Tú podrías haber sido un chiquillo moreno,
tímido y desgarbado, de ternura escondida.
Yo, una niña dorada, tocada por lo grave,
de preguntas calladas y miradas heridas.
Nos hubiéramos visto al salir de la escuela,
como se ven los niños, casi sin darse cuenta,
y hubiéramos salido al encuentro del otro,
y caminado juntos en la tarde serena.
En la tarde serena, a la sombra del árbol
que hay detrás de la casa, hubiéramos parado,
y dejado los libros a la sombra del árbol,
y silenciosamente unido nuestras manos.
Nuestras manos pequeñas, tal vez un poco sucias,
tal vez un poco niñas para buscarse tanto,
para tanto quedarse cogidos de la mano,
en la tarde serena, a la sombra del árbol.
A.S.