apenas abierta,

sea la primera oración que me abra a la fe.

David Whyte

Dulce oscuridad

Cuando están cansados tus ojos
está cansado también el mundo

Cuando tu visión se ha ido
no existe lugar del mundo que te pueda encontrar

Dirígete hacia la oscuridad
donde la noche tiene ojos
para reconocer a aquéllos que le pertenecen

Allí puedes estar seguro
de no estar fuera del alcance del amor

Esta noche
la oscuridad será tu vientre

La noche te dará un horizonte
mas allá de lo que puedes ver

Debes aprender una sola cosa
El mundo fue hecho para ser libre en él

Renuncia a todos los mundos
menos aquél al que perteneces

A veces son necesarios la oscuridad y el dulce
encarcelamiento de tu soledad
para aprender

Cualquier ser o cualquier cosa
que no te llene de vida

es demasiado pequeño para ti

David Whyte,1998

Un acto de humildad

PIDO PÚBLICAMENTE PERDÓN DE TODO CORAZÓN
(Fuente: El País, 29-6-2011)

El catedrático emérito de la UPV Sabino Ayestarán ha leído esta mañana en el seminario Perdonar para vivir una extensa carta del exdirigente de ETA José Luis Ávarez Santacristina, Txelis, en la que pide públicamente perdón a la sociedad por el daño causado por la banda terrorista, en general, y "en particular, durante los años en que fui militante". El que fuera jefe del aparato político de ETA asegura que "Dios es testigo" de que está "profunda y sinceramente arrepentido" y hace numerosas reflexiones sobre el perdón, público y privado, y el sentido que tiene en estos momentos en Euskadi, en una sociedad que trata de gestionar como puede el final del terrorismo.
Asegura que pedir perdón es "un acto de humildad" en el que "uno se reconoce radicalmente falible y responsable del mal causado"; "no echa balones fuera; no busca excusas", afirma. Asegura también que "pedir perdón es asimismo un ejercicio de libertad" que "podría quedar desnaturalizada y perder su potente fuerza reparadora y regeneradora si se planteara solo como un requisito de cumplimiento formal". "La petición de perdón no es en modo alguno un acto de exigencia para con la víctima o sus familiares", afirma. También señala que "quien expresa la petición de perdón no espera necesariamente, y menos aún en primer término, que se le otorgue el perdón por parte de la víctima o sus familiares".
Tras su ingreso en prisión en 1992, Txelis experimentó un proceso de recuperación de la fe religiosa que hizo que, a finales de ese mismo año, pidiera a la dirección de ETA de la época la renuncia a las armas. Fue expulsado de la banda en 1998 después de arrepentirse y en los últimos años se acogió a la vía Nanclares, impulsada por el Gobierno socialista, que permitía acogerse a beneficios penitenciarios a reclusos que cumplían con lo dispuesto en la ley: rechazo de la violencia y perdón a las víctimas, entre otros requisitos.

Cuestión de detalle

Puedo no saber qué o quién soy. Cuestión de detalle.
Pero, desde luego, yo soy. En un sentido absolutamente concreto. Sé que soy. Me siento yo y me siento ser. Y tengo consciencia de ello.
Aunque carezca de la más remota idea de qué coño es cada una de esas cosas.

Y es que no se puede saber todo (con lo que molaría...).

Con las tripas del alma

Cada vez me interesa menos lo que no se escribe, se dice, se siente, se hace, se vive, se muere, y más, con las tripas del alma.
Con las tripas del alma.
Todo lo demás... literatura.

jueves, 28 de junio de 2012

Una sencilla olla

Cada vez
me interesa menos

-o tengo menos fuerzas
para-

preguntarme quién soy.

Parezco conformar un recipiente

-una sencilla olla-

donde hierve,
se cuece,
se cocina

-y tal vez se convierte
en algo comestible-

una porción
de la implacable
crudeza
de la vida.

Para consumo

-cabe suponer-

del ignorado
cocinero

y de sus
ignorados
comensales.

A.S.

La oscura debilidad de Dios

Una pequeña llama en nuestras manos
Enfermedad, síntomas e individuación
Donald Raiche
Revista "Sufi"http://www.nematollahi.org

Max Ernest au Camp des Mille, 1940. Hans Bellmer
Cuando la mayoría de nosotros alcanzamos la edad madura, nos hemos enfrentado antes a cierta dosis de sufrimiento físico y psíquico. A poco que nos interese la reflexión psicológica, habremos sopesado la relación entre los síntomas de nuestras enfermedades y nuestro bienestar psíquico, especialmente cuando nos sentimos angustiados en cuerpo y alma. Podremos comprender a Hamlet:
El dolor del corazón y los miles de golpes naturales
de los que la carne es heredera.

El pensamiento más llamativo en las palabras de Shakespeare es que somos herederos del «dolor del corazón y de los miles de golpes naturales». Son parte de nuestra herencia como seres humanos. Si esto es así, nuestras enfermedades y nuestros síntomas son una parte esencial de nuestro legado, y como ocurre con cualquier herencia, tenemos responsabilidad hacia ellos y derecho a acceder a su riqueza. Desde una perspectiva jungiana, podemos ver que nuestros síntomas y nuestras enfermedades son una parte necesaria del proceso de individuación —ese proceso a través del cual recibimos nuestra herencia, nuestro legado como seres humanos, nuestros derechos por nacimiento.
Esta no es la forma en que la mayoría de nosotros hemos visto estas cosas. En nuestros años de juventud, la respuesta más probable al dolor de cualquier tipo es simplemente quitárselo de encima bien sea distrayéndose, haciendo ejercicio o medicándose. Cuando vamos madurando psicológicamente, debemos aprender a preguntarnos si nuestras heridas y nuestros dolores nos dan claves o pistas hacia un mayor sentido y más salud. Podemos preguntarnos: «¿Existe alguna posibilidad de que esta enfermedad esté motivada por mi rechazo a aceptar algo? ¿Qué me están queriendo decir estos síntomas?» En algunas circunstancias parece haber una relación muy clara, incluso causal, entre nuestros síntomas de dolor y nuestro estado psicológico. Hemos vivido ocasiones en que un síntoma desaparecía rápidamente cuando hacíamos algún ajuste interno o externo. Una feroz úlcera de estómago desaparecía cuando éramos finalmente capaces de admitir que determinada situación en el trabajo era insostenible y dejábamos ese empleo.
No debemos subestimar las dificultades a la hora de fijarnos en lo que los síntomas pueden estarnos diciendo. Son momentos de sufrimiento y de confusión. Los síntomas somáticos aparecen de forma misteriosa y el alivio es con frecuencia difícil de conseguir. Nos enfrentamos a la ardua tarea de esforzarnos en analizar las ataduras psicológicas con los demás, reconociendo dónde nos ha herido un defecto o un exceso de atención parental, y, al mismo tiempo, debemos dejar de lado nuestra insistencia infantil en culpar de nuestras desgracias a nuestros padres, a los demás o al destino. Esos momentos pueden ser francamente difíciles. Ann Ulanov llama a esto «la primera oscuridad», un tiempo «realmente de ignorancia, en el que ni vemos ni sabemos qué hacer»:
El primer desconocimiento envuelve a un ego que todavía no es capaz de reclamar una vida propia, de emerger de un estado de identidad arcaica con los objetos. En ese momento, nuestra temblorosa subjetividad difícilmente ve su diferenciación del objeto con el que está entrelazado en lo que Jung llama una mística de participación. En esa mezcla con lo otro caemos en la «compulsión y en la responsabilidad imposible» (Jung 1967, p. 52, par. 48). Unidos a lo otro de esta forma no encontramos seguridad ni protección; no nos sentimos cuidados. En lugar de eso, nos obsesionamos por cuidar a lo otro en una suerte de codependencia… Nuestros egos no están aún preparados para acoger el deseo apasionado de nuestras psiques. Pero la energía está presente, y se abalanza hacia los objetos sobre los que proyectamos toda nuestra seguridad y nuestra felicidad. Estamos viviendo en la oscuridad, ignorantes de lo que nos mueve y de lo que esto nos exige, y somos tan sólo un cúmulo de ajetreo y de actividad.
La confusión y el desasosiego de la «primera oscuridad», si se superan, forman parte del proceso de estabilización y consolidación del ego —tarea específica de la primera mitad de la vida. El análisis (el ámbito más característico y apropiado de la mayoría de la psicología analítica) de nuestros síntomas nos ayuda a ver si el ego está operando de una forma infantil, y dónde se está rechazando un ajuste o una acomodación a hechos internos o externos. El doloroso proceso del análisis de los síntomas puede abrir la posibilidad de pasar del padecimiento neurótico al sufrimiento consciente y con sentido. De lo que era «una carga que soportamos y que nos lleva a la autocompasión», nuestro sufrimiento puede convertirse en «una carga que llevamos con total consciencia...» (Luke 1987, p. 103-4).
Aun así, incluso con un ego relativamente maduro, el dolor no desaparece, sino que en general aumenta en la segunda mitad de la vida; prácticamente nadie escapa a él. También descubrimos que las introspecciones y las técnicas que aprendimos en la primera mitad de nuestra vida ya no parecen aplicables o efectivas cuando nos enfrentamos a la enfermedad y al sufrimiento. Se precisa un enfoque totalmente diferente para el camino de la individuación, la tarea propia de la segunda mitad de la vida. Esta es la «segunda oscuridad».
Hablando de su lucha para llegar más allá de la fase de análisis del trabajo íntimo, Lockhart escribe acerca de una relación imaginativa y erótica con el inconsciente, que claramente se requiere en la segunda parte de la vida: «el individuo es capaz de tomar parte no ya en el trabajo del ego, sino en el «trabajo de la creación», esto es, de participar en el nacimiento del futuro» (Lockhart 1995, p. 10,11).
Esta «segunda oscuridad» es una época en la que es más probable que nos demos cuenta de que «el dolor del corazón y los miles de golpes naturales» son parte de nuestra herencia, de nuestra dotación natural como seres humanos. No son algo que sanemos para poder seguir con el proceso de individuación. Si bien uno debe ciertamente seguir planteándose si su psicología personal está multiplicando los síntomas de forma neurótica (muchas personas ya mayores no han consolidado aún su ego y nadie lo logra por completo), es también una época en que podemos comprender que las enfermedades no son sólo la triste evidencia de nuestro declive hacia la muerte. Cuando nos damos cuenta de que el sufrimiento y el dolor pertenecen al patrón de nuestra vida en su nivel más profundo, también reconocemos que estas experiencias nos llevan, como toda experiencia profunda, a las realidades fundamentales de la vida, a los «hechos sagrados» como los llamó Charles Williams, y hacia quiénes somos y se supone que debemos ser.
Este padecimiento del proceso de individuación es tanto un aprendizaje como una vivencia en el sufrimiento que es parte inseparable de la vida. Dicho padecimiento, si bien puede llevar a la introspección, no se verá aliviado por esta introspección, pues se está participando en los misterios oscuros de la vida del universo. Puede ser inadecuado, incluso peligroso, considerar ese sufrimiento como una señal de que la psique no está en armonía consigo misma o con su centro. La tarea debe ser ahora la de sufrir en armonía con el sufrimiento del Ser, del centro, del universo, de aquello que los sabios han descrito así:
Dios es un círculo cuyo centro está en todas partes
y cuya circunferencia no está en ningún sitio.
San Buenaventura
En esta segunda oscuridad, somos copartícipes en la oscuridad de la vida, en la oscuridad de Dios. Hemos tomado posesión de nuestra herencia. Esto forma parte de nuestra ración de vida, y nuestras responsabilidades son diferentes de las que teníamos en la primera parte de la vida. La tarea no consiste aquí en convertirnos en individuos fuertes y autónomos. No es un trabajo de perfeccionamiento o corrección del ego. La segunda oscuridad necesita de una penetración más profunda en toda realidad, incluso en la realidad última. Participamos ahora en la exploración por Dios de Su propio ser y en Su apertura de ese ser al mundo. Somos compañeros en Su camino. Es un camino tanto de dolor como de alegría, de nuevas restricciones y nuevas libertades, de soledad e intimidad. Al adentrarnos más en toda realidad, estamos más cerca de la riqueza de su fuente.
Esta nueva Senda, esta asociación secreta con el Ser, exige absolutamente todo de nosotros y desafía todas las formas habituales de pensar, de sentir y de ser con las que nos hemos ido enfrentando al mundo. Los que sabíamos que eran nuestros puntos fuertes no son generalmente los recursos que necesitamos para esta nueva tarea. Son necesarias, por el contrario, partes de nosotros que conocemos escasamente o que infravaloramos. Por supuesto, el coraje, la inteligencia y la perseverancia pueden ser una ayuda, pero nuestras debilidades, nuestra ignorancia y nuestra inocencia son aliados mucho más esenciales en esta nueva relación con el compañero secreto.
Helen Luke, en su ensayo sobre el sufrimiento, habla de la posibilidad de que el padecimiento neurótico se convierta en padecimiento real (esto es, sufrimiento consciente que conduce al proceso de individuación) cuando la parte inocente de la persona empieza a sufrir:
El sufrimiento real pertenece a la inocencia, no a la culpa. Mientras nos sentimos miserables por estar llenos de remordimiento y de culpa o por avergonzarnos de nuestra debilidad, todo lo que experimentamos es una pérdida de energía vital, y no tiene lugar ninguna transformación. Pero en el momento en que aceptamos la culpa y la pena con objetividad, nuestra parte inocente empieza a sufrir, la carga se convierte en una espada. Sangramos, y la energía fluye de nuevo en nosotros en un nivel más profundo y más consciente. (Luke 1987, p. 110)
Helen Luke habla sobre todo del sufrimiento psicológico, pero nuestra parte inocente tiene también su propio papel en el dolor físico. Si el adulto llega a aceptar el dolor con la receptividad del niño, por muy ilógico o incluso ridículo que pueda parecer, entonces el mismo padecimiento físico puede tener una parte importante en el proceso de individuación. Ese tipo de inocencia es una posibilidad que se da por igual en el adulto y en el niño. El poeta David Whyte reconoce que la inocencia no es un don sólo para jóvenes:
La inocencia es lo que permitimos que se nos regale
una vez que nos hemos regalado nosotros mismos.
(Whyte 1997, p. 51)
¿Qué caracteriza a la inocencia que participa en el misterio inherente al sufrimiento? La palabra «inocente» significa: «no corrompido por el mal, la malicia... sin pecado...» y deriva del latín innocens: in-, no, y nocens, participio presente de nocere, dañar, herir. Su raíz indoeuropea es nek, muerte (American Heritage Dictionary). Oculto en la palabra está el significado de estar «no muerto». En el verdadero sufrimiento podemos ver con frecuencia una vitalidad, incluso una vibración, que está ausente en el sufrimiento neurótico.
Whyte dice que la inocencia es un regalo que se nos confiere. Puede que haya sólo un requisito para recibirlo: que nos abandonemos totalmente a lo que nos ha tocado, a nuestra condición de herederos de la totalidad del legado humano, por grandes que sean el peligro de sufrir y los riesgos de la alegría. Nos vienen a la mente varias características de este tipo de inocencia. La inocencia es el sufrimiento o la alegría que no pregunta por qué. Es la aceptación del hecho, que no pregunta: «¿Por qué yo?» La inocencia no calcula una y otra vez cómo evitar el dolor. No piensa en los costes ni trata de negociar con las fuerzas del universo para obtener bienestar personal. La inocencia no se enfrenta a cada cosa como a un problema que resolver. No exige un lugar de honor, y es capaz de actuar de forma espontánea. La inocencia no fantasea con los momentos de amor, de introspección o de visión numinosa, ni trata de poseerlos ni identificarse de alguna manera con ellos. Ni pretende generar ningún tipo de experiencia espiritual emocional. La inocencia no trata de filtrar las experiencias con el tamiz de: «¿En qué medida es esto una ventaja o un inconveniente para mí?» No es estrecho de miras y se siente en el mundo como en casa.
Al abandonarnos a nuestro destino, no sólo recuperamos nuestra inocencia, sino también nuestra propia humanidad. Así como el padecimiento neurótico insiste en que no somos limitados —que el sufrimiento «no es aceptable», para usar un cliché de nuestros días, que no somos frágiles mortales—, el sufrimiento real acepta que somos finitos, débiles y, con mucha frecuencia, simplemente estúpidos. No somos dioses. Desde esta aceptación pueden fluir aquellas virtudes exclusivamente humanas de empatía hacia los demás, de aceptación de su fragilidad, y el simple amor humano que no exige que los demás sean diferentes de lo que son. Esta dimensión se alcanza en general en la segunda mitad de la vida pues durante la primera mitad la atención debe inevitablemente centrarse en reforzar el ego, en la asertividad y la adaptabilidad, más que en la empatía y la compasión. Más adelante en la vida es cuando podemos abarcar totalmente nuestra naturaleza humana.
Anthony Lewis comentó cómo la pena y el sufrimiento influyeron en el carácter de Robert Kennedy:
Creció y cambió como político más que ningún otro que yo conociera. Profundizó en su comprensión de la debilidad, lo que equivale a decir, en su humanidad. (New York Times, 5 de junio de 1988)
Este tipo de consciencia de nuestra debilidad y de nuestra humanidad no debe confundirse con quedarse absorto en uno mismo. Esta consciencia no nos lleva a la autocompasión y al remordimiento por nuestras faltas, sino que nos conecta más completamente con los hechos objetivos, internos y externos.
Paradójicamente, esta nueva conexión a nuestra debilidad humana es un vínculo vital con lo divino. Jung, en Answer to Job, y Edinger después de él, han preconizado un Dios que precisa de la consciencia humana para conseguir una mayor consciencia en Él mismo; una consciencia que puede mitigar en parte Su cólera y Su impredecibilidad. Este Dios necesita al hombre para realizarse Él mismo y entregarse Él en Su completitud. Este es un punto de vista extraordinario y sorprendente sobre la idea de la Encarnación continua, que supone esa exploración de la oscuridad en la Deidad de la que hablábamos antes. Pocos místicos han hablado directamente sobre esto, pero lo dan a entender, de forma consciente o inconsciente, cuando hablan de que el hombre debe engendrar a Dios. Esa forma de hablar permite inferir que de alguna forma Dios está necesitado, es débil y frágil.
Éste es un aspecto de la imagen de Dios en Occidente al que dedican poca atención la filosofía y la psicología contemporáneas. Si Dios es, de hecho, completitud, debe existir también la debilidad en su complexio oppositorum. ¿No es ésta acaso parte de la imagen fundamental de Dios en Occidente?: Cristo en la cruz, un hombre que sufre, frágil, roto, afirmando el valor de lo profundamente humano y al mismo tiempo mostrando esa absoluta fragilidad de ser el lazo mediador con lo divino. El Creador sufriente y el hombre llegan estar íntimamente unidos, en el servicio amoroso a las pautas de la creación en la vida.
Edward Edinger ve un vínculo profundo entre nuestra debilidad individual y lo divino, el Ser. Según Edinger:
Uno de los rasgos principales del mito cristiano y de las enseñanzas de Jesús es la actitud hacia la debilidad y el sufrimiento. Se da una verdadera transvaluación de los valores ordinarios. Se reniega de la fortaleza, del poder, de la abundancia y del éxito, los valores conscientes usuales. En su lugar, se revisten de una especial dignidad la debilidad, el sufrimiento, la pobreza y el fracaso. Esto eran incapaces de entenderlo los romanos, para quienes el honor, la fortaleza y las virtudes varoniles eran los valores supremos. Analizándolo desde el punto de vista psicológico, se presenta aquí, pienso, el choque entre los objetivos y los valores de dos fases diferentes del desarrollo del ego. La preocupación por el honor personal y por la fuerza y el desprecio de la debilidad son inevitables y necesarios en las primeras etapas del desarrollo del ego. El ego debe aprender a afirmarse para poder existir. De aquí que el mito cristiano tenga un lugar muy pequeño en la psicología de la juventud.
Es en las fases posteriores del desarrollo psicológico, cuando se ha alcanzado un ego claramente estable y maduro, cuando las implicaciones psicológicas del mito cristiano son especialmente aplicables… al proceso de individuación, que es una tarea específica de la segunda parte de la vida… Este símbolo (de la deidad sufriente) nos dice que las experiencias de sufrimiento, debilidad y fracaso pertenecen al Ser, y no sólo al ego. El error prácticamente universal del ego es asumir la responsabilidad total y personal por sus padecimientos y sus fracasos. Lo encontramos, por ejemplo, en la actitud general que tiene la gente hacia su propia debilidad, una actitud de pena o de negación. Si una persona es débil en algún sentido, como todos lo somos, y al mismo tiempo considera que es vergonzoso ser débil, está, en la misma medida, privada de autorrealización. Sin embargo, el reconocer las experiencias de debilidad y de fracaso como manifestaciones del dios sufriente que se esfuerza por encarnarse le da a uno un punto de vista muy diferente. (Edinger 1972, pp. 152-3)
El lenguaje filosófico y psicológico es incapaz de transmitir la importancia singular de estas ideas, pero sí puede expresarla la literatura imaginativa. En la novela de Marguerite Yourcenar The Abyss, encontramos una discusión sobre la debilidad de Dios, cuando uno de los personajes, un prior, está hablando con un amigo médico sobre sus vidas en una Europa del siglo XVI dividida por las guerras de religión:
Los dos somos presa de la duda —dijo el prior, con voz de pronto temblorosa—. Hemos conocido la duda, tú y yo… Cuántas noches habré luchado contra la idea de que Dios es sólo un tirano para nosotros, o un monarca impotente, y que todos nosotros, excepto los ateos que niegan Su misma existencia, blasfemamos cuando Le definimos… Pero la enfermedad abre determinadas cosas a nuestros ojos: me ha llegado un rayo de luz. ¿Qué ocurriría si estuviéramos confundiéndonos al postular que Dios es todopoderoso, y al suponer que todas nuestras desgracias son resultado de su voluntad? ¿Qué ocurriría si nos correspondiera a nosotros establecer Su reino en la tierra? Te dije antes que Dios delega en sí mismo; ahora voy más allá… Posiblemente Él sea tan sólo una pequeña llama en nuestras manos y seamos nosotros los únicos que pueden alimentar esta llama y mantenerla encendida; quizá seamos el punto más alejado hasta donde pueda Él avanzar… ¿Cuántas personas sufridoras que se ponen furibundas cuando hablamos de un Dios todopoderoso se lanzarían desde las profundidades de su propia aflicción para socorrerle en Su fragilidad si se lo pidiéramos?…
Dios reina omnipotente, eso te lo garantizo, en el mundo de lo espiritual, pero nosotros habitamos aquí, en el mundo de la carne. Y en esta tierra, sobre la que Él ha caminado, ¿de qué forma Le hemos visto sino como un bebé entre la paja, igual que los inocentes abandonados en la nieve cuando nuestros pueblos de los páramos son devastados por las tropas del Rey? ¿O como un vagabundo, sin un lugar donde caerse muerto? ¿O como un hombre condenado y colgado de una cruz, preguntándose, a su vez, por qué Dios Le había abandonado? Somos realmente débiles, todos nosotros, pero hay algún consuelo en la idea de que Él puede ser incluso más débil que nosotros, y aún más desalentado, y que es nuestra tarea engendrarle a Él, y salvarle a Él en todos los seres vivientes… (Yourcenar 1976, pp. 220-222)
Entender que nosotros mismos somos personas que llevamos a Dios como una pequeña llama puede parecer inverosímil, pero si pensamos en cómo acostumbramos a identificarnos con las diversas bondades y desgracias de nuestras vidas y del mundo que nos rodea, es una imagen que encaja.[1] En muchas ocasiones parece que estamos abrigando una llama divina pero frágil. Lo hacemos cuando reconocemos nuestra interdependencia y nuestra responsabilidad con toda forma de vida: el aire que respiramos, la tierra bajo nuestros pies, el agua que bebemos y los animales con los que compartimos este espacio sagrado. Y sabemos, si bien de mala gana, cómo toda vida está amenazada de extinción hoy en día. También amparamos esta pequeña llama cuando nos esforzamos por tener una nueva actitud en nuestra experiencia concreta del día a día, cuando prestamos especial atención a las imágenes que nos vienen en sueños, a las emociones del corazón con el arte o compartiendo realmente algo con otro. Estas realidades desaparecen con la misma facilidad por dejadez o por actitudes como «es sólo un sueño» o «no es más que…»
Un gran número de personas padecen hoy en día depresión, y nos ofrecen un ejemplo familiar y concreto de lo que puede implicar llevar la llama divina de la vida en nuestro interior. Todo aquel que haya sufrido alguna vez una depresión profunda, que en cada situación nos deja mal sabor de boca, sabe el esfuerzo extraordinario que llega a representar proteger con sus manos una imagen que dé soporte (en el sentido más concreto) a la vida contra el soplo helador de una convicción de que la vida es de hecho:
un cuento
contado por un idiota,
lleno de ruido y de furia,
que no tiene ningún significado.
Shakespeare, Macbeth
Un corazón frío y unos pensamientos autodestructivos parecen ser dos de las constantes de la depresión. Toda nuestra atención se focaliza en los problemas aparentemente irresolubles de nuestra vida, y en el dolor intenso del corazón, del alma y del cuerpo. El miedo es el compañero de cada instante, y parece no haber posibilidad de salir de la desolación. Los demás, otro, El Otro, no importan. O curiosamente, reconocemos que existen y que importan, pero esto no influye en nuestro helado aislamiento sino para aportar el pesar adicional del remordimiento por no poder conectar con un ser amado, o por no poder evitar inflingirle nuestro dolor.
Uno de los aspectos más terribles de la depresión es su aparente racionalidad —la lógica fría con la que vemos el mundo y que dirigimos contra nosotros. Si tenemos en cuenta nuestro dolor y la consciencia de la multitud de cosas terribles y oscuras que ocurren en este mundo (el tópico de que éste es «un mundo frío y cruel»), ¿para qué soportar nuestra vida, o la de cualquier otra cosa en el universo? Podemos también sufrir el dolor adicional de percibir nuestra depresión y nuestros impulsos de auto-aniquilación como una prueba segura de nuestro encierro intransigente en nosotros mismos y de nuestro egoísmo. Pero pudiendo ser esto así en un cierto nivel, la lógica destructiva de la depresión nos hace olvidar que incluso nuestro egoísmo es sólo una parte de nuestra totalidad, no la totalidad.
Sólo algo de calor, algo de calor del corazón, algo de afecto, puede penetrar en este frígido mundo encapsulado. Puede ser un simple acto amable por parte de otra persona, una caricia, una palmada en la espalda, un susurro tierno, lo que rompa esa gélida prisión. Pero debe también existir un movimiento desde el interior de la persona, para que la llama de la fuerza vital pueda ser reavivada y vuelva a arder de forma estable. La lógica fría de la depresión exterminará fácilmente a la persona y a la mayoría del mundo, a menos que alguna pequeña respuesta calurosa —el corazón que rechaza negar la belleza o el valor de alguna parte de nosotros mismos o de otro ser— pueda liberar y permitir esa calidez que, si bien es fácil de apagar, puede extenderse si se la protege, y puede derretir, con atención y tiempo, el soporte glacial de la misma depresión. La imagen vacilante que debemos proteger puede ser la de un ser querido, de un animal de compañía, de un árbol, por el que uno retrasa su suicidio al decir: «No, aquí está esto. No puedo rechazar su realidad extinguiendo la mía propia».
La depresión es tan sólo un ejemplo (por desgracia muy común) en el que estamos llamados a proteger la llama de la vida. También lo hacemos como padres cuando renunciamos al impulso de interferir en la vida de nuestros hijos, o como esposos cuando declinamos ocasiones de manipular a nuestra pareja, o como ciudadanos al participar en la comunidad que constituye nuestra civilización. Lo hacemos cuando somos capaces de dejar a un lado la solemnidad de nuestras ansiedades para participar del regocijo de un gatito jugueteando, del calor del sol en nuestras manos, o de la risa de un niño que no conocemos. Ser guardianes de la llama es una metáfora que describe bien nuestro compromiso consciente en el proceso de individuación –no debe dejarse nada fuera del círculo de luz que proyecta. Marie Louise von Franz habla de su asombro cuando se dio cuenta de que nunca había prestado atención al papel que podía jugar el impuesto sobre la renta en su proceso de individuación.
Von Franz reconoce que la totalidad, y el proceso de individuación hacia ella, es inclusiva y no exclusiva. La frágil luz de nuestra consciencia debe dirigirse hacia cada hecho que se nos presente. Esto puede parecer demasiado difícil cuando consideramos las miles de cosas que solicitan nuestra atención, y la naturaleza paradójica de la mayoría de la vida. Convivir con la paradoja y con la ambigüedad no es tarea fácil, en especial cuando nos damos cuenta de que no podemos elegir sólo una parte de la paradoja, sino que debemos vivir con ambas partes de la misma.
Pero también sabemos que cualquier acercamiento, filosofía, o perspectiva psicológica que no reconoce de alguna forma la totalidad del legado de la condición humana ofrece sólo un falso consuelo que la experiencia hará pronto añicos. La mayoría de la vida es terrible, y hacerse ilusiones no lo cambiará. Es cierto que el coste de la segunda oscuridad es alto, pues la oscuridad parece requerir una aceptación completa —aceptación necesaria por parte de Dios y del hombre. Jung articula esta sumisión a la oscuridad en esta asombrosa carta escrita en sus últimos años:
Yo, de forma consciente e intencionada, hice mi vida miserable, porque quise que Dios estuviese vivo y libre del sufrimiento que el Hombre ha puesto en él al amar más a su propia razón que a las intenciones secretas de Dios. Hay un loco místico en mí que se ha revelado más fuerte que cualquier ciencia. Creo que Dios, por otra parte, me ha conferido la vida y me ha salvado de la petrificación. He sufrido por tanto y he sido miserable, pero parece que la vida nunca quiso que fuera así, e incluso en la noche más oscura, y precisamente en ella, pude ver por la gracia de Dios una gran luz. En algún lugar parece haber una gran ternura en la oscuridad abismal de la Deidad. (Jung 1991, pp. 416-17)
Edward Edinger comenta así este pasaje:
Uno podría preguntarse: ¿no es perverso o masoquista ir en busca del sufrimiento? Bien, no lo es si uno sabe lo que está haciendo. Creo que cuando vislumbramos un complejo doloroso o un problema, debemos hacer una elección. Debemos elegir entre intentar evitarlo o dar la cara y enfrentarnos a él directamente. Lo que está aquí diciendo Jung es que él persiguió y abrazó sus sufrimientos cuando los encontró con el fin de librar al inconsciente de esa carga. Esto permite después al inconsciente funcionar con naturalidad. Y esto es lo que hacemos cuando de forma deliberada exploramos nuestro inconsciente y traemos los problemas dolorosos a la consciencia. Esto libera la capacidad de desarrollo del inconsciente. También nos ayuda a librarnos y a librar a nuestro entorno de las consecuencias malignas de las proyecciones… (Edinger 2000, pp. 45-48)
Si bien Edinger parece hablar principalmente de sufrimiento psicológico, lo que dice también atañe a los síntomas y enfermedades que padecemos en el cuerpo. Esto no significa que debamos ignorar los síntomas ni dejar de lado los remedios disponibles y razonables en todas las épocas de nuestra vida. Y tampoco debemos dejar de analizar la posibilidad de que algún síntoma esté tratando de decirnos que tenemos algo pendiente de resolver psicológicamente. Pero obsesionarnos con este enfoque —viendo nuestras enfermedades como simples indicaciones de que no hemos crecido, de que necesitamos cambiar nuestra actitud para eliminar los síntomas y alcanzar así algún tipo de salud madura ideal—, puede ser regresivo y atraparnos en una lucha frenética unida al sentimiento de culpa por los síntomas y en la persecución de dudosas estrategias de auto mejora.
Aquellos que celebran la vida de la forma más estable y elocuente nunca ignoran lo funesto. Las comedias de Shakespeare incluyen sombras, y sus tragedias señalan alegrías ocultas. En el siglo pasado, Rainer Maria Rilke destaca como alguien que demuestra una lealtad a la vida que se niega a convivir con uno solo de los aspectos de cualquiera de las paradojas de nuestra condición. Para Rilke, aceptar la totalidad de la herencia humana no es una tarea reservada a los santos o a los creadores geniales. Es necesario abarcarla en su totalidad si se quiere ser una persona completa: «No habremos estado ni vivos ni muertos», dice refiriéndose a aquellos que rechazan esa tarea. Dice también que es una fuente de creatividad y de vida:
Mostrar la identidad de lo funesto y de lo dichoso, esas dos caras de la misma cabeza divina, una única cara realmente que tan sólo se presenta de una forma u otra, según sea nuestra distancia respecto de ella o el estado mental con que la percibamos, éste es el verdadero significado y propósito de las Elegías y de Los sonetos a Orfeo (Rilke, 1995, p. 552).
Tanto Rilke como Jung están dispuestos a sufrir el dolor de esa totalidad paradójica de la vida, en lugar de aceptar una falsa paz de sentimentalidad y de evasión, o de caer en el extremo opuesto del cinismo y de la desesperación.
Jung describe con belleza en Mysterium Coniunctionis el regocijo, la vitalidad, y la camaradería que pueden provenir de la aceptación de todo corazón de «la identidad de lo funesto y lo dichoso»:
El estado de transformación imperfecta, meramente esperado y deseado, no parece componerse sólo de tormento, sino también de alegría positiva, si bien oculta. Es el estado de aquel que, en sus vagabundeos por el laberinto de sus transformaciones psíquicas, llega a una felicidad secreta que le reconcilia con su aparente soledad. Al comunicar consigo mismo, no se encuentra con un aburrimiento o una melancolía mortales, sino con un compañero íntimo; más incluso, halla una relación parecida a la felicidad de un amor secreto, o a una primavera oculta, en que la verde semilla brota de la tierra yerma, ofreciendo la promesa de una cosecha futura. Se trata del benedictas viriditas alquímico, el verdor bendito… (Jung 1967, párr. 623)
Esto nos trae de vuelta a nuestras reflexiones sobre la oscuridad y la fragilidad, y sobre la imagen de Dios, la pequeña llama. Nos estamos moviendo en áreas complejas y aparentemente incongruentes. Está el Dios del prior, que es omnipotente en cierta medida, pero en otra es tan sólo una pequeña llama en nuestras manos que necesita nuestra protección, nuestra compasión incluso. Esta intuición puede verse realizada con profundidad: una mujer joven de nuestros días estuvo trabajando sobre el sufrimiento que había sido parte de su vida. Comentó: «¿Cómo puede Dios soportar esto todo el tiempo? ¿Y por qué? ¿Y no se cansa Dios?» No está pensando en cómo puede Dios hacerme esto a mí, sino en cómo el Dios sufriente padece con todo aquello que yo estoy pasando. La idea de esta joven de rezar por el cansancio de Dios es profundamente conmovedor, y el prior habría entendido seguramente su significado.
Jung y Edinger hablan de una imagen de Dios que en Su profundo desconocimiento necesita a los seres humanos para iluminar Su oscuridad y para llevarle a Él a niveles más elevados de consciencia, de sentimiento y de compasión. Y si Dios es una paradoja, y estamos hechos de algún modo a Su imagen, debemos darnos cuenta de que las dolorosas contradicciones que hallamos en nosotros —bien sea en la depresión, en nuestro maltrato a los seres queridos, en nuestros anhelos de alegría y en los frecuentes rechazos de la misma, en nuestra explotación del mundo natural que nos sustenta, o en la angustia de nuestras propias actitudes ambiguas frente a la enfermedad y la vejez— son realmente reflejos de Sus contradicciones.
Si esto es así, los actos que realizamos para mantener la llama con nuestra mayor dedicación, si bien vacilante e indecisa, no son puramente personales. Estamos aportando, sosteniendo —no es exagerado decir, creando— un aumento de la vida y de la calidez en el mundo. Actos así no son sólo para nosotros, ya que, por pequeña que sea su aportación, determinan la cantidad total de vida, la naturaleza del mundo en el que habitamos y, nos atrevemos a decir que la naturaleza del mismo ser, del Ser supremo incluso. Nos unimos al Dios que carga con ello como una llama que parpadea en la propia oscuridad de Dios, y le ayudamos en Su iluminación, no sólo para nosotros, sino también para Él mismo. Nuestra respuesta espontánea a estas ideas podría ser: «Yo Te llevaré allí en la oscuridad».
Etty Hillesum dijo algo similar desde un campo de concentración:
Lo que es realmente importante es que salvaguardemos esa pequeña porción de Ti, Dios, en nosotros mismos. Y quizá en otros también… Debemos… defender Tu morada en nosotros hasta el final… Nunca Te apartaré de mi presencia. (Hillesum 1981, p. 151)
Imágenes como éstas nos dicen, al igual que los sabios a lo largo de la historia, que en medio de lo contradictorio encontramos una abundancia de dones que nunca podríamos haber imaginado en los lugares en los que una vez estuvimos. Aquellos lugares en los que insistíamos ingenuamente en que el mundo fuera justo, fuera todo luz, y tuviera una respuesta fácil de entender a «por qué las cosas malas le suceden a la gente buena».
Si tenemos el valor de aceptar la identidad paradójica de lo funesto y lo dichoso, todas las cosas serán más intensamente reales, el ardor y la significación crecerán. La pauta está ahí, se siente con claridad en algunas ocasiones, y muy tenuemente en otras, una pauta en la que unas contradicciones aparentemente profundas conviven en un baile de significados. Estamos en un lugar en el que la fragilidad, el éxtasis, la inocencia, la pasión, el dolor y la alegría son palabras todas ellas que sólo describen los matices de una misma y provechosa experiencia de la totalidad. En esto el lenguaje poético es el aplicable.
Los poetas de todas las épocas conocen estos lugares. El poeta contemporáneo David Whyte escribe en Autorretrato:
No me interesa saber si hay un Dios
o muchos dioses.
Quiero saber si estás o te sientes abandonado.
Si conoces la desesperación o puedes verla en otros.
Quiero saber
si estás preparado para vivir en el mundo
con su cruel necesidad de cambiarte.
Si puedes mirar atrás con mirada firme
diciendo aquí es donde estoy.
Quiero saber si sabes
cómo fundirte en ese fiero calor de la vida
que llega hasta el centro de tu anhelo.
Quiero saber si estás deseando vivir, día tras día,
con las consecuencias del amor y la amarga,
indeseada pasión de tu segura derrota.
Me han dicho que en esa valerosa aceptación,
incluso los dioses hablan de Dios.
(Whyte 1995, p. 10)

Referencias
—Edinger, E. 1972. Ego and Archetype. Boston: Shambhala Publications.
—Edinger, E. 2000. Ego and Self. Toronto: Inner City Books.
—Hillesum, E. 1981. An Interrupted Life. Nueva York: Washington Square Press.
—Jung, C. 1991. «Letter to H. Kirsch» citada en An Encyclopaedia of Archetypal Symbolism. Ed. B. Moon. Boston: Shambhala Publications.
—Jung, C. 1967. «Secret of the Golden Flower», Alchemical Studies, Collected Works, vol. 13. Princeton: Princeton University Press.
—Jung. C. 1976. Mysterium Coniunctionis, Collected Works, vol. 14. Princeton: Princeton University Press.
—Lockhart, R. 1995. Psyche Speaks. Wilmette: Chiron.
—Luke, H. 1987. Old Age. Nueva York: Parabola Books.
—Rilke, R. M. 1995. Ahead of All Parting: The Selected Poetry and Prose of Rainer Maria Rilke, ed. y trad. S. Mitchell. Nueva York: Modern Library.
—Ulanov, A. 1992. «The Holding Self: Jung and the Desire for Being». The Fires of Desire, ed. F. R. Halligan y J. J. Shea. Nueva York: Crossroad.
—Whyte, D. 1995. «Self-Portrait», en Fire in the Earth. Langley: Many Rivers Press.
—Whyte, D. 1997. «Ten Years Later», en The House of Belonging. Langley: Many Rivers Press.
—Yourcenar, M. 1976. The Abyss. Nueva York: Farrar, Staus, Giroux.
[1].- Esta imagen de Marguerite Yourcenar, de una pequeña llama en nuestras manos, fue el punto de partida de las ideas contenidas en el presente ensayo.

miércoles, 27 de junio de 2012

La fuente del silencio

Acercarme
a la fuente
del silencio

calladamente,
en muda reverencia,

sumergir en su limpìa transparencia
mi cuerpo, mis palabras, mis sentidos,

ser silenciosamente transparente,

dejar que el mundo
y el silencio
sean.

A.S.

domingo, 24 de junio de 2012

Un mar de calor

Solsticio de verano.
Los campos están sumergidos en un mar de calor.
En la montaña, bajo los árboles, el olor a resina resulta casi embriagador.
Apenas se ven animales, refugiados Dios sabe dónde del sol de justicia.
Ríos secos.
Trigales a punto para la siega.
Junto a los caminos, las zarzas aparecen cubiertas de flores blancas.

Helen Luke: Austeridad

*"...Yo creo que una mujer debe poseer siempre una cierta austeridad en su amor. Debe tener un conocimiento de cuándo decir no. Esta austeridad puede actuar como una especie de protección de la tendencia inconsciente de la mujer a ser atrapada en la posesividad del amor, a convertirse en una madre devoradora.* *En cualquier relación, una parte u otra, o ambas a la vez, puede intentar comerse a la otra. Por ello, una mujer debe tener una disciplina. Necesita desarrollar su lado masculino."* *Helen Luke* *"La vía de la mujer"*

viernes, 22 de junio de 2012

Oído no sé dónde

"Si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes."

Una entrevista a Helen Luke

Dejar partir

Entrevista realizada a Helen Luke, psicoterapeuta junguiana,
por la revista Parábola

(Nota: Esta entrevista apareció originalmente en un número de la revista Parábola, cuyo tema y título era «Totalidad».)
PARABOLA: Usted expresó cierto malestar cuando le comuniqué el terna de este número y sugirió que sería mejor si se llamase «Acercarse a la totalidad». ~Cual es la razón de esto?
HELEN LUKE: Creo que tengo casi una convicción de que muy pocas personas de cualquier generación han llegado realmente a lo que podriamos llamar totalidad encarnada. Puede que existan muchas mas que hayan llegado a ella justo antes de morir. Pero mientras estemos en un tiempo lineal, no puede expresarse en palabras, ni nadie que esté todavía en el camino puede realmente hablar de ella. CREO QUE TODOS NOSOTROS TENEMOS MOMENTOS EN LOS QUE HACEMOS UNA RUPTURA Y VISLUMBRAMOS LO QUE ES, pero los pocos grandes – aquellos que en Oriente llamarian Budas, y de los que nosotros diriamos que tienen el Cristo vivo dentro todo el tiempo – son muy, muy raros, pero existen. Y pienso que deberíamos hablar de nuestras intuiciones de totalidad. Esto es muy importante al principio. Una vez que se sabe que esta ahí, SE PUEDE ESTAR ABSOLUTAMENTE SEGURO DEL SENTIDO DE LA VIDA Y RECORRER CUALQUIER TIPO DE CAMINO INTENTANDO RECORDAR . Estamos muy predispuestos a olvidar.

PARABOLA: Es curioso eso que está en nosotros que recuerda.

H. L.: Hay algo que recuerda, que esta siempre ahí. Yo no creo que nadie que la haya experimentado alguna vez la olvide totalmente. Aunque puede convertirse.en negativo.

PARABOLA: ~De que forma?

H.L.: Cuando es tragado por un impulso de poder del ego.

PARABOLA: ~E1 mismo destello puede convertirse en un obstáculo~

H. L.: Bueno, la totalidad debe incluirlo todo. Nuestras elección corno seres humanos es si la vivimos de forma positiva o negativa. Tal vez haya leido Descenso al Infierno de Charles Williams. Allí es muy claro que Wentworth, que acaba en un estado de Infierno, hace de ese destello un obstáculo mediante pequeñas elecciones a lo largo del camino. Es absorbido dentro de la totalidad, aunque ya no existe corno una persona única. Despues de todo, Dante deja muy claro que el Infierno es una elección. Si se les ofreciera el Cielo, las personas que estaban en su Infierno no lo elegirían ni podrían elegirlo.

PARABOLA: Usted ha escrito que las personas consiguen aquello que quieren. ~Por que cree que tan pocas personas parecen escoger el camino hacia la totalidad y que muchas escojan quizá la paz en lugar de la lucha?

H. L.: Creo que podría decirse que todos intentamos escoger la paz, pero que muchos se alejan cada vez mas de ella par evitar las luchas y los conflictos ineludibles del viaje humano. Lo que uno escoge continuamente en el camino del infierno es la paz para sí mismo; el rechazo de todo el mundo salvo de su propio ego; lo mismo que Wentworth, uno escoge sus propias imágenes de amante en lugar de un amante real, etc. La verdadera cuestión acerca de la paz consiste en que la auténtica paz no llega hasta que uno no ha atravesado todas las batallas del ego y hasta que ha aceptado los límites y el conflicto hasta su amargo final. De esto es de lo que trata toda la historia cristiana. En eso consiste la Cruz.

PARABOLA: Jung ha escrito que lo que llamamos conciencia es solo una pequeña isla en el vasto y profundo mar de la psique, que el hombre es una pequeña parte del todo y que nunca puede conocer realmente esa totalidad. En consecuencia, estamos limitados de muchas formas.

H. L.: Si, porque todavía estamos centrados en el ego. Me parece muy interesante que estén haciendo este número sobre «La Totalidad» después de su primer número que fue sobre «El Héroe». Todos nosotros tenemos que vivir primero el fortalecimiento del ego, el desarrollo de su capacidad de discriminación, de elección, de meterse en problemas y de salir de ellos, etc. Y despues se llega a un punto en el que hay que sacrificar al héroe. El mismo héroe ha tenido que hacer sus sacrificios a lo largo del camino para derrotar al dragón, para conseguir su objetivo. Ahora bien, en terminos jungianos este seria el viaje del ego para conocer su sombra: todas las partes que han sido reprimidas, tanto buenas como malas. No se trata de que la sombra consista solo en los elementos oscuros que nosotros pensamos que son malos, porque uno puede tambien reprimir las capacidades positivas, si no quiere tomar la responsabilidad de vivirlas. Pero llega un momento en que el ego conoce relativamente todo lo que puede, ha integrado sus aspectos oscuros, no puede reconocer cuando es poseído por proyecciones, etc. Y cuando se ha hecho este trabajo extensamente – y esto creo que es un momento muy importante en la vía de individuacion de Jung, tal como el lo llama –, llega un momento en que debemos sacrificar la voluntad encaminada al logro, el momento en que tenemos que dejar partir. Es lo que Lao Tse afirma de que cuando se está siguiendo la vía del aprendizaje se obtiene algo cada día, pero cuando uno se vuelve hacia el Tao – que significa realmente la totalidad – uno deja caer algo cada día, deja partir algo. Es un proceso de abandono, y normalmente lleva varios años; es un dejar partir por grados. Por ejemplo, lo que inicia ese proceso de dejar partir es el momento en que se puede realmente experimentar la diferencia entre el ego – esa pequeña luz de conciencia que tenemos – y el Self, que es la totalidad del Self, toda la esfera y tambien el centro. El Self es un término jungiano, que en la India se llama Atman, y en Occidente el Cristo intemo, la totalidad divina, inmanente en cada ser humano único y, al mismo tiempo, trascendente y universal. Si uno está todavía identificado con el ego, despues de haber tenido un destello del Self, se puede empezar a ser poseído por un impulso de poder, incluso si este no se tenía antes. Asi es corno se desarrollan muchos cultos. El líder tuvo una visión muy real en algún momento cuando era joven, pero despues empieza a enseñarla y se identifica con su ego personal. En algun grado, esto puede sucedernos facilmente a cada uno de nosotros.

PARABOLA: ~Es entonces necesario en el viaje del héroe desarrollar con fuerza el ego para que pueda haber algo que es lo que decide dejar partir

H. L.: Exactamente; a través de las decisiones del ego se encarna la visión interior. En un libro reciente de Russell Lockhart, Words as Eggs, pregunta en la introducción que es lo que haremos despues de haber realizado el trabajo absolu-.tamente necesario para integrar la sombra, el animus y el anima, la masculino en la mujer, lo femenino en el hombre y las figuras internas. Ahora podemos reconocerlas y saber cuando una de ellas empieza a hacer trampas y todo eso, ~y despues que parece que con mucha frecuencia los psicólogos no están muy claros de cuando toma el relevo la parte espiritual; no en un sentido literal eclesiástico, sino en el mas profundo sentido del término espiritual.

PAR.ABOLA: En todo su trabajo siento una especie de interdependencia entre la vía de Jung, de volverse hacia lo que es oscuro, lo que esta oculto, y la vía cristiana de volverse hacia la luz del Logos. No se si usted lo ve asi.

H. L.: Si, pero cuando usted dice la luz del Logos, ~quiere decir Dios? Bueno, no lo llame Logos, porque el Self no es simplemente el Logos, es tambien Eros y, sin duda alguna, el Self es la unidad de los opuestos. Esto también constituye la verdad del cristianismo, pero usted afirma correctamente que los cristianos confunden a menudo la luz del Logos con el todo. Jung señalaba la absoluta necesidad de los valores femeninos, sin los cuales no podría haber percepción del Self. Esto es especialmente así en nuestra época, en la que todo está dispuesto para conseguir logros. Creo que uno de los mejores antídotos para esto es leer a Lao Tse: «Cuando no se hace nada, todo es hecho». Y esto es verdad si se está hablando en el nivel correcto. Corno puede ver, se trata de una cuestión de niveles. Por supuesto, causa y efecto y todo lo que procede de ello actúan en nuestras vidas cotidianas todo el tiempo solo en ese nivel. Pero este no puede realmente tener sentido y este es nuestro mayor peligro – a menos que reconozcamos que el tiempo mismo no existe. Eso es la que nos estan diciendo hoy dia los físicos. La física moderna es algo muy excitante de nuestra época y está confirmando todo lo que Oriente ya sabia desde hacia miles de años.

PAR.ABOLA: Pienso que el hecho de que algo pueda ser verdad en un nivel y totalmente falso en otro produce una gran confusión. Y también la inaccesibilidad a un nivel superior de aquel en el que uno se halla.

H. L.: Si. La cuestión central de la segunda mitad de la vida consiste entonces en descubrir ese nivel que hace que todos los demas niveles sean distintos, aunque sean uno solo en el todo. A medida que realmente he ido envejeciendo, he visto que algo fascinante empieza a suceder. Sucede, corno todo el mundo sabe, que se empieza a recordar muy vívidamente las primeras cosas de la vida, pero con facilidad se olvida cosas que sucedieron ayer, porque de algún modo ya no son importantes. Mi opinión es que se recuerdan las cosas que son realmente vitales, pero que olvidamos muchas de las que no lo son. En cualquier caso, se recuerdan cosas de la infancia y de la juventud. Y entonces, por asi decir, existe una elec-ción: se puede dejar que ese estado se convierta en nostalgia, o incluso en senilidad, corno hace mucha gente, o lo que puede suceder es que esos recuerdos adquieran de repente un significado enormemente potenciado en el conjunto de la propia vida. Entonces uno empieza a ver la propia vida corno un círculo en lugar de verla coma una linea recta. Hay exactamente un lugar en el que se empieza a encontrar ese nivel en el que todo es un circulo. Pero tenemos que caminar por las lineas rectas y experimentar totalmente la horizontal y la vertical, la tierra y el espíritu, y el punto de encuentro en el centro, antes de que esto pueda suceder.

PARABOLA: En el libro de Castaneda, Don Juan llamaba a la vejez el último enemigo, y la descripción que usted hace de corno se vence ese último enemigo es muy diferente de las imágenes de luchar contra el, negarlo, o simplemente dejarse hundir en el. Dice usted que es un período para continuar creciendo, un nuevo crecimiento muy importante.

H. L.: Esto es lo fundamental, y sólo puede hacerse dejando que las cosas se vayan, no aferrandose a ellas. Según mi experiencia, llega poco a poco, cuando se permite que las responsabilidades externas vayan sucumbiendo en su momento adecuado. Pero cada vez mas – y pienso que esto es de una enorme importancia – se convierte en un asunto de poner nuestra atención en las cosas mis pequeñas. Puedo sentir fácilmente que tengo que acabar de lavar los platos o cualquier otra tarea doméstica, para pasar a hacer lo que es realmente importante: ~sentarme y escribir, o meditar o la que sea! Una vez que se ha abandonado al héroe que quiere matar al dragon, salir y conquistar, la tarea se convierte en un asunto de atención total a los hechos mas pequeños. A veces puede uno sorprenderse rechazando un hecho una y otra vez. Ya sea el hecho de esta mesa, o el hecho de haber resbalado y caído, cualquier cosa que a uno le suceda, el mundo entero o cualquier otra cosa, pero tambien incluso la silla en la que se está sentado. Todo ese «o, o», no existe, o existe en todo. Estamos siempre intentando destruir los fallos del ego, excluirlos para encontrar nuestra paz de esa forma. Pero encontrar nuestra paz incluyendo todo lo oscuro y la numinoso es un gran sufrimiento para el ego, porque tiene que abandonar toda su voluntad de dominar. El ego no se debilita; de hecho, probablemente se hace mucho mas fuerte y la oscuridad se hace mas oscura a medida que la conciencia se hace mayor. Pero ambos son hechos. Y sin ambos, no podemos acercamos al nivel en el que puede vivirse la totalidad, al menos una parte del tiempo!

PARABOLA: Gurdjieff decía: «Cuanto mas grande es el ángel, mayor es el diablo.»

H. L.: Es exactamente asi. ~No fue Rilke quien se negó a ir a ver a Freud y a analizarse, porque decía que esto podia sacarle sus demonios, pero que tambien le sacaría sus ángeles? Y esto es verdad en la mayoría de los análisis. Puede suceder cuando el análisis esta dirigido a hacer que uno se sienta bien en el mundo, se sienta adaptado y todo eso. Esa es la gran diferencia en Jung: a el no le interesaba si uno esta muy bien adaptado al mundo, porque lo que le interesaba era la psique en su relación con el Self. El ego es tremendamente importante – todavía es complejo, todavía esta ahí –, pero puede hacerse uno con el Self sin perder su singularidad. Esto es lo maravilloso.

PARABOLA: Aqui tengo una pregunta sobre como las palabras pueden tener distintos sentidos: por ejemplo, relación e independencia, que, por una parte, pueden significar una excusa y un escape, perderse a si mismo en la relación con otra persona, escapar a la responsabilidad de dependencia. Por otra parte, existe una verdadera relación y una dependencia real que surge de los hechos de los que esta usted hablando. En relación con esto está el niño que parece tener una especie de totalidad e integridad, y el adulto, que parece tener que atravesar un proceso de fragmentación y división, antes de que el sentido de relación y dependencia pueda convertirse en algo definitivamente diferente.

H. L.: Si, ese es realmente el punto fundamental. La enorme diferencia consiste en que cuando empieza a conocerse uno a si mismo y a vislumbrar el Self – la totalidad en la que toda relación es libre, pero esencial –, ya no está uno relacionándose a traves de la proyección. El niño es simple e inconscientemente uno con la totalidad de todas las cosas. En cuanto empieza a decir «yo», se inicia el comienzo de esa especie de dependencia que es la proyección. Existe una especie de atracción mágica del inconsciente. Se forma parte de una situación arquetípica: madre e hijo, etc. El trabajo de obtener conciencia consiste en liberarse de la identificación con una persona u otra. Si se descubre que se odia a una persona o que existe algo que le pone a uno absolutamente furioso, puede estarse completamente seguro de que eso forma parte de uno mismo que se proyecta ahí, con independencia de que la otra persona se esté comportando mal. Podría observarse eso mismo sin acalorarse. Es normal que uno se enfade con las cosas que suceden, pero existe una cualidad muy diferente en ese enfado si uno ha dejado de proyectarlo. Si uno esta proyectando, se es incapaz de compasión, se es incapaz de comprender que esa persona se está comportando a su manera por razones que no podemos ver, a partir de problemas de los que no sabemos nada, pero que todos tenemos.

PARABOLA: Solo para estar segura de que lo he entendido bien, es realmente la proyección una especie de identificación de uno mismo con el otro?

H. L.: Si, y además no se hace deliberadamente. Simplemente sucede. La proyección es la forma en que se ve todo lo que es inconsciente en uno mismo. Si no se hiciera esa proyección, nunca se vería uno. Ni siquiera sabriamos que tene-mos ese inconsciente. Una vez que se empiezan a recuperar las proyecciones, cambia esa especie de vínculo mágico. Una vez que se empieza a dejar partir – y esto exige un duro trabajo y mucha observación, atención y humildad; es cuando se puede preguntar una vez: «QUE ES LO QUE HAY EN MI QUE DEBE TENER ESO PARA DEPENDER DE ELLO?" en el mismo instante en que se empieza a hacer esa separación entre uno mismo y esa proyección, puede producirse un sentido de relación. Y esto es así incluso si se trata de una relación con algo que nos disgusta y que continuará disgustándonos – nadie esta intentando decir que uno debe sentirse diferente en ese sentido –, pero siempre será de una manera compasiva. Yo creo que eso es lo que Oriente quiere decir cuando habla de que todo es vacío, de que todo es compasión. No se trata solo de un vacío – una nada –, sino de algo que esta lleno de compasión, que es un sufrimiento «junto con» cualquier cosa. ~Ve usted la diferencia~ Esto no quiere decir que pueda hacerse sin relación, sino todo la contrario.Pero podemos reconocer que esa relación no puede suceder hasta que estamos separados De otro modo, es simplemente una mezcla del inconsciente de dos personas. HAY QUE SEPARARSE PARA UNIRSE, porque unirse significa dos cosas únicas que se encuentran. No dos cosas confusas, ~que se funden! Pero ese dejar partir gradual tiene que tener un contexto. Creo que es enormemente importante darse cuenta cuando trabajamos con los sueños del inconsciente – y otras personas hacen esa misma clase de trabajo de formas diferentes – de que cuando tenemos una comprensión profunda esta no es suficiente para entender. De alguna forma, TIENE QUE SER PUESTA EN PRÁCTICA EN LA VIDA REAL. Tiene que encarnarse. Ese es el verdadero sentido del cristianismo. Alguien diría que ha tenido un gran sueño significativo y que siente lo que quiere decir y todo eso; pero esa persona debe hacer algo con el, escribirlo, pintarlo, hacer algo en este mundo con él, y despues dejar que produzca sus efectos en la vida cotidiana. Tiene que producir un cambio, aunque sea minúsculo. Casi siempre esto consiste en dejar partir algo. Por supuesto, esto constituye toda una preparación para el abandono final ante la muerte.

PARABOLA: Usted ha escrito algo acerca del perdón sobre la que quería preguntarle. Usted escribio: «... es la irrupción del perdón, en su sentido mas profundo – universal y particular, impersonal y personal –, lo único que produce el "dejar partir", la libertad definitiva del espíritu. Y eso es así porque, en el momento de esa realización, se ha ido para siempre la falsa culpabilidad, ya sea la que se ve en uno mismo o en los demás, y se acepta la verdadera culpabilidad que llevamos cada uno de nosotros, la del rechazo a ver, a ser consciente. De esta forma, podemos observarnos a nosotros mismos y al mundo con los ojos abiertos, y sufrir el dolor y la alegría del conflicto divino que es la condición humana, el sentido de la encarnación.» Parece que algo debe manifestarse para hacer que esto sea posible, para hacernos capaces.

H. L.: Puede manifestarse en algo que le sucede a uno, que viene del mundo externo, o puede aparecer a partir de algo que surge de repente del mundo interno. Sucederá a través de una larga historia de elecciones que hacemos en pequeñas cosas. La falta de disponibilidad para ver es decir no a la vida, al riesgo de cometer errores, a los hechos mismos.

PARABOLA: ~Piensa que cualquier clase de dificultad también es una especie de ayuda?

H. L.: ~Claro, pero por supuesto! ~Las dificultades son lo que mas ayudan!

PARABOLA: QUIERO DECIR QUE LAS DIFICULTADES ADECUADAS, LE LLEGAN A UNO EN EL MOMENTO ADECUADO.

H. L.: Yo creo que si uno tiene totalmente fe en el senti-do de la vida, esto es una certeza.

PARABOLA: ~Está todo predispuesto?

H. L.: No me gusta la palabra «predispuesto». Simplemente es. ES NUESTRO DESTINO, Y TENEMOS LA LIBERTAD DE ELEGIR COMO VIVIRLO. Oriente llamaría a esto nuestro karma.

PARABOLA: Tengo una pregunta sobre que es realmente el propio karma. Es claro que se nos dan todas las energías de la niñez, los propios talentos y debilidades, etc., pero ello parece corno si fuera materia prima. ~Hay algo al final que esté ahí y que tenga el aroma de ser propio de uno?

H. L.: Propio de uno, ~que quiere decir con esto? Parece que se trata de un asunto de discriminación al utilizar las palabras. ~Como lo dice San Pablo? «No tener nada, pero poseerlo todo.» Me gustaría ponerlo al revés corno «NO POSEER NADA, PERO TENERLO TODO», porque existen muchos sentidos negativos de la posesión. Pero significa lo mismo, por supuesto. En la totalidad esencial seguramente la tenemos todo, pero no la tenemos en exclusiva. No es nuestra y de nadie más, esa es la diferencia, y eso es el dejar partir. Ya no se siente el «tengo derecho a esto».no tenemos derechos, no tenemos demandas, no tenemos deseos. No, eso no es verdad, nuestro, ego los tiene todo el tiempo! No piense que vamos a perder los problemas de nuestro ego; no. Simplemente ya no nos alteran en su antigua forma. Cada vez son menos el centro de nuestra vida. Funcionan en un cierto nivel, pero se hacen cada vez menos exigentes, de personas, de cosas, de todo. El Maestro Eckhart decía que debemos abandonar incluso la demanda de conocer a Dios. Es entonces cuando se hace nuestro. Entonces se nos da, cuando ya la hemos dejado partir por completo.

PARABOLA: Bueno, parece que hay alguna clase de tarea que tenemos a lo largo de nuestra vida, y tiene que haber una enorme diferencia entre una persona que la lleva a cabo y una que no. Tal como somos, esto solo es una posibilidad dentro de nosotros.

H. L.: Es una posibilidad, y es enormemente importante para todo el mundo el que algunos individuos evolucionen hasta alcanzar una conciencia profunda y plena.

PARABOLA: ~Hay algo que caracterice el camino hacia esto?

H. L.: Creo que hay algo que uno puede advertir muy claramente en la propia vida. Se llega a un punto en el que es posible una clase de sufrimiento definitivamente diferente, no un sufrimiento neurótico. Al mismo tiempo que uno empieza a desplazarse hacia la fase del villano/héroe, uno ya no sube y baja en exaltaciones y depresiones. Es esa clase de sufrimiento que llega cuando uno acepta cualquier hecho: una depresión se produce cuando no se acepta el hecho. El sufrimiento que no es una depresión puede conllevar una oscuridad mas profunda, pero no afecta nuestra conducta ni a los que nos rodean. Se nos ha quitado el peso, porque tambien habra una especie de alegría que lo acompañia y que no es nada emocional. Existe una posibilidad de ir mas allá de ser dominado por las emociones. Este es el error que siempre cometemos: pensamos que siempre tenemos que aumentar el ego. Pero no tenemos que hacerlo. Tenemos que encaminarlo en su viaje de conocerse y comprenderse a si mismo y despues reconoceremos que sus emociones no son objetivas. Son puramente subjetivas, lo cual es una fase necesaria. Pero después llega lo que Jung llama cognición objetiva, y esa clase de amor sobre la que escribe en su autobiografía Recuerdos, sueños y reflexiones. El amor que está mas allá de todo deseo, de todas las emociones; y eso es completo en si mismo porque nada es excluído.

PARABOLA: ~Sentir sin emoción?


H. L.: NINGUNA DE ESTAS PALABRAS LO EXPRESAN NI SIQUIERA APROXIMADAMENTE , porque se trata de un estado del ser, no un estado del alma. De hecho, es la realidad misma. PERO UNO SIMPLEMENTE VISLUMBRA ESTAS COSAS DE VEZ EN CUANDO.

PARABOLA: Está muy lejos de lo que a veces se entiende por compasión: un mar de emotividad.

H. L.: El sentimiento de desear salvar al mundo procede muchas veces de un deseo de escapar de sentir compasión de la propia oscuridad, de lo que hay dentro de uno mismo. Si no empezamos por ahí, nunca tendremos verdadera compasión. Primero llega la compasión por las propias debilidades y despues por la persona que está junto a nosotros. Esto no quiere decir que no debamos apoyar ciertas causas, lo que importa es quien apoya esas causas. Tal vez tengamos que luchar, pero si no luchamos con perdón y compasión, simplemente estaremos recreando la situación. Un opuesto siempre crea el otro, a menos que empecemos a dejar partir a ambos, en cuyo caso ambos pueden hacerse reales en una unidad que está mas allá de ellos.

PARABOLA: Lo que está usted diciendo trae a la mente las palabras de la Dama Juliana de Norwich sobre las que usted ha escrito: «TODO ESTARA BIEN, MEDIANTE LA PURIFICACIÓN DEL MOTIVO QUE SE HALLA EN LA RAIZ DE NUESTRA SÚPLICA.»

H. L.: Ese es realmente el quid de la cuestion, verdad?: «Mediante la purificacion del motivo...» En realidad se trata de una cita de «Cuatro cuartetos» de T.S. Eliot. El motivo – lo que nos mueve desde la raiz de nuestro ser – es lenta-mente purificado aqui, en el tiempo, por el compromiso de cada persona de vaciar ese proceso que es la búsqueda de totalidad. Entonces, en palabras de la Dama Juliana: «TODO ESTARÁ BIEN, Y CUALQUIER FORMA QUE ADOPTEN LAS COSAS ESTARÁ BIEN.»