aenlibertad@gmail.com



Nuevo blog:

POEMAS Y TEXTOS (nombrando paisajes, misterios y silencios) ameliadesola.blogspot.com.es



domingo, 29 de agosto de 2010

Los tenues hilos

"Resulta audaz, en esta época de ciencia y voluntariosa determinación, proponer la idea de que la existencia de un ser humano está en cierto modo inspirada, guiada e incluso regida por fuerzas invisibles fuera de nuestro control. Tanto si lo llamamos hado, destino o la mano de Dios, los tenues hilos funcionan, aportando coherencia y continuidad a nuestras vidas. Con el tiempo van tejiendo un notable tapiz.
¿Qué son esos tenues hilos? Estar en un lugar determinado en el momento adecuado, encontrarse con alguien que te guía en una dirección no prevista, la inesperada aparición de trabajo, o dinero, o inspiración, precisamente cuando son más necesarios. Son los patrones que dan significado a nuestras experiencias.
Algunas personas parecen ejercer un mayor libre albedrío sobre sus vidas. Hacen planes, se marcan objetivos y proceden con total confianza de ser ellos quienes tienen el control. En mi caso nunca ha sido así, a pesar de mis mejores intentos.
Si miro hacia atrás desde la perspectiva de mis setenta y siete años, está claro ahora que mi existencia siempre ha sido manejada por un hado benevolente. Me ha llevado la mayor parte de toda una vida aceptar esta idea, y la mayor parte del tiempo sigo sin entenderlo. Pero he aprendido a dejar de luchar contra ello. En mi juventud, anduve perdido y seguí los tenues hilos solamente cuando me apetecía o cuando parecía que me llevaban allí donde yo quería ir. Muchas veces luché para oponerme a ellos. No obstante, como resultado de mi avanzada edad, finalmente he llegado a confiar en el misterio. El misterio es éste: existe una cosa correcta, y solamente una, que es la que hay que hacer en cada instante. Podemos seguir los tenues hilos o resistirnos a ellos.
Todos tenemos libre albedrío y por lo tanto podemos intentar forzar las situaciones que nos trae la vida. Quizás esa lucha es la que nos mantiene ligados a esta tierra. Pero gradualmente he aprendido a aceptar que los tenues hilos poseen más inteligencia y sabiduría de la que nuestros complicados egos pueden llegar a alcanzar jamás. Tanto en las buenas épocas como en las malas, un tenue hilo tras otro me ha sacado de los atolladeros y, todos juntos, han dado forma a lo que sé y a lo que soy.
Esta noción de los tenues hilos es esencialmente una idea religiosa. No me siento muy cómodo con la religión tradicional, al menos tal como se practica en mi propia cultura. Y por ello muchas veces me encuentro buscando nuevos términos para expresar cosas viejas. Pero sin embargo sí sé que mi vida está dirigida por algún tipo de entidad coherente e inteligente, o si lo prefieren, por una mano que me guía o un santo patrón.
El mundo celestial se ganó mi lealtad para siempre después de que una grave herida me reclamara para una vida interior. Pero ello no me alejó de la necesidad de construírme, simultáneamente, una vida terrenal. Éste se convirtió en mi desafío central: aprender cómo equilibrar esos dos reinos.
Quedarse en el bando de una de esas dos grandes realidades -el cielo y la tierra- es un grave error. Con el tiempo llegué a apreciar que el punto medio, desde donde se puede honrar a ambos mundos, no es solamente el lugar más seguro, sino también allí donde reside el éxtasis, el lugar sagrado. Si uno trabaja fiel y pacientemente en esa labor de equilibrar cielo y tierra, finalmente puede llegar a ser consciente de un hecho aún más notable: que esos dos mundos son, de hecho, uno solo."
(Robert A. Johnson: El equilibrio entre el cielo y la tierra. Recuerdos de visiones, sueños y realizaciones. Ed. Paidos)

Robert Johnson, al que, pese no haberlo conocido nunca físicamente, considero uno de mis mejores maestros, y seguramente el más querido, es analista jungiano, un anciano lleno de sabiduría y un ser humano excepcional. Para mí, El equilibrio entre el cielo y la tierra es uno de los libros más sanadores que he tenido la suerte de que caigan en mis manos. Con el regalo añadido de que su lectura es una pura delicia.

sábado, 28 de agosto de 2010

Cansancio

Vengo rendida ya de tanto vuelo,
rendida de la búsqueda y la espera,
de traspasar mil veces la frontera
de la promesa con el desconsuelo.

Vengo rendida ya de tanta vida,
de vivir tantas cosas tan iguales,
de repetir comienzos y finales,
de jugar sin descanso la partida.

No me queda respuesta que concierte,
no me queda pregunta sin hastío,
no me queda propuesta ni llamada.

Vengo, Dios del abismo, en descreerte,
y sentarme en la casa del vacío
a contemplar el rostro de la nada.

A.S.

viernes, 27 de agosto de 2010

Del club de los poetas muertos...

Dos cuchillos en mi pecho,
uno blanco y otro negro.
¡Ayúdame!
Que el blanco se está muriendo...
(F. Merlo)


Dos poetas. Los dos, en distintos niveles y épocas, amigos míos. Dos que dijeron adiós en un punto tan temprano del camino que a veces parece que los he olvidado. No. De vez en cuando visito su recuerdo, y está tan vivo como entonces.

Ángel Rodríguez Díaz, Alín para quienes lo conocimos de niño, fue, junto a su hermano Luís, compañero mío de colegio. Lo conocí con cinco años. Murió (¿se suicidó?) antes de los diecisiete. Su epitafio, dos versos suyos que reproduzco de memoria:
"Cien estrellas te miran.
Contemplan tu silencio... "

Y uno de sus poemas:

Alguien
– uno de tantos –
dejando su copa vacía
– por enésima vez –
ensordecido por la música
cegado por los focos
pensó que no era nada
y vio que no era nada.

(Ángel Rodríguez Díaz:
Apuntes. Cuadernos del Sur)


Fernando Merlo pertenecía, con Gloria, su hermana, a mi grupo de amigos del tiempo de la (primera) carrera. Como un Dionisos joven, era guapo, lúcido, oscuro y transgresor. En la última época de su vida tenía un bar (El Túnel) en el que nos reuníamos en tertulias interminables, en las que se hablaba de lo divino y de lo humano, se bebía absenta y, a veces, cuando alguien traía, se fumaban canutos.
Con veintinueve años, apareció muerto en ese mismo bar, junto a una jeringuilla.

Dos poemas suyos, espléndidos, de talante muy "fernandino", y un soneto estremecedor, "A mis venas", venas que recorría con frecuencia la heroína que se lo llevó.


Porque yo soy poeta
incluso cagando
quiero dar,
os doy,
una poca de mierda.

La demás para mi.



Acostarse es muy fácil, facilísimo
arrojar la esperanza a la basura
cuando, al fin, ni se siente ni se suda
amor, y el hombre se congela vivo.

Pero yo, os lo juro, no estoy muerto;
y no le coloquéis a mis poemas:
(Aquí yace F. Merlo, fue poeta.)
(Poeta, sí, pero poeta con dos cuernos

enormes, como dos armas en vilo
dispuestas a morder, con agravantes
de chulo, de vulgar, y de asesino

de congéneres cursis, de elegantes
poetisos de salón.) Ahí queda el tiro,
y a quien le haya jodido que se aguante.


A mis venas

Estos cauces que ves amoratados
y de amarillo cieno revestidos,
eran la flor azul de los sentidos,
que hoy descubre sus pétalos ajados.

Besos verdes de aguja en todos lados
hieren la trabazón de los tejidos
y denuncian los brazos resentidos,
la enigmática piel de los drogados.

Las que llevaban vida y alimento
son tibias cobras de veneno breve,
blanco caballo con la sien de nieve.

Trotando corazón y sentimiento
que por las aguas de la sangre vierte
con rápido caudal la lenta muerte.

(Fernando Merlo: Escatófago)



Se llevó a varios más, no sólo a éstos, aquella bohemia progre y provinciana.
Los sigo amando a todos. A los que se fueron y a los otros.

(Poemas tanto de Ángel como de Fernando aparecen en el disco de Aguaviva "Poetas andaluces", que recoge una época irrepetible.)

jueves, 26 de agosto de 2010

Soneto urbano

(A un muerto encontrado en un contenedor)

Hay un muerto que recoge cartones.
Hay un jodido muerto en la basura,
una negra, muertísima figura
exhibiendo sus muertas pretensiones.

No pidas a los muertos sus razones.
No los sigas jamás en su andadura,
ni aceptes su comida, ni la oscura
vecindad de sus huertos y mansiones.

Hay un muerto borracho en la basura.
Hay un rotundo muerto terminante
de una muerte borracha y descarada.

Hay un jodido muerto caradura
llamando la atención del paseante.
Sólo está muerto. No le pasa nada.

A.S.

Blas de Otero

Él, y los poetas de su generación, espolearon y aplacaron mi hambre y mi sed en los días y las noches de mi primera juventud.
Ahora redescubro, maravillada, su intensa integridad.



... porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más ...
SANCHO. (Quijote, 11, cap. 74.)

Me llamarán, nos llamarán a todos.
Tú, y tú, y yo, nos turnaremos,
en tornos de cristal, ante la muerte.
Y te expondrán, nos expondremos todos
a ser trizados ¡zas! por una bala.

Bien lo sabéis. Vendrán
por ti, por mí, por todos
Y también
por ti.
(Aquí
no se salva ni dios. Lo asesinaron.)

Escrito está. Tu nombre está ya listo,
temblando en un papel. Aquel que dice:
abel, abel, abel ... o yo, tú, él ...

Pero tú, Sancho Pueblo,
pronuncias anchas sílabas,
permanentes palabras que no lleva el viento...


...................................


EN EL PRINCIPIO

Si he perdido la vida, el tiempo,
todo lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.

Si he sufrido la sed, el hambre, todo
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra.

Si abrí los labios para ver el rostro
puro y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra.


...............................



POSICION

Amo a Walt Whitman por su barba enorme
y por su hermoso verso dilatado.
Estoy de acuerdo con su voz, conforme
con su gran corazón desparramado.

Escucho a Nietzsche. Por las noches leo
un trozo vivo de Síls-Maria. Suena
a mar en sombra. Mas ¡qué buen mareo,
qué sombra tan espléndida, tan llena!

Huyo del hombre que vendió su hombría
y sueña con un dios que arrime el hombro
a la muerte. Sin Dios, él no podría
aupar un cielo sobre tanto escombro.

Pobres mortales. Tristes inmortales.
España, patria despeinada en llanto.
Ríos con llanto. Lágrimas caudales.
Este es el sitio donde sufro. Y canto.


............................................


hoy no tengo una almena que pueda decir que es mía.
(De un romance viejo.)

NI UNA PALABRA

Ni una palabra
brotará en mis labios
que no sea
verdad.
Ni una sílaba,
que no sea
necesaria.
Viví
para ver
el árbol
de las palabras, di
testimonio
del hombre, hoja a hoja.
Quemé las naves
del viento.
Destruí
los sueños, planté
palabras
vivas.
Ni una sola
sometí: desenterré
silencio, a pleno sol.
Mis días
están contados,
uno,
dos,
cuatro
libros borraron el olvido,
y paro de contar.
Oh campo,
oh monte, oh río
Darro: borradme
vivo.
Alzad,
cimas azules de mi patria,
la voz.
Hoy no tengo una almena
que pueda decir que es mía.
Oh aire,
oh mar perdidos. Romped
contra mi verso, resonad
libres.


.............................


TÚ, QUE HIERES

Arrebatadamente te persigo.
Arrebatadamente, desgarrando
mi soledad mortal, te voy llamando
a golpes de silencio. Ven, te digo

como un muerto furioso. Ven. Conmigo
has de morir. Contigo estoy creando
mi eternidad. (De qué. De quién). De cuando
arrebatadamente esté contigo.

Y sigo, muerto, en pie. Pero te llamo
a golpes de agonía. Ven. No quieres.
Y sigo, muerto, en pie. Pero te amo

a besos de ansiedad y de agonía.
No quieres. Tú, que vives. Tú, que hieres
arrebatadamente el ansia mía.


............................................


ES INÚTIL

Con hambre quedará si en esto queda...
(Juan Boscán)

Cada beso que doy, como un zarpazo
en el vacío, es carne olfateada
de Dios, hambre de dios, sed abrasada
en la trenzada hoguera de un abrazo.

Me pego a ti, me tiendo en tu regazo
como un náufrago atroz que gime y nada,
trago trozos de mar y agua rosada:
senos las olas son, suave el bandazo.

Se te quiebran los ojos y la vida.
Lloras sangre de Dios por una herida
que hace nacer, para el amor, la muerte.

¡Y es inútil pensar que nos unimos!
¡Es locura creer que pueda verte,
oh Dios, abriendo, entre la sombra, limos!


...........................................



CIEGAMENTE

Porque quiero tu cuerpo ciegamente.
porque deseo tu belleza plena.
Porque busco ese horror, esa cadena
mortal, que arrastra inconsolablemente.

Inconsolablemente. Diente a diente,
voy bebiendo tu amor, tu noche llena.
Diente a diente, Señor, y vena a vena
vas sorbiendo mi muerte. Lentamente.

Porque quiero tu cuerpo y lo persigo
a través de la sangre y de la nada.
porque busco tu noche toda entera.

Porque quiero morir, morir contigo
esta horrible tristeza enamorada
que abrazarás, oh, Dios, cuando yo muera.


......................................


LUCHANDO CUERPO A CUERPO CON LA MUERTE

Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,
al borde del abismo, estoy clamando
a Dios. Y su silencio, retumbando,
ahoga mi voz en el vacío inerte.

Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte
despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo
oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando
solo. Arañando sombras para verte.

Alzo la mano, y tú me la cercenas.
Abro los ojos: me los sajas vivos.
Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas.

Esto es ser hombre: horror a manos llenas.
Ser —y no ser— eternos, fugitivos.
¡Ángel con grandes alas de cadenas!


(Poemas de Blas de Otero)

Soneto

Gracia me alcance para recatarme
donde afinarme para que concierte,
para mudarme lo que desacierte,
para, calladamente, aquilatarme.

Pueda con el acero aparejarme
siendo, como el acero, leve y fuerte,
porque tendré que caminar la muerte
y por sus alamedas pasearme.

Me acontece, Señor de la mesura,
querer morirme mesuradamente
y en la templanza rematar mi suerte.

Con miedo, con respeto, con finura
-tal, el torero que su oficio siente-,
clásicamente, torear la muerte.

A.S.

Lorca y la muerte

"A las cinco de la tarde.
Eran las cinco en punto de la tarde.
Un niño trajo la blanca sábana
a las cinco de la tarde.
Una espuerta de cal ya prevenida
a las cinco de la tarde.
Lo demás era muerte y sólo muerte
a las cinco de la tarde.

El viento se llevó los algodones
a las cinco de la tarde.
Y el óxido sembró cristal y níquel
a las cinco de la tarde.
Ya luchan las palomas y el leopardo
a las cinco de la tarde.
Y un muslo con un asta desolada
a las cinco de la tarde.
Comenzaron los sones del bordón
a las cinco de la tarde.
Las campanas de arsénico y el humo
a las cinco de la tarde.
En las esquinas grupos de silencio
a las cinco de la tarde.
¡Y el toro solo corazón arriba!
a las cinco de la tarde.
Cuando el sudor de nieve fue llegando
a las cinco de la tarde,
cuando la plaza se cubrió de yodo
a las cinco de la tarde,
la muerte puso huevos en la herida
a las cinco de la tarde.
A las cinco de la tarde.
A las cinco en punto de la tarde.

Un ataúd con ruedas es la cama
a las cinco de la tarde.
Huesos y flautas suenan en su oído
a las cinco de la tarde.
El toro ya mugía por su frente
a las cinco de la tarde.
El cuarto se irisaba de agonía
a las cinco de la tarde.
A lo lejos ya viene la gangrena
a las cinco de la tarde.
Trompa de lirio por las verdes ingles
a las cinco de la tarde.
Las heridas quemaban como soles
a las cinco de la tarde,
y el gentío rompía las ventanas
a las cinco de la tarde.
A las cinco de la tarde.
¡Ay, qué terribles cinco de la tarde!
¡Eran las cinco en todos lo relojes!
¡Eran las cinco en sombra de la tarde!


......................................


¡Que no quiero verla!

Dile a la luna que venga,
que no quiero ver la sangre
de Ignacio sobre la arena.

¡Que no quiero verla!

La luna de par en par.
Caballo de nubes quietas,
y la plaza gris del sueño
con sauces en las barreras.

¡Que no quiero verla!
Que mi recuerdo se quema.
¡Avisad a los jazmines
con su blancura pequeña!

¡Que no quiero verla!

La vaca del viejo mundo
pasaba su triste lengua
sobre un hocico de sangres
derramadas en la arena,
y los toros de Guisando,
casi muerte y casi piedra,
mugieron como dos siglos
hartos de pisar la tierra.
No.
¡Que no quiero verla!

Por las gradas sube Ignacio
con toda su muerte a cuestas.
Buscaba el amanecer
y el amanecer no era.
Buscaba su perfil seguro,
y el sueño lo desorienta.
Buscaba su hermoso cuerpo
y encontró su sangre abierta.
¡No me digáis que la vea!
No quiero sentir el chorro
cada vez con menos fuerza;
ese chorro que ilumina
los tendidos y se vuelca
sobre la pana y el cuero
de muchedumbre sedienta.
¡Quién me grita que me asome!
¡No me digáis que la vea!


..........................


Pero ya duerme sin fin.
Ya los musgos y la hierba
abren con dedos seguros
la flor de su calavera.
Y su sangre ya viene cantando:
Cantando por marismas y praderas,
resbalando por cuernos ateridos,
vacilando sin alma por la niebla,
tropezando con miles de pezuñas
como una larga, oscura, triste lengua,
para formar un charco de agonía
junto al Guadalquivir de las estrellas.
¡Oh blanco muro de España!
¡Oh negro toro de pena!
¡Oh sangre dura de Ignacio!
¡Oh ruiseñor de sus venas!
No.
¡Que no quiero verla!
Que no hay cáliz que la contenga,
que no hay golondrinas que se la beban,
no hay escarcha de luz que la enfríe,
no hay canto ni diluvio de azucenas,
no hay cristal que la cubra de plata.
No
¡Yo no quiero verla!


...................................


No te conoce el toro ni la higuera,
ni caballos ni hormigas de tu casa.
No te conoce el niño ni la tarde
porque te has muerto para siempre.

No te conoce el lomo de la piedra,
ni el raso negro donde te destrozas.
No te conoce tu recuerdo mudo
porque te has muerto para siempre.

Porque te has muerto para siempre,
como todos los muertos de la Tierra,
como todos los muertos que se olvidan
en un montón de perros apagados.

No te conoce nadie. No. Pero yo te canto.
Yo canto para luego tu perfil y tu gracia.
La madurez insigne de tu conocimiento.
Tu apetencia de muerte y el gusto de su boca.
La tristeza que tuvo tu valiente alegría.

Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace,
un andaluz tan claro, tan rico de aventura.
Yo canto su elegancia con palabras que gimen
y recuerdo una brisa triste por los olivos."

(Federico García Lorca. Llanto por la muerte de
Ignacio Sánchez Mejías)

César Vallejo y la muerte

"Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.

Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.

César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro

también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos..."

(César Vallejo: Piedra negra sobre una piedra blanca.
Poemas Humanos)

Unamuno y la muerte

"Vendrá de noche, cuando todo duerma;
vendrá de noche, cuando el alma enferma
se emboce en vida;

vendrá de noche, con su paso quedo;
vendrá de noche y posará su dedo
sobre la herida.

Vendrá la noche, y su fugaz vislumbre
volverá lumbre la fatal quejumbre;
vendrá de noche,

con su rosario; soltará las perlas
del negro sol que da ceguera verlas,
¡todo un derroche!

Vendrá de noche, noche nuestra madre,
cuando a lo lejos el recuerdo ladre
perdido agüero;

vendrá de noche, apagará su paso
mortal ladrido, y dejará al ocaso
largo agujero...

¿Vendrá una noche recogida y vasta?
¿Vendrá una noche maternal y casta
de luna llena?

Vendrá viniendo con venir eterno;
vendrá una noche del postrer invierno...,
noche serena...

Vendrá como se fue, como se ha ido
-suena a lo lejos el fatal ladrido-
vendrá a la cita;

será de noche mas que sea aurora;
vendrá a su hora, cuando el aire llora,
llora y medita...

Vendrá de noche, en una noche clara,
noche de luna que al dolor ampara,
noche desnuda;

vendrá..., venir es porvenir..., pasado
que pasa y queda y que se queda al lado
y nunca muda...

Vendrá de noche, cuando el tiempo aguarda,
cuando la tarde en las tinieblas tarda
y espera al día;

vendrá de noche, en una noche pura,
cuando del sol la sangre se depura
del mediodía.

Noche ha de hacerse cuando venga y llegue,
y el corazón rendido se le entregue,
noche serena,

de noche ha de venir... ¿él, ella o ello?
De noche ha de sellar su negro sello,
noche sin pena.

Vendrá la noche, la que da la vida,
y en que la noche al fin el alma olvida,
traerá la cura;

vendrá la noche que lo cubre todo
y espeja al cielo en el luciente lodo
que lo depura.

Vendrá de noche, sí, vendrá de noche,
su negro sello servirá de broche
que cierra al alma;

vendrá de noche sin hacer ruido,
se apagará a lo lejos el ladrido,
vendrá la calma...
vendrá la noche..."

(Miguel de Unamuno: Vendrá de noche.
Romancero del Destierro)

El valor de contemplarme

Ah! Seigneur! donnez moi la force et le courage
de contempler mon corps et mon coeur sanz dégout!
(Baudelaire)

(Ah! Señor! dame la fuerza y el valor
de contemplar mi cuerpo y mi corazón sin repugnancia!)


Es duro aceptar la encarnación. Es duro conocerse, irse conociendo, irse haciendo consciente de quien uno es, y hacer la paz con ello.
El trabajo, el sencillo y terrible trabajo que la psicología analítica llama de integración de la sombra, que los griegos, en el templo de Apolo en Delfos, recomendaban con la frase "conócete a ti mismo", que Agustín de Hipona resumía en un escueto "obrar es pecar", va requiriendo más y más fuerza y valor a medida que progresa. Baudelaire lo sabía, Oscar Wilde lo sabía, y lo sabe cualquiera que, bajo el foco de la consciencia, se asome a los abismos internos.
Decía Jung, ese ambivalente maestro con un toque de sabio y otro demoniaco, que uno no se ilumina tratando de ascender hacia la luz, sino llevando luz a la oscuridad. No para transformarse. No para mejorarse. Sólo para verse... y saber.
Sí, conozco la teoría. Yo no soy eso que contemplo, sino el contemplador.
Pero entonces, ¿qué es eso que se puede contemplar? ¿Cómo puede estar fuera de lo que yo soy?
¿No será que el que contempla, lo contemplado y el acto de contemplar vienen a ser la misma cosa, y que esa cosa es el misterio en sí misma?
Sea como fuere, hoy, aquí y ahora, soy quien soy y estoy donde estoy.
Y, deliberadamente, quiero prescindir de toda teoría y de toda esperanza para quedarme con lo que es mi experiencia: la contemplación de lo que es, la terrible naturaleza de lo que es, y mi radical desacuerdo con eso que es.
La verdad, la pura verdad es que no nos gustamos. Seré más concreta: La pura verdad es que no me gusto. Que no me gusta mi cuerpo, que no me gustan los abismos de mi corazón, que no me gusta la realidad que vivo, que no me gusta tener que morirme. Y que cualquier posibilidad de hacer las paces con ello pasa por la honrada admisión de lo que digo.
¿Cómo podría gustarme? ¿Cómo podría gustarme la limitación? ¿Cómo podria gustarme no tener, no ser, todas y cada una de las posibilidades, y, por contra, estar confinada en esta realidad llamada mi vida?
¿Que no es así en verdad? ¿Y quién lo dice? ¿Yo misma, a veces, cuando la cortina de la limitación ondea y, por un momento, parece permitirme atisbar un panorama más amplio? Sí, pero no aquí, no ahora, no esta noche.
Hay, sin embargo, una paz extraña, un extraño amor y autorrespeto en rehusar creer lo que uno a veces cree, en asumir la disciplina de la descreencia, y quedarse a solas con uno mismo y con su disconformidad, sin disculparse por ello.
Hay un extraño sabor a integridad en "abandonar toda esperanza" y quedarse a vivir en la tierra de nadie, por todos los eones que haga falta.
Sí, hago mía esta noche, más allá del autoengaño y la falta de autenticidad, la oración de Baudelaire.
Y creo que ha de ser más grata a ese Dios de las profundidades que la deshonesta fuga en que nos refugiamos tantas veces.
Para no vernos. Para no ver.

martes, 24 de agosto de 2010

De profundis

"Hace casi dos años que estoy en el calabozo. Al principio me sentí invadido por una desesperación salvaje. Mi desgracia me causaba un dolor desgarrador... me sentía poseído por una rabia terrible e impotente, lleno de amargura y desprecio; pena del alma que lloraba en alto; miseria que no se podía expresar; dolor que había de permanecer silencioso. He pasado por todas las formas imaginables de sufrimiento...
Mas así como a ratos hacíame feliz la idea de que mis sufrimientos no tendrían fin, no podía soportar el pensar que no tuviesen ninguna significación. Ahora descubro en mí mismo algo recóndito, que me dice que nada en el mundo está provisto de sentido, y menos aún el sufrimiento. Y este algo, que así me habla y se halla profundamente enterrado en mí, como un tesoro en un campo, es la humildad, es lo último y lo mejor que en mí queda, lo más lejano que he podido alcanzar, el punto de partida de una nueva evolución. Ha brotado por entero dentro de mí, y esto me dice que ha llegado en el momento justo. No podía haber venido antes, ni tampoco después. Si alguien me hubiera hablado de humildad, yo le habría apartado de mí; si alguien me la hubiera traído, yo la hubiera rechazado, pero yo mismo la he encontrado, y por eso quiero conservarla. No puede ser de otro modo; ella es lo único que guarda en sí gérmenes de vida, de una nueva vida... Es la más singular de todas las cosas: no es posible regalarla, ni recibirla como un regalo. Para adquirirla es necesario despojarse de cuanto se posee. Y sólo sabe uno que la posee después de haberlo perdido todo.
Ahora que tengo la convicción de poseerla, veo clara y distintamente lo que debo hacer, lo que necesariamente he de hacer. Y al decir esto, no me refiero a ninguna ley externa ni a ningún precepto: para mí no existen. Soy bastante más individualista que antes. Fuera de lo que uno mismo lleva en sí, todo parece carecer en absoluto de valor. Mi naturaleza busca un nuevo modo de realización personal. Esto es lo único que me ocupa. Y lo primero que he de hacer es librarme de todo sentimiento de amargura para con el mundo...
Y la verdad es que esto no me será difícil. Quien verdaderamente abriga en sí el amor, encuentra amor para consigo. No necesito decir que mi tarea no acaba aquí. De lo contrario, sería relativamente fácil. Son muchas las cosas que se presentan ante mí. He de escalar cimas harto más elevadas, y cruzar valles mucho más oscuros. Y todo ha de salir de mí mismo. Ni la religión, ni la moral, ni la razón, pueden prestarme auxilio..."
(Oscar Wilde: De profundis)

lunes, 23 de agosto de 2010

Helen Luke: Sufrimiento

Mater misericordiae, maestra, amorosa personificación de la anciana sabia, Helen Luke es una de mis autoras de referencia.
No necesito ni estar de acuerdo con lo que escribe (de hecho, a veces no lo estoy). Me basta (como me sucede con su compañero del alma, Robert Johnson) con la irradiación de lo que ella "es".
El único libro que le conozco en castellano es "La vía de la mujer", publicado por EDAF y casi imposible de encontrar actualmente. Como creo que vale la pena dar a conocer su pensamiento, de vez en cuando publicaré algún texto o extracto. Lo que sí que he encontrado alguna vez por la web, creo recordar, es alguna entrevista. Leerla siempre es, al menos para mí, un regalo.

SUFRIMIENTO

"...Existen dos clases de experiencia que llamamos sufrir: una que es totalmente improductiva, un estado neurótico de depresión sin sentido, y otra que constituye la condición esencial de cualquier etapa del camino de lo que C.G. Jung llamó individuación. Tal vez las imágenes de peso bajo las que caemos y actuamos llenos de autocompasión, o de peso que sobrellevamos con plena conciencia, pueden ser una orientación en momentos de oscuridad... Ninguna oportunidad es demasiado pequeña para elegir entre el sufrimiento y la depresión.
Profundamente enraizada en la psique infantil el presupuesto... de que la cura para la depresión consiste en sustituirla por sentimientos placenteros y felices, cuando la única cura válida para cualquier clase de depresión se halla en la aceptación del sufrimiento real. Salir de ella por cualquier otro medio es un simple paliativo y sienta las bases de la siguiente depresión. Absolutamente nada la ha sucedido al alma. Las raíces de todas nuestras neurosis residen aquí, en el conflicto entre el anhelo de evolución y libertad y nuestra incapacidad o rechazo de pagar el precio en este tipo de sufrimiento que desafía la supremacía de las demandas del ego... El ego soportará las peores agonías de infelicidad neurótica antes que un instante de aceptación de la muerte de ni siquiera una parte de su exigencia o de su sentimiento de importancia. Podemos hacer algo para seguir la pista de algunas de las evasiones continuas del ego, descubriendo nuestro miedo a la humillación. De este miedo de degradación a nuestros propios ojos y a los ojos de los demás, real o imaginado, proviene el peso muerto de los cambios de ánimo y de la depresión. Para la persona verdaderamente humilde, no existe la humillación. Es imposible humillarla o que sienta humillación, porque ya no tienen significado para ella las "categorías" del prestigio... Pero la vía de la humildad atraviesa el dolor de la humillación aceptada. En el momento en que la tomamos y la sobrellevamos sin ningún movimiento de autodestrucción, dejamos de ser humillados y empezamos a sufrir...
Si no tenemos un sobresaliente o al menos un notable en cada uno de los aspectos de la vida, nos culpamos a nosotros mismos. La tensión puritana de nuestra herencia refuerza esta actitud hasta tal punto que es posible que incluso nos permitamos en el trabajo de nuestra vida interior generar un falso sentimiento de culpabilidad sobre nuestras debilidades físicas y emocionales. Por supuesto, a un nivel es verdad que esta clase de síntoma, físico o psicológico, constituye una clave para el trabajo del inconsciente que debe llevarse a cabo en el momento oportuno. Pero si sentimos que ese tipo de culpabilidad mortal simplemente significa que no podemos aceptar nuestra condición humana, que hemos dado vía libre a la hubris y estamos diciendo inconscientemente "debo ser como Dios, libre de toda debilidad", olvidando lo que le sucedió al propio Dios en la cruz. Las claves deben trabajarse, pero el mismo síntoma es algo que debe aceptarse total y libremente sin culpabilidad egótica o ninguna demanda de ser liberado de él.
La esperanza de la liberación es otra cosa natural y justa, como también lo son los esfuerzos para salir de la enfermedad o de un determinado estado de ánimo...De hacho, las dos actitudes son una, y la aceptación real nos conducirá a buscar la vía adecuada (de tratamiento o cura).
Por grandes que puedan ser nuestros esfuerzos para lograr esa actitud consciente hacia el sufrimiento, no podemos tener éxito sin una toma de consciencia de que, a pesar de la aparente falta de sentido, siempre existe un significado implícito universal, incluso en sobrellevar las pequeñas desgracias. Cada vez que una persona cambia la depresión neurótica por el sufrimiento real, está compartiendo en alguna medida la carga del sufrimiento de la humanidad, sobrellevando una mínima parte de la oscuridad del mundo... El significado ha entrado en la experiencia... El más mínimo consentimiento al dolor denso y agudo del sufrimiento objetivo en el asunto aparentemente más trivial puede tener una influencia, como dice el sabio chino, "a una distancia de mil leguas". Podemos estar completamente seguros de que, en alguna parte, se ha aligerado una carga gracias a nuestro esfuerzo...
Lo mismo que no existe cura para una clase inferior de amor, excepto un amor mayor y más consciente, no hay cura para el llamado sufrimiento inferior, excepto una clase mayor de sufrimiento. Es posible mediante una intensa atención consciente pasar a través de esta puerta a un sufrimiento más agudo, que está vinculado al todo, y entonces ocurre algo extraño. Hemos aligerado el peso, y en lugar de ser aplastados por él, lo encontramos extraordinariamente ligero: "Mi yugo es suave, y mi carga, ligera". El dolor permanece, pero es más como la punzada de una espada que un peso. "Y a tí misma una espada te atravesará el alma, a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones" (Lucas, II: 35). Estas son las palabras proféticas que el sabio anciano Simeón dijo a María... Veremos sangre vertida, sangre del sacrificio, y así podremos experimentar la alegría, no sólo sentimientos agradables y evasión.
En el ser humano existe un temor a la alegría tan familiar como el temor a sentir dolor, porque la verdadera alegría excluye el sentimiento agradable de autoimportancia, lo mismo que el sufrimiento excluye todos los consuelos de la autocompasión. Nadie puede conocer lo uno sin lo otro. Aquí es importante discriminar entre la falsa alegría y el complejo de mártir, por una parte, y la alegría que está al otro lado de la cruz. Cristo no fue un mártir que fue cantando a la muerte. Si nos sorprendemos sintiéndonos nobles a cuenta de nuestro sufrimiento, podemos estar perfectamente seguros de que nos hallamos simplemente ante la vieja trampa de salir de la depresión hacia el sentimiento placentero, que es tanto más peligroso cuanto que está disfrazado de noble.
El sufrimiento real pertenece a la inocencia, no a la culpabilidad. Mientras nos sintamos desgraciados porque estamos llenos de remordimiento y culpabilidad o vergüenza por nuestra debilidad, todos nosotros vivimos una pérdida de energía vital y, en este caso, no tiene lugar ninguna transformación. Pero en el instante en que aceptamos objetivamente la culpabilidad y la vergüenza, nuestra parte inocente tenderá a sufrir, el peso se convierte en una espada, sangramos y la energía vuelve a fluir dentro de nosotros en un nivel más profundo y consciente. Ése es el arrepentimiento real como algo opuesto a la vergüenza centrada en el ego, porque implica reconocimiento de la verdadera culpabilidad que yace siempre bajo nuestras evasiones de la conciencia objetiva. Sólo cuando nuestra parte inocente comienza a sufrir, hay vida y creación dentro de nosotros y a nuestro alrededor, pero, en general, preferimos permanecer encerrados en este círculo vicioso y totalmente improductivo del remordimiento y de la complacencia superficial, seguidos por una repetición del pecado, más remordimiento, etc. En el Libro de Job, la condena de Dios recae sobre la racionalidad complaciente de los falsos consoladores que aseguran a Job que probablemente no estaría sufriendo si no fuera moralmente culpable. Para Job, sufriente aunque inocente, la respuesta de Dios es simplemente manifestarse a sí mismo en su infinito poder y gloria, más allá de toda explicación racional.
En esta época, en la que los medios de comunicación nos traen diariamente la visión y el sonido de los espantosos sufrimientos de los inocentes, todos nosotros tenemos una gran necesidad de recordatorios de la única forma por la que podemos contribuir a la curación de la terrible escisión de nuestra época.... Cuando un ser humano acepta la responsabilidad de su ceguera sin ninguna falsa culpabilidad, incluso en las cosas más pequeñas, se desmoronan la autocompasión y las proyecciones de culpabilidad sobre los demás o sobre Dios, y queda reforzada en nuestro entorno la felicidad más allá de los opuestos... Así pues, sufrimos la espada de la objetividad sin rechazar nada, de forma que la curación pueda alcanzar "los corazones de muchos", sin nuestra intención consciente. Esto sucede... en la medida en que se han experimentado conscientemente la bendición y la maldición como una sola cosa en la psique. Es una experiencia que, como C.G. Jung escribió en Mysteriun Coniuctionis, alcanza a "la persona en calma, la persona que constituye el sentido del mundo".
...La palabra pasión, procedente de la palabra latina passio, significa sufrimiento, y se utiliza para describir los sufrimientos de Cristo. Normalmente, esta palabra se aplica a cualquier emoción que va más allá de los límites de la razón, consumiendo y poseyendo al ser humano de tal forma que se halla en estado de "entusiasmo", que, en su significado literal, es el estado de estar lleno de Dios, ya sea el Dios de la cólera, del amor o del odio.
Cuando el sufrimiento irrumpe en el pequeño contexto personal y expone al ser humano al dolor y a la oscuridad de la vida misma, queda abierto el camino a ese último estado de pasión que está más allá de todas las pasiones del deseo. Allí, estando completamente vacíos, como Cristo estaba vacío cuando gritaba "Dios mío, ¿por qué me has abandonado?", puede finalmente llenarse con la totalidad del mismo Dios."
(Helen Luke: "Sufrimiento", en "La vía de la mujer")

Todo a su tiempo

"Todo tiene su tiempo y todo cuanto se hace debajo del sol tiene su hora. Hay tiempo de nacer y tiempo de morir; tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de herir y tiempo de curar; tiempo de destruir y tiempo de edificar; tiempo de llorar y tiempo de reir; tiempo de lamentarse y tiempo de danzar; tiempo de esparcir las piedras y tiempo de amontonarlas; tiempo de abrazarse y tiempo de separarse; tiempo de ganar y tiempo de perder; tiempo de guardar y tiempo de tirar; tiempo de rasgar y tiempo de coser; tiempo de callar y tiempo de hablar; tiempo de amor y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra y tiempo de paz."
(Eclesistés, 3 1-8)

La danza del Kalahari

"Era asombroso que cuando bailaba, normalmente solo en la hora más oscura de la noche, el hecho de que él bailase se transmitía a toda la naturaleza que le rodeaba, no sólo forzándola a identificar el ritmo, sino también a participar en él.
Recuerdo, por ejemplo, una noche que bailaron su gran danza del fuego y que, cuando la danza se aproximaba a su apogeo, hacia la media noche, los leones comenzaron a rugir como jamás los había oído hacerlo, casi como si siguieran el ritmo de sus pies que hacían retumbar el desierto como un tambor, y armonizaban, como grandes bombos, con las voces de las mujeres, que cantaban para que sus hombres siguieran bailando, y el sonido se elevaba claro, luminoso y excelso como las estrellas más altas. Al final, toda la naturaleza del desierto participaba, los avestruces con su retumbe, los chorlitos nocturnos con sus silbidos de aguas profundas, los búhos con su ulular solemne y las chotacabras con su voz de castañuelas. Y, en los intervalos entre las oleadas de la creciente marea de sonidos, se oía a las chicharras nocturnas como sopranos, como hileras de serafines y de querubines apilados unos sobre otros, y su canción se elevaba y se remontaba y se cernía hasta que me parecía que llegaba tan alto que estremecía a las mismas estrellas y las hacía someterse al ritmo de abajo y taconear por todo el suelo negro y resplandeciente de aquel cielo del desierto. Al final, la danza generaba una atmósfera tal de unidad y pertenencia entre todos que cuando llegó a su apogeo y se halló el fuego sentí que yo, que había llegado hasta allí desde un mundo tan remoto, no era ya un extraño que estuviese solo y aislado, sino alguien que había hallado asilo en un antiguo templo y que participaba por vez primera de un acto de comunión natural con una de las mayores congregaciones de vida que hayan existido."
(Laurens van der Post. Descripción de la danza del fuego de los bosquimanos del Kalahari: "A Mantis Carol")

viernes, 20 de agosto de 2010

El aspecto oscuro de la Diosa

"El estudio de Perera sobre el descenso de Inanna al mundo subterráneo, al estar escrito por una mujer, nos da una visión profunda y personalmente auténtica de ese lado nocturno de lo femenino que resulta tan aterrador que el patriarcado tenía que reprimirlo. Incluso en su aspecto más luminoso y diurno, como reina del cielo, de la vida y de la fertilidad, el simbolismo de Inanna no refleja seguridad plácida y estática, sino que "como la radiante y errática estrella vespertina y matutina... representa energías que es imposible mantener o contener o hacer seguras e indudables." Representa una consciencia de transición y frontera... creatividad y cambio... preside los altibajos del destino, que es a la vez impredecible e inexorable, y obliga a aceptar la vida como un proceso de cambio continuo.
Según el poema sumerio, Inanna es también una diosa león de la guerra y matadora del dragón, "el corazón de la batalla", "el brazo de los guerreros", "que todo lo devora con su poder, la de corazón fiero y rostro aterrador", ambiciosa, regia y poderosa, es también, con la misma pasión, la diosa del amor sexual... Anhela y toma, niega y destruye, y luego se lamenta y compone cantos afligidos...No despierta el deseo desde dentro, sino que proclama su necesidad activamente y celebra su cuerpo en la canción...amorosa, celosa, afligida, gozosa, tímida, exhibicionista, ladrona, apasionada, ambiciosa y generosa. Pero es también virgen, eternamente joven, dinámica, feroz e independiente. Encarna el aspecto lúdico, autónomo e indomable de lo femenino.
Si la encarnación de esta gama feroz e indomable de afectos era bastante mala, el rostro sombrío e infernal de Ereshkigal, su otro lado, resulta aún más aterrador para el ego patriarcal en formación en ambos sexos. Ereshkigal rige todas las cosas que parecen oponerse a la vida: Muerte, no ser, aniquilación, vacío. "Ella es la raíz de todo, donde la energía es inerte y la conciencia duerme enroscada. Ella es el lugar donde la vida potencial yace inmóvil, pero agitada por las angustias del nacimiento; está debajo de todo lenguaje y distinción, pero juzga y actúa, llena de codicia, de miedo a perder e incluso de autodespecho, de cólera, de violencia destructiva sadomasoquista, cruda instintividad escindida de la conciencia... el terreno peligroso sobre el que pisa la conciencia, como aspectos inevitables del mundo subterráneo arquetípico, un agujero negro donde se invierte la energía y así se transforma"... que entraña también putrefacción, descomposición y gestación, "que obran sobre el recipiente entregado y pasivo invasoramente y contra su voluntad... como fuerzas impersonales que devoran, destruyen, incuban y dan a luz con crueldad implacable, produciendo así una sensación desesperada y vacía de esterilidad, vacío o pérdida, una angustia abismal, sufrimiento y desvalidez y futilidad, una pérdida de individualidad... una sensación de frialdad despreocupada, como el ojo de la muerte, que rechaza la proximidad, la relación y hasta la piedad... El dominio de Ereshkigal, cuando estamos en él, parece ilimitado, irracional, primordial y totalmente indiferente, destructivo... Contiene una energía que empezamos a conocer mediante el estudio de los agujeros negros y de la descomposición de los elementos, así como... del proceso de fermentación, del cáncer, de la putrefacción, y por las actividades del cerebro inferior que regulan los movimientos peristálticos, la menstruación, el embarazo y otras formas de vida corporal a las que debemos someternos. Es el aspecto destructivo-transformador de la voluntad cósmica. Ereshkigal, a través del tiempo y del sufrimiento, destruye implacable todas las distinciones en sus fuegos indiscriminados... e impulsa, sin embargo, la nueva vida. Simboliza el abismo que es origen y fin, el terreno básico de todo ser..."

(Edward C. Whitmont: Retorno de la Diosa)

Alquimia e individuación

"Para comentarlo alquímicamente, es muy frecuente que la piedra filosofal esté rodeada de material extraño que no le pertenece y que, por consiguiente, hay que lavar o quemar hasta que desaparezca. Es un hecho que, en el proceso alquímico, no todo tiene que ser integrado; hay algo que se llama ya sea la tierra condenada, terra damnata, o bien res extraneae, cosas exteriores o externas, que hay que desechar en vez de integrarlas. Hay que tirarlas, sin más ni más. Con frecuencia la gente... cree que todo lo que sucede, sea lo que fuere, pertenece al proceso y debe ser integrado, pero esto es verdad sólo cum grano salis; es un hecho que no todo pertenece... las actitudes colectivas o la identificación con otras personas estorban el desarrollo del individuo. Mucha gente no llega a sí misma debido a su admiración por alguna otra persona, quizá del mismo sexo; siempre se esfuerzan por ser como esa persona y por eso pierden la oportunidad de llegar a ser ellos mismos. Como una serpiente mira fijamente a un conejo, así miran ellos a otro, o a una idea colectiva. Eso es algo externo, no es lo que ellos son, no les pertenece, y esas cosas no tienen que ser integradas. Los sueños le dirán a uno que se aparte de eso, que lo deje, que no es suyo y no tiene por qué interesarle.
Por lo tanto, la individuación significa también diferenciación, separación, el reconocimiento de lo que es nuestro y de lo que no lo es. Lo demás, hay que dejarlo en paz. La libido y la energía no se han de desperdiciar en cosas que no nos pertenecen. Por ende, se puede decir que hay tanto separación como integración, y eso sería regeneración a través del fuego, hasta que... uno alcance un estado de tranquilidad, porque cuando las gentes pueden renunciar a ideales o actitudes colectivas que no le corresponden, de pronto se sienten en paz. De pronto se relajan y dicen: "Gracias a Dios, siempre creí que tenía que ser brillante, y ahora me doy cuenta de que no tengo por qué". Sólo habían estado mirando fijamente a alguien que lo era. De esa manera se redime uno del esfuerzo constante por lograr algo que, en realidad, no le pertenece.
Después se describe la totalidad del proceso como la tierra que se convierte en agua, el agua en aire, el aire en fuego y el fuego en tierra. Ahí tienen ustedes la idea clásica de la circulatio, de moverse a través de los cuatro elementos, de repetir nuevamente el proceso, pero siempre en otro nivel. Es la idea clásica de ir rodeando el Sí Mismo a través de los diferentes elementos y de las diferentes formas; es, entre otras cosas, la circunvalatio, el proceso de individuación a través de las cuatro funciones y de diferentes fases de la vida.
En el proceso de individuación es muy frecuente que emerjan una y otra vez los mismos problemas; parece que ya estuvieran resueltos, pero después de un tiempo reaparecen. Si lo vemos bajo una luz negativa, nos desalentamos y decimos: aquí está otra vez lo mismo, la misma antigualla; pero cuando se lo mira más de cerca, uno suele ver la circulatio, porque la cosa simplemente ha reaparecido en otro nivel. Por ejemplo, ahora puede haberse convertido en un problema de sentimiento.
Tomemos los tipos intelectuales e intuitivos, que recorren muy rápidamente un proceso analítico y que parece que entendieran mucho de psicología jungiana y de lo que les está pasando interiormente. Asimilan mucho, pero para ellos no se ha convertido en un problema ético; el sentimiento queda fuera, y con ello se omite el aspecto ético, lo que significa que en su comportamiento ético en el mundo mantienen el mismo viejo estilo... Hablan del proceso de individuación como si hubieran llegado allí y lo conocieran muy bien, lo que en cierto sentido es verdad, porque lo han asimilado, digamos, en fuego, pero todavía no en tierra. De modo que el fuego tiene que cambiarse en agua y el agua en tierra, y después tienen que volver a vivir toda la cosa una vez más como problema ético. A veces esas personas descubren de improviso que están de nuevo en el comienzo, que no han aprendido ni siquiera el ABC del problema de la sombra o de algo semejante, y dicen que ahora por fin entienden el problema, porque hasta entonces sólo lo habían entendido de un modo parcial.
Esto sucede constantemente con la comprensión psicológica; hay muchas capas, y algo siempre se puede entender en un nivel nuevo y más profundo. Uno lo entiende con una parte de sí mismo, y entonces la moneda sigue cayendo, digamos, y uno se da cuenta de la misma cosa, pero en un nivel mucho más vivo y más rico que antes, y eso puede continuar indefinidamente hasta volverse completamente real. Incluso si uno siente que se ha dado cuenta de algo, debería tener siempre la humildad de decir que así es como lo siente por el momento; unos años más tarde quizá diga que antes no lo sabía en absoluto, pero que ahora puede entender lo que aquello significaba.
Eso es lo que me parece tan hermoso en este trabajo: que es una aventura que no termina nunca, porque cada vez que uno da vuelta a una esquina se le abre una visión totalmente nueva de la vida; uno nunca sabe ni lo tiene completamente claro, ni siquiera en el caso de las cosas que por el momento siente que tiene bien ordenadas.
La última sección se refiere al espíritu viviente y a la espiritualización del cuerpo, haciendo el cuerpo incorpóreo y el espíritu concreto. Es otro aspecto de una coniuctio, de una unión de opuestos...
Todos los acontecimientos externos de la vida no son más que símiles, en cierto sentido, no son más que parábolas de un proceso interior, simbolizaciones sincrónicas. Hay que mirarlos desde ese ángulo para entenderlos e integrarlos, y eso sería espiritualizar lo físico... el cuerpo tiene que ser espiritualizado y el espíritu tiene que encarnarse. Deben suceder ambas cosas... La alquimia compensa la unilateralidad de la espiritualización cristiana. Es ese movimiento subyacente, que no es anticristiano, sino que completa al cristianismo, aproximando más los opuestos, trayendo la vida física y lo relacionado con ella más dentro del campo de la observación y la atención..."

(M. Louise von Franz: Alquimia. Introducción al simbolismo)

miércoles, 18 de agosto de 2010

Tiempo de partida

Me estoy pelando como una cebolla.
A capas.
Primero fueron las certezas, los planes, los proyectos. El no tener ni idea de para dónde tirar ni qué hacer. De esta "peladura" di testimonio en varias entradas de este blog.
Ahora son los roles que, de alguna manera, lo supiera yo o no, me daban identidad. Roles profesionales (terapeuta, cuidadora...), roles personales (madre, pareja, hija, amiga...), roles de carácter (amable, protectora...), roles de sexo, de edad, de "bando"...
Lo curioso es que el proceso te lleva por lugares desconocidos (y caminos no exentos de dolor) y no sabes por dónde, ni a dónde, vas, hasta que un día te das cuenta de que te has desidentificado de un montón de supuestos. Lo que ignoras -lo que no puedes ver- es lo que queda. Ni lo que quedará cuando no quede nada que no deba quedar.
Parece ser que éste es un continuo tiempo de partida.

El soneto que sigue fue publicado en este blog, el 14 de agosto, por unas breves horas, y luego retirado porque lo sentí descontextualizado.
Vuelvo a ponerlo ahora, acompañado de los comentarios que se le hicieron, con mis disculpas a quienes dejaron, entonces, sus mensajes.


TIEMPO DE PARTIDA

Hay en partir una alegría extraña
y una extraña tristeza soterrada,
y una certeza nueva en la mirada
y un dolor que la nubla y que la empaña.

Hay en partir un acto de desgarro,
de corte seco y radical herida.
Hay un poder inmenso en la partida,
de pura intensidad a bocajarro.

¿Cómo será partir hacia otro espacio?
¿Cómo será partir hacia otra vida,
antes de que claree la alborada?

Y comenzar a caminar despacio,
y abandonar la tierra conocida
en el silencio de la madrugada.

A.S.


5 comentarios:

Manuel Ameneiros dijo...
Amelia,
Toda despedida es triste; toda partida es dolorosa, sobretodo cuando tenemos la certeza de no retornar.
Pero más dolorosa es aún, cuando partes sin despedirte de nadie, en el medio de la noche, con rumbo incierto...

Un abrazo.

Graciela dijo...
Me gusta como hablas de la melancólica belleza de cada partida.
Un beso, amiga.

mariajesusparadela dijo...
La partida es inevitable .Y duele.
Pero cuando , por dolorosa e inevitable, hace nacer ese soneto, partir es menos duro porque os ha hecho felices.
Dolor y belleza.

Olga i Carles dijo...
La partida cuando estamaos demasiado atados, nos puede volver locos de pesar.
La partida cuando amamos libremente la vida se convierte en una bella armonía.

Gracias.


Amelia dice:
Manuel, Graciela, Maria Jesús, Olga, mis disculpas y gracias.

lunes, 16 de agosto de 2010

Luz entre dos oscuridades

"Vi todo el planeta, el grano de arena, con sus atareados enjambres, como un circo donde los antagonistas cósmicos, dos espíritus, estaban preparándose ya para una lucha crítica, asumiendo disfraces terrestres y locales, enfrentándose en nuestras mentes despiertas a medias. En una ciudad tras otra, en un pueblo tras otro, y en innumerables granjas solitarias, quintas, cabañas, chozas, en todos los agujeros donde las criaturas humanas se preocupaban por sus comodidades, escapatorias y triunfos pequeños, fermentaba la gran lucha de nuestra época.
Una voluntad se alzaba como un desafío en nombre de un mundo nuevo, anhelado, razonable y gozoso, donde todo hombre y toda mujer tendrían la posibilidad de vivir plenamente, y de vivir al servicio de la humanidad. La otra parecía ser esencialmente el miedo a lo desconocido. ¿O era algo más misterioso? ¿Podría ser una voluntad de dominio que fomentaba para sus propios fines la pasión de la tribu, arcaica, vengadora y enemiga de la razón?
¿Cómo enfrentar una época semejante? ¿Cómo alimentar el coraje cuando sólo se es capaz de virtudes domésticas? ¿Cómo preservar a la vez la integridad de la mente, y no permitir nunca que la lucha destruya en el propio corazón lo que se quiere realizar en el mundo, la integridad del espíritu?
Dos luces como guías. La primera, nuestro átomo resplandeciente de comunidad, con todo lo que esto significa. La segunda, la luz fría de las estrellas, símbolo de la realidad hipercósmica, con su éxtasis cristalino. Curiosamente, en esta luz, en la que el amor más alto es tasado fríamente, y en la que aún la posible derrota de nuestro mundo despierto a medias es contemplada sin remisión de alabanza, la crisis humana alcanza mayor significado. Es raro que parezca más urgente, y no menos, participar en esta lucha, este breve esfuerzo de criaturas microscópicas que tratan de ganar para su raza algún acrecentamiento de lucidez, antes de la oscuridad última."

(Olaf Stapledon: "Hacedor de Estrellas")


Olaf Stapledon escribía estas palabras finales de su "Hacedor de Estrellas" en 1937. Socialista convencido, se encontraba, como tantos otros hombres y mujeres de su tiempo, intensamente preocupado por el ascenso de los fascismos, que amenazaban con arrasar toda comunidad, toda racionalidad, toda lucidez trabajosamente ganadas a las tinieblas del origen. Humanista y anhelador de un misticismo en el que nunca pudo, sin embargo, descansar, no le parecía carente de sentido la lucha por acrecentar la comunidad y la lucidez humanas, antes de lo que él consideraba la inevitable zozobra en la "oscuridad última".
Sus palabras, sin embargo, podrían haber sido escritas hoy, porque lo que él llamaba "la gran lucha" de su época es, en realidad, la gran lucha de cualquier época, y también la de la nuestra.
Y es que entonces, y ahora, y siempre, esos dos espíritus, el que aspira a un mundo pleno, razonable y gozoso para hombres y mujeres, y el que utiliza, en nombre del dominio, el arcaísmo de la "pasión de la tribu", siguen contendiendo, en el circo de la realidad externa y en el de nuestros corazones.
Como entonces, también hoy asistimos al ascenso de una barbarie que amenaza con arrasar (muchas veces en nombre de Dios, otras tantas en nombre del mercado, y bastantes en nombre de ambos) las delicadas conquistas de milenios de amor, de fe y de trabajo de generaciones enteras. Las aspiraciones de libertad, igualdad y fraternidad, los derechos humanos, la igualdad de derechos entre los sexos, la libertad de creencia, de opinión, de expresión, la dignidad humana, y la tímida y reciente extensión de estos ideales a nuestro hermanos animales y la Madre Tierra.
¿Cómo haremos, entonces, para salvaguardar y acrecentar para nuestros hijos e hijas este patrimonio, este legado que nos ha sido transmitido por los que estuvieron antes?
Y es que esta especie, esta especie tan animal como todas las demás, tan casual como todas las demás, tan efímera, tan producto de una evolución ciega, esta especie habitante de un minúsculo planeta en el arrabal de una pequeña galaxia, se ha atrevido a levantarse, mirar su mundo, especular sobre su origen y destino, reflexionar, aspirar a la justicia, amar, creer, construir, generar belleza y dedicar el breve espacio de cada vida, y el breve espacio de la vida colectiva, a algo más que la pura supervivencia.
Que tanto y tan gozoso atrevimiento sea sólo un efímero y amoroso destello entre dos oscuridades no le quita ni un ápice de dignidad y sentido. A fin de cuentas, como la rosa de Silesius, somos sin por qué, y florecemos porque florecemos. Y nuestro florecer enriquece al Universo.
¿Cómo afrontar, entonces, nuestra época, carente también de garantías de que vaya a sobrevivir nuestro mundo?
Esta misma pregunta se le hacía a un Jung ya anciano y sabio, y creo que su respuesta tiene también sentido para nosotros. Desde su perspectiva, la civilización podría seguir su marcha si un número suficiente de hombres y mujeres realizaban en sí mismos el trabajo de individuación, de integración de su totalidad, ese trabajo que pasa por la aceptación de nuestra oscuridad (la sombra), por la integración de lo que nos es otro y ajeno (el ánimus/ánima) y por el servicio al Self que es la propia totalidad, la de uno y la de todos (y la de todo).
Porque la sombra de la barbarie que amenaza nuestro mundo vive, en primer lugar, en nuestra mente y nuestros corazones, y porque la otredad a la que tememos es aquélla que nos complementa, y porque la totalidad a la que debemos servir es nosotros y siempre nosotros.
Cada vez que vemos un noticiario, cada vez que oímos un relato terrible o vemos una imagen de injusticia y sufrimiento, tenemos varias opciones. Una, el odio que añade enfrentamiento a los bandos. Otra, la indiferencia que nos aisla. Una tercera, la crítica al opresor "externo". Creo que existe una postura más compleja, que tiene que ver con la aceptación de la barbarie del mundo como nuestra, del dolor del mundo como nuestro, del amor al mundo como vía de sanación individual y social.
Hoy leía en un blog amigo, "El silencio de las caracolas", una frase de Machik Labdrön que me resonaba profundamente: "En otras tradiciones los demonios se expulsan al exterior. En la mía se aceptan con compasión".
Y en esa aceptación, unida a un compromiso de construcción adentro y afuera, podremos (quizás) ser e irradiar esa lucidez de la que hablaba Stapledon, ese creciente nivel de consciencia, ese amor sin por qué que ha florecido en nuestra especie. Y dignificar al cosmos con una cálida, hermosa luz entre dos oscuridades.

jueves, 12 de agosto de 2010

Será lo que será

En psicología, ciencia multiparadigmática para los optimistas y preparadigmática para los otros, hay quien se refiere a las distintas teorías y orientaciones como "mitos terapéuticos", es decir, formulaciones más o menos afortunadas cuya única pretensión debe ser el resultar útiles para los terapeutas que se sienten, digamos, a gusto encuadrándose en alguna de ellas, y para los pacientes, que ven en casi cualquiera una explicación convincente de lo que les sucede y de cómo librarse de ello.
Sin entrar ni salir en la absoluta o relativa exactitud de lo anteexpuesto, he de decir que con las orientaciones espirituales tiendo a pensar que ocurre lo mismo que con las psicológicas. Que todas las formulaciones del... vamos a llamarle camino espiritual, incluidas las que niegan que haya tal camino, me suenan a poemas, a formas de aludir a lo que no tiene alusión posible, a mitos para buscadores, útiles para lo que son útiles y para de contar.
No significa eso que no me parezcan bellas, importantes y esclarecedoras. Ni significa tampoco que no las use. Otro tema es que me las crea. O que me parezcan más o menos verdaderas.
La realidad es que sobre ese tema, sin duda el que más me interesa en esta vida, me importan crecientemente un rábano las teorías y formulaciones. Porque lo que realmente me importa es andar con la nariz pegada al suelo rastreando, rastreando un cierto olorcillo que mis tripas identifican como a verdad. El rastro del Amado, por utilizar uno de los muchos idiomas posibles en estos asuntos. O el rastro de la cosa, del asunto, de eso. De Eso, qué demonios. Y a ese rastro (por cierto, cada vez más... inconsutil) me atengo sin miedo a contradecirme, a pasar de vía directa a etapas, de camino cristiano a budismo, de advaita a deísmo bakti de lo más chato, de mito a misticismo, de vía ascendente a vía descendente, de mano derecha a mano izquierda, de Jung a Nisargadatta, Liquorman, Adyashanti o Juan de la Cruz, según lo que en cada momento me exprese con más claridad.
Ya sé, ya sé que cualquiera que entienda un poco de estos asuntos va a poner el grito en el cielo y a decirme que así no voy a ninguna parte. Que hay que sentarse en una única silla , seguir una única práctica, y perseverar para llegar a alguna parte en el curso de esta vida. Pero yo, nada, tan terne. Sin hacer ni pastelero caso a nadie, oye, que así me van las cosas, a mis años y tan escasísimamente iluminada. Pero es que cada vez que he intentado desviarme de mi manera de hacer, ser y sentir (y lo he hecho muchas, muchísimas veces) para hacer lo que se supone que hay que hacer, siento, noto y mi nariz me indica que pierdo la autenticidad, el norte, la brújula y hasta la escóbula. De modo que me he resignado a perderme yo solita y encontrarme (cuando puedo) yo solita también, lo que no significa que no atienda, aprenda de y esté inmensamente agradecida a los compañeros de viaje que en tramos del camino (a veces largos) me acompañan por sus vericuetos, a los maestros que me dan señales y me pegan toques, y a los que a veces son una cosa, a veces otra y a veces ambas. Ellos y ellas.
He notado, además, que en mis vagabundeos por (espero) el dharma, hay una pauta. Un ciclo, por así decir, y que ese ciclo es espiralado. Que pasa, a veces, por los mismos, o parecidos, "lugares" internos, pero a distintos niveles de profundidad. Y que en mis (obsesivas y recurrentes) lecturas de esas formulaciones a las que he llamado "poemas", de pronto descubro indicios que resuenan con lo que "experimento". Reconocimientos del paisaje. Y me siento aliviada. No estoy loca del todo, ni totalmente extraviada. Alguien, antes que yo, ha pasado por aquí. Y ha dejado un rastro de piedrecitas blancas, Dios lo bendiga.
Siento, por otra parte, que cada vez busco menos, y que, en cambio, "algo" parece atraerme como sobre raíles en una dirección inevitable. Que sea o no "la" dirección, como dice la canción, ya mañana se verá. Y será, será lo que será.
Con o sin lenguaje desenfadado, esto, este rastrear algo que no sé nombrar, pero cuyo aroma ha llenado mi vida, pasa en este momento por la vía del amor. Del amor al mundo y a todos y cada uno de los seres que lo constituyen. De saber, sentir en los huesos, que todo y todos somo un único cuerpo místico, la red de Indra de la mitología hindú, formada por joyas cada una de las cuales no es más que el reflejo de todas las demás. De saber que soy, como decía Borges (cito de memoria), "todos los autores que he leído, toda la gente que he conocido, todos las mujeres (hombres, en mi caso) que he amado, todas las ciudades que he visitado, todos mis antepasados...", todos y cada uno de vosotros, los espejos donde me veo reflejada, la gente que "atraigo" a mi vida, porque en realidad son yo, todo lo que veo, pienso, percibo, amo, odio... todo eso que es yo. Y viceversa. Y en eso, en el centro mismo de todo eso, y siendo eso, Eso.
Y así vamos, caramba. Habrá que ver... a dónde vamos, eso sí.

domingo, 8 de agosto de 2010

El niño divino y el héroe

Leía el otro día un librito de Claudio Naranjo, "El niño divino y el héroe", y me interesaba su planteamiento de que, en los cuentos y, en general, en la literatura mal llamada "infantil", pueden encontrarse, a grandes rasgos, dos tipos de relatos, que él llama "patriarcales" y "matriarcales", sin importar si han sido escritos por hombres o por mujeres.
Los relatos patriarcales, según el autor, se caracterizan por la estructura "heroica", con un protagonista (él o ella) imperfecto en un mundo imperfecto. Es el deseo, el deseo de lo que no está, de lo que no es, pero que puede conseguirse, lo que lleva al héroe a emprender su travesía, su viaje iniciático, en el cual y a través del cual tanto el protagonista como el mundo cambian para mejor. Los relatos heroicos, que tienden a ocurrir en lugares lejanos, exóticos o mágicos, suelen tener, además, finales felices. Se desarrollan en el tiempo, con un argumento, en ellos pasan cosas, y prima el "hacer" sobre el "ser". Naranjo pone como ejemplo a las Crónicas de Narnia, de C.S. Lewis, o El Hobbit, de Tolkien, pero podríamos añadir muchísimos cuentos clásicos, así como mitos. En realidad, se trata de la estructura que describe Campbell en "El héroe de las mil caras", una estructura, por lo demás, prácticamente universal.
Los relatos matriarcales, por el contrario, suelen desarrollarse en el mundo de lo cotidiano, tener poco argumento, suceder prioritariamente en el presente y no plantearse el tema del cambio. Su protagonista, en efecto, no cambia. No tiene necesidad de cambiar. Es, desde el origen, un ser inocente. El niño divino. El arquetipo de la confianza sin esfuerzo, en contraste con la actitud esforzada del héroe. Donde el héroe aprende, el niño sabe, y donde el héroe transforma, el niño acepta. Naranjo propone los ejemplos del Principito, de Saint Exupery, o La familia animal, de Jarrel. Son historias donde el tema son las relaciones y el amor. El amor, incluso, por un mundo y unos seres imperfectos, que es una de las características del niño divino. Y la primacía del ser sobre el hacer. Los finales, además, suelen ser agridulces, con el regreso del niño divino a su lugar de origen, desde donde, sin embargo, continúa, de alguna forma, iluminando el gris del mundo con su existencia.
Son, creo yo, dos poderosos arquetipos, y dudo que podamos permitirnos prescindir de ninguno de ellos en nuestro psiquismo y nuestra vida. Y hay, además, relatos en los que ambos polos se integran. Donde hay lugar para el hacer y el ser, el cambio y la esencia, la aventura transformadora y el amor. Estoy pensando en una hermosa serie, los Libros de Terramar, de Ursula K. Le Guinn, y en su protagonista, Ged, primero aprendiz de mago, capaz de liberar sobre el mundo, en su orgullo y su habilidad sin control, un mal terrible, de partir luego e integrar en sí mismo ese mal (la sombra), haciéndose con ello más completo, de realizar las hazañas y transformaciones que demanda su mundo para cambiar a mejor, transformándose simultáneamente él mismo en ese hacer, y de renunciar luego a todo poder, acción y resultado, retirándose a una cotidianidad sin tiempo ni heroicidad junto a su compañera Tenar, la segunda protagonista de la serie, que también se ha despojado de todo poder ganando, en cambio, sabiduría y transparencia, en una de las historias de amor más bellas y sencillas que me ha sido dado leer.
Recomiendo, desde luego, en este tiempo de verano, a todos los aficionados a la literatura fantástica, esta serie, menos conocida que otras como El Señor de los Anillos, pero más sutil, delicada y, en cierto sentido, completa.
Por lo demás, ser y hacer, aceptar y transformar, buscar el cambio y amar, son polaridades que se suceden, se alternan, se integran y se transforman una en la otra continuamente en nuestra vida. Somos, debemos ser en simultaneo, niños divinos y héroes, honrando el hacer y el proceso que nos transforma y transforma nuestro mundo, y también nuestro ser, nuestra inocencia esencial e inmutable, desde la que surge todo amor. Los dos polos de nuestra humanidad y nuestra alma.

domingo, 1 de agosto de 2010

Un rostro torturado

De nuevo en el blog de Graciela Bello (gracielabello-art.blogspot.com), encuentro la reproducción de una portada de Time con una fotografía impresionante de una mujer muy joven con el rostro mutilado. Al parecer, se trata de Aysha, de 18 años, condenada por los talibanes a perder la nariz y las orejas por haber intentado huir de su marido, que la maltrataba.
Más allá del horror, de la indignación, de los sentimientos, en cierta forma, fáciles, que nos asaltan a casi todos al conocer noticias de este tipo, yo me preguntaba quién es más digno de compasión, si la joven, convertida en chivo expiatorio de una concepción del mundo brutal, por primitiva (de nuevo recordaba el pensamiento de Teilhard: El mal es lo evolutivamente inferior);si sus jueces y verdugos, que muy probablemente creen estar haciendo lo "correcto", y convertidos por nosotros en chivos expiatorios que cargan con la sombra de nuestra brutalidad, de la brutalidad de todos, que es más fácil ver reflejada "allí" que "aquí"; o si nosotros mismos, sintiéndonos "virtuosos" en nuestra indignación, e incapaces de admitir en nuestro interior que hemos creado y mantenemos colectivamente una sociedad que ve más urgente realizar rescates billonarios de una banca corrupta que destinar recursos a condiciones de vida dignas, comida, educación, sanidad y justicia para nuestros semejantes. No por "ayuda humanitaria", sino por eso, por semejanza. Porque ellos (talibanes incluidos) son nosotros, y sus problemas, los nuestros.
No tengo la solución ni a los problemas de nuestro mundo ni al rostro torturado de una niña. Pero sé, íntimamente sé, que tengo una parte de responsabilidad en eso que ocurre, "allí" y "aquí". Y sé también que nuestra forma de vida, la de Occidente, esa que me permite ser mujer y, sin embargo, saber leer y escribir, reflexionar, haber superado enfermedades que me habrían matado hace años de vivir "allá", comer todos los días, sin pensar siquiera en ello, tener acceso a todo lo necesario y lo superfluo, y, en definitiva, poder estar sentada tranquilamente "aquí", escribiendo estas líneas; esta forma de vivir y de ser, digo, es producto de un plus que me regalan, se asienta sobre el trabajo y el sufrimiento de muchos de mis hermanos menos afortunados, y si se me da, si se me regala, debe ser para algo. No es un don gratuito.
No creo que se trate de desmontar nuestra forma de vida y retornar todos a un estadio anterior, porque este estilo de vida nuestro, con todas sus injusticias y defectos, sigue siendo, a pesar de todo, con sus ideales de libertad, igualdad y fraternidad, lo mejor que, en términos de convivencia, ha construido la humanidad, y debe ser preservado y ampliado y perfeccionado como una antorcha de esperanza para todos.
Digo, sin embargo, que esta vida privilegiada que se nos ha dado no es, en términos absolutos, "nuestra". Es para crear, para generar nuevas posibilidades, para adquirir consciencia, para vencer al miedo, para amar... Es para vivirla sabiendo que nuestra experiencia de vida, mayor o menor, pasará a formar parte del patrimonio de ese cuerpo místico que somos todos, allí donde somos uno la joven torturada, sus verdugos y nosotros, compartiendo en comunión esta experiencia de existencia humana.
Digo que, como los siervos de la parábola de los talentos, algo tendremos que hacer, algo tendremos que hacer con ese don, ese plus energético que se nos regala sin mérito por nuestra parte. Algo que haga que, en el acierto o en el error, en el triunfo o en el fracaso, nuestra pequeña, pequeñísima vida, constituya un aporte a una obra común. El nuestro. El que sólo cada uno de nosotros puede hacer, porque cada uno de nosotros es un individuo único que nunca, nunca más se repetirá en el universo.
Y digo también, a otro nivel, que la solución a los problemas generales pasa por nuestra integración interna, la de cada uno, y que, del mismo modo que un estado de opinión y, en definitiva, un nivel de consciencia colectivo, ha llevado a la igualdad jurídica, a la educación general, a la sanidad para todos y al respeto (relativo) a las minorías "aquí", en nuestro privilegiado Occidente, será un estado de opinión y, en definitiva, un nivel de consciencia colectivo el que llevará a la extensión de eso que ahora es privilegio de unos pocos, a todos nuestros semejantes.
Y digo que es responsabilidad de cada uno de nosotros ir más allá de la condena fácil y utilizar ese plus que se nos da para alcanzar, e irradiar, ese nivel de consciencia.