Gracia me alcance para recatarme
donde afinarme para que concierte,
para mudarme lo que desacierte,
para, calladamente, aquilatarme.
Pueda con el acero aparejarme
siendo, como el acero, leve y fuerte,
porque tendré que caminar la muerte
y por sus alamedas pasearme.
Me acontece, Señor de la mesura,
querer morirme mesuradamente
y en la templanza rematar mi suerte.
Con miedo, con respeto, con finura
-tal, el torero que su oficio siente-,
clásicamente, torear la muerte.
A.S.