Sospecho que también uno se muere como puede.
Que la idea romántica de la muerte consciente en noble desapego no pasa de ser eso: una idea romántica.
O cosa de rimpoches tibetanos e iluminados varios de nacionalidades exóticas.
Que la gente corriente, o sea, yo et al., se muere como ha vivido.
Se muere sabiéndose infantil, miedosa, torpe e incompetente.
Se muere sin conocer, sin tener ni puta idea de las grandes preguntas de las que tampoco tenía puta idea antes de ponerse a morir.
Se muere en plan chapucero, intentando, como siempre, hacer frente a lo que va viniendo de la mejor manera que siente y le sale.
Se muere sin más, el día que le toca.
Y ya es bastante, coño.
Más que suficiente.