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miércoles, 28 de marzo de 2012

W. Giegerich: La tecnología y el alma

"Si traemos a la bomba (atómica) lo que hemos aprendido de Jung, ya no podemos despachar psicológicamente la bomba como un "problema" que debe tratarse técnicamente -mediante la ciencia, la política y la moralidad. Todo esto no sería sino ""exteriorizar" (acting out). Nuestra cuestión no es cómo liberarnos de las armas nucleares existentes o cómo evitar que se usen o cómo proteger a la humanidad de ellas. Ante todo, la idea de nuestra responsabilidad moral es un mecanismo de defensa contra el fenómeno. Lo realmente necesario es salvar el fenómeno, que es la bomba. Tenemos que preguntar con Jung (quien se preguntó por el contenido de la neurosis, por el contenido de la psicosis), cuál es el contenido esencial o la sustancia imaginal de la bomba. Aún tratándose de lo que podría destruirnos, no debemos desertar el interés psicológico por conocer y por la verdad "teórica" en el sentido de la theoría griega. La bomba requiere ser conocida, y no sólo ser tratada prácticamente.


La actitud de la psicología analítica hacia el síntoma neurótico puede ayudarnos a ver que la bomba como síntoma colectivo es legítima. La idea corriente acerca de la bomba nuclear es que es un tipo de desgracia o de error. Pero es completamente apropiado psicológicamente que tengamos que vivir con la bomba. Como aquello que traería una total destrucción al mundo natural y transformaría la tierra en un yermo, saca a lo abierto lo que ha sido el motor de toda nuestra historia en Occidente. Nos trae a casa lo que ha sido la causa final de las acciones del hombre occidental: la destrucción de la naturaleza. Al comienzo de la historia de Occidente está la matanza de los dioses naturales. Fueron desacreditados ontológicamente y así se rompió el columna vertebral ontológica de la naturaleza. El tiempo fue reducido a sólo uno de sus modos, la sucesión. La experiencia del momento grávido fue trascendida en favor de los universales lógicos, metafísicos y científicos. Más tarde las ciencias y el Iluminismo comenzaron sistemáticamente la destrucción intelectual de la visión natural de las cosas y de toda tradición, declarándolas supersticiones, ilusiones primitivas, sustitutos imaginarios del conocimiento real, o medios de opresión de los pueblos a cargo de las clases dominantes. La tecnología añadió la destrucción del mundo natural a la aniquilación ontológica e intelectual. Luz artificial, energía artificial y máquinas, sustancias artificiales como el plástico, incluso órganos artificiales e inseminaciones artificiales, para mencionar sólo unos pocos ejemplos, equivalen juntos a una anulación radical del mundo natural. Esta anulación se vuelve aún más obvia en la destrucción de las selvas húmedas, la desertización de muchas tierras, la polución de las aguas, la tierra y la atmósfera. Y por supuesto políticamente la conquista colonial de las Américas, África, Australia, implicó la destrucción de los "Naturvölker" (pueblos indígenas) diezmándolos literalmente o invadiendo sus culturas indígenas. Lo que se les hizo, no sólo se les hizo a ellos. Se nos hizo también a nosotros, al hombre natural en nosotros mismos.


El telos global de la aniquilación del mundo natural que una vez informara nuestra consciencia y nuestras acciones inadvertidamente desde detrás, aparece ahora en forma pura y como presencia material desde fuera y ante nosotros, como siempre ocurre cuando la "tarea" de toda una época se aproxima a su completamiento y junto con ello arrastra un estadio de consciencia hacia su fin. Ahora el tiempo está maduro para que sepamos de qué iba toda la empresa llamada la historia del Occidente cristiano. La bomba como el síntoma y símbolo de las más elevadas aspiraciones el hombre occidental lo conjura y lo hace explícito. Antes, sólo podíamos ver acciones destructivas o acontecimientos que posiblemente podían explicarse como meros errores o equivocaciones en un camino que era, salvo por ellos, "inofensivo". La bomba cristaliza para nosotros el spiritus rector de Occidente en su totalidad. Ahora podemos ver con nuestros ojos que nuestra tradición cristiana no ha sido tan inofensiva e inocente como le gustaba creer a la gente. Ahora ya no puede haber negación. La bomba como hecho literal habla por sí misma. "Por sus frutos les conoceréis"...
... L

La bomba es el Portador de lo Inconsciente, en el sentido de Jung. Es una idea aduladora que lo inconsciente se manifieste primariamente en nosotros como nuestros deseos instintivos, sexuales, nuestras fantasías y síntomas. El verdadero inconsciente, como siempre, está afuera a nuestro alrededor. Hoy está en nuestra tecnología y en la condición económica del mundo.


Aun cuando Jung dijo que el proceso de individuación tal como lo concibió no excluye, sino que incluye al mundo, la psicología hoy todavía tiene el mundo fuera de sí. La psicología es ciega y sorda respecto a las grandes situaciones de nuestra era. No tiene nada que decir del dinero, la banca, la economía; de los nuevos descubrimientos en las ciencias; de la industrialización, del desempleo y la distribución del trabajo..."


(W. Giegerich)

No siempre estoy de acuerdo con Giegerich, pero me produce un enorme respeto la seriedad de su visión.
En este caso, si se me permite el atrevimiento, habla de la hybris de Occidente en el sentido de la búsqueda de un espíritu sin alma, en la misma dirección desarrollada en mi post anterior.
Acuerdo, además, con su conclusión: El síntoma debe ser escuchado. Y la bomba es un síntoma que nos habla a gritos.
Pero no es todo el espíritu rector de Occidente. Sólo encarna su hybris.