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miércoles, 28 de marzo de 2012

Honrarás padre y madre

"Honrarás padre y madre"
(Decálogo)

Es convicción que arraiga en mí de modo cada vez más profundo, el que, a lo menos en el mundo de lo humano, el espíritu sin alma se convierte, inevitablemente, en espíritu des-almado, en el sentido literal del término.
Parece, a mi entender, que el ser humano se constituye en el punto de encuentro, en el seno de la corporalidad, de alma y espíritu en el proceso de lo ignoto a lo ignoto que llamamos vida y muerte.
¿Será verdad que Dios es espíritu?
¿Será verdad que la vida humana, y la vida en general, es una especie de cursus honorum en que se va ascendiendo de modo sistemático hacia la cúspide de una pirámide, dejando detrás, como si de años académicos aprobados se tratara, nuestro ser carne y nuestro estar en el alma, para acabar morando en el seno de un espíritu puro?
Podría ser que semejante concepción de lo que somos, y también de ese infinitamente desconocido Dios-y-yo en el que parecemos existir, llevara a la inútil tarea de, como pretendía el inefable barón de Munchausen, salir del pozo tirándonos de las propias orejas.
Podría suceder que ese estremecimiento que, en ocasiones, me asalta en la presencia de personas supuestamente "espirituales", y que se asemeja al que se me produce ante un psicópata, proviniera de esa dejación del alma que parecen preconizar algunos senderos llamados, esta vez con toda propiedad, espirituales.
No puedo imaginar un estar-en-lo-que soy (estar en-lo-que-es) que me exija como precio dejar de ser todo lo que soy.
Y admiro la sabiduría de un catolicismo que define al hombre como compuesto de cuerpo y alma, a lo que habría que añadir el espíritu que esa misma tradición parece colocar exclusivamente "afuera".
No puedo ya decidirme a elegir entre los caminos "ascendentes" y "descendentes", ya que todo ascender y descender, todo "arriba" y todo "abajo" no pueden llamarse así más que en relación a un punto de vista necesariamente dual.
La simultaneidad del arriba y el abajo, de cuerpo, alma y espíritu, de "aquí" y "más allá", de tiempo y eternidad, me parece un retrato más ajustado de lo que es a la vez que va siendo.
El ser humano, en su trinidad, y también en su ser inmanente y trascendente, me parece un modelo más ajustado del Dios vivo que cualquier intento de "espiritualizar" al Ser.
Y así, aquí me quedo a la vez que avanzo y tal vez retrocedo, abandonando cada vez más el miedo a la pérdida de un Dios que nos constituye "a su imagen y semejanza", de un Dios que no puede ser perdido, ya que en él "vivimos y nos movemos y tenemos el ser"