"Por la presente, le informamos de que no tiene derecho a quimioterapia"
Ronald Reagan, destacado opositor de la sanidad público-privada a los ancianos hasta que él mismo cumplió 65 años.
"Por la presente, le informamos de que no tiene derecho a quimioterapia"
No es una exageración. Es la carta que el autor de estas líneas recibió hace 14 meses de su aseguradora, que se llama BlueCrossBlueShield y es una de las mayores de Estados Unidos. Justo después de subirme la cuota mensual un 20% (en 2012 ha vuelto a aumentar otro 20%), 'BlueCross', como se la conoce familiarmente, me informaba de que no tengo derecho a recibir quimioterapia. No es algo -toco madera- que me haga falta. Pero, si algún día la necesito, ya sé dónde está el aeropuerto.
Porque ¿cuánto puede costar un tratamiento de 'quimio' en EEUU? Ni idea. Pero aquí van un par de ejemplos. En 2003, cuando no tenía seguro médico, me cociné la mano derecha con una sartén. Consecuencia: visita a Urgencias del Hostpital de la Universidad de Georgetown. Venda en la mano durante un mes. Y una factura de 1.100 dólares. Otra: en 2011 fui a Urgencias con un dolor en el vientre. ¿Sería una apendicitis? En Urgencias del Hospital de la Universidad George Washington decidieron hacerme un TAC. La clave no es que hiciera falta: es que era lo más caro. Es la forma de funcionar de la Sanidad en EEUU.
Consecuencia: 7.000 dólares de factura. BlueCrossBlueShield pagó 6.500. El resto, corrió de mi cuenta. En España, 500 dólares (400 euros) por un TAC provocarían una lipotimia, pero en EEUU es casi un golpe de suerte. Y no era apendicitis. No era nada.
El hecho de que BlueCross pagara más de 5.000 euros por un TAC indica el sistema, basado en el latrocinio disfrazado de libre mercado, con el que funciona la sanidad estadounidense. Los hospitales cobran de más a las aseguradoras, y las aseguradoras cobran de más a los asegurados. Los hospitales mandan varias veces la misma factura, a ver si 'cuela' (el de la Universidad de Georgetown es famoso por ello).
Las listas de espera con los médicos duran meses. La sanidad preventiva no se conoce porque el negocio está en que la gente esté enferma, no sana. Los sistemas informáticos de los diferentes hospitales y consultas médicos no son compatibles entre sí. Resultado: todo se hace con papeles. Añádase a ello un sistema legal que da primacía al individuo, con lo que el paciente siempre puede denunciar al médico y pedirle una indemnización cósmica, con lo que a su vez los profesionales de la medicina tienen que tener seguros especiales que les cuestan más de 100.000 dólares al año.
La consecuencia es un monstruo burocrático en el que al final el contribuyente paga de dos formas: a la aseguradora y al Estado. Porque el Estado es quien se hace cargo en último término de los 30 millones de estadounidenses que no tienen seguro. Y él paga a los hospitales y a los médicos. Es la magia del libre mercado del siglo XXI: socializar las pérdidas; privatizar los beneficios.
Sin embargo, los estadounidenses han sido educados en dos falacias. Y ninguna de ellas tiene que ver con la economía o la salud.
La primera falacia es que el sistema sanitario de EEUU es el mejor del mundo, cuando está por debajo de, por ejemplo (perdón por la comparación) el de Cuba, según la Organización Mundial de la Salud.
La otra, es que cualquier cambio es parte del "camino hacia la servidumbre" del que hablaba el economista austriaco Fiedrich Hayek. Por si usted no lo sabe,lector, los países que, como España, tienen un sistema de salud público, son dictaduras marxistas en las que el Gobierno nos ordena dónde y cómo vivir, qué trabajos podemos hacer, y qué carreras podemos estudiar. Tal vez usted no se haya dado cuenta, pero así lo vio el entonces actor Ronald Reagan en 1961, en un anuncio pagado por la Asociación Médica de Estados Unidos, que se oponía a la creación del Medicare, el sistema público-privado de asistencia sanitaria a la tercera edad.
"(...) Uno de los métodos tradicionales en la imposición del estatismo es por medio de la medicina. El doctor empieza a perder libertad. El médico decide que quiere trabajar en una ciudad, y el Gobierno le dice: "No puedes estar en esa ciudad. Allí ya tienen suficientes médicos. Debes trabajar en otra ciudad". Y eso es lo que pasa. Una vez que el Gobierno puede determinar el lugar y los métodos de trabajo de un hombre, vendrá un programa federal tras otro que pondrá en peligro todas las libertades que tenemos en este país. Hasta que un día nos despertemos al hecho de que tenemos socialismo en este país".
Lo más divertido es que, una vez que cumplió 65 años, Reagan se acogió al Medicare. Y que en 2003, George W. Bush expandió de forma drástica ese sistema para que incluyera numerosos medicamentos con receta, en lo que constituyó una bendición del cielo para las farmacéuticas y para la tercera edad. Parece que para los republicanos, el socialismo sólo es tal cuando lo practican otros. Igual que para las aseguradoras de salud. Desde los años cuarenta, están exentas de la regulación de defensa de la competencia. Eso hace que, literalmente, se repartan el mercado, especialmente en zonas rurales.
Ahora, la reforma de Obama cambia poco. En la práctica, sólo instituye el actual sistema. No permite a las aseguradoras llevar a cabo atracos egregios, pero no altera el sistema. Y establece una tasa para quien no esté asegurado, aunque no explica cómo va a obligar a pagarla, por lo que no suena muy marxista. Su modelo en la práctica no es la Unión Soviética, sino ese parangón estalinista llamado... Suiza.
(Fuente: El Mundo)