Hay,
se diría,
infinidad de historias sueltas.
Infinidad de historias cazadoras,
hambrientas de sus personajes,
que acechan, escondidas,
detrás de las esquinas,
debajo de los setos
o en la boca del metro.
Una gravísima invasión de historias,
la mayoría tristes,
a la busca y captura
de gente descuidada.
Es necesario, pues,
andar con mucho tiento
para no verte atrapado, de repente,
en una historia de terror,
o de desgracia,
o simplemente
de final infeliz,
en una historia inesperada
que cayó sobre ti
cuando ibas distraído,
pensando en tus asuntos.
Sería conveniente
prevenir a los niños,
incluir en el programa escolar
algunas clases prácticas
sobre cómo evitar tales peligros.
Parece imprescindible, como mínimo,
una campaña diseñada ad hoc,
para alertar
a la ciudadanía.
Se ha sabido de gente
completamente devorada,
perdida sin remedio
en los caminos interiores
de una historia cualquiera.
De una historia
de la que nunca más
hubo noticia.
A.S.