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jueves, 27 de septiembre de 2012

Tres hurras por los portugueses

Mientras aquí asistíamos al espectáculo de un Congreso de los Diputados blindado, frente al pueblo cuya soberanía dice ostentar, por el mayor despliegue policial (y la mayor somanta de ostias) que yo haya visto desde los tiempos en que los grises galopaban por los campus universitarios, allí al ladito, en el callado, introvertido y hermoso Portugal, apenas unos pocos días atrás (y convenientemente silenciado por nuestra TVE), la gente salía en masa a la calle, obligaba a su gobierno a parar el recorte de salarios del 7% que pretendía (más la rebaja correspondiente a las cotizaciones empresariales) y volvía con elegancia a sus quehaceres.
En tanto que la policía lusa avisaba con antelación de que se negaba a reprimir a los ciudadanos (igualito que aquí) y la fuerzas armadas hacían pública una carta en la que instaban al gobierno a dejar de ordeñar al pueblo.
Toda una lección para el que quiera estudiarla:

"Pero es de nuevo Portugal el espejo donde mirarnos. Su economía se hunde al 3,3% tras soportar, disciplinados, todos los recortes que la Troika ha tenido a bien ordenar. Y el gobierno conservador –también persistieron en el error- de Passos Coelho siguió apretando el cuello de sus ciudadanos muy obediente.
Los portugueses, sin embargo, pacientes y sosegados donde los haya, saben decir ¡basta! Y sus protestas han conseguido que el gobierno se replantee la nueva ocurrencia de rebajar los salarios un 7%. El primer ministro ha dado marcha atrás y empieza a buscar dinero donde sí lo hay pero ningún neoliberal hasta ahora quería tocar: en los impuestos que no pagan las grandes fortunas.
La diferencia fundamental entre las dos caras de Iberia es la actitud de sus “Fuerzas del orden”. La policía portuguesa avisó que no reprimiría la manifestación de Belém. Y no lo hizo. Más allá aún fue el ejército portugués, con una carta a la que se ha dado escasa difusión en España:
 “Las Fuerzas Armadas, desde aquí, reiteran su firme convicción de que los militares nunca pueden ser un instrumento de represión para sus conciudadanos, de acuerdo a la Constitución que juraron defender”, escriben. Tras expresar su solidaridad con todas las iniciativas abordadas por la ciudadanía afirman que lo que  “en realidad se está haciendo” es: “Engañar,  utilizando el miedo y haciendo promesas que no se cumplirán, sabiendo que la gente está indefensa ante ellas” o “insistir una y otra vez que debemos aceptar la imposición de sacrificios para alcanzar una supuesta solución que está a la vuelta de la esquina, un poco más allá. Volver a doblar la dosis de estos sacrificios sin llegar a esas soluciones, por lo que siempre pagan las consecuencias los mismos. Mientras que a la vez, tanto en Portugal como en otros lugares, se acumulan riquezas sin límite, evitando que otros puedan obtener los salarios justos que se merecen por su trabajo”.

(Rosa María Artal. Fuente: eldiario.es)