Me llega a la consulta, al hospital, gente con hambre.
Gente que, con sus cuatrocientos euros al mes (los que los cobran), ha de elegir entre casa o comida, entre vivir en la calle o pagar el piso, y comer (con suerte) de las ayudas de Cáritas o de los bancos de alimentos.
Gente a la que le exigen que adelante el dinero de los medicamentos y que, como no puede, se queda sin medicar.
A las residencias de ancianos, muchos de esos medicamentos llegan con retraso, en ciertos casos (anticoagulantes, por ejemplo) con riesgo de muerte.
La indefensión de los que menos tienen (cultura, recursos, salud...) crece exponencialmente.
Para vergüenza de nuestros "dirigentes".
Para vergüenza de todos nosotros.