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miércoles, 19 de octubre de 2011

La estructura de las revoluciones (en cuatro brochazos)

1.- Las condiciones objetivas comienzan a cambiar.

(En el caso de nuestro tiempo, la globalización hace que a los que manejan la pasta les resulte más rentable invertir en países con mano de obra barata y legislación laboral inexistente. Esos países, pese a la superexplotación a que se ve sometida la peña, comienzan a industrializarse, a desarrollarse, aunque sea de la manera más desequilibrada, y, como el personal ve la tele, empiezan a decir en número creciente que ellos también quieren juguetes como los de los niños de las películas... vacaciones pagadas, coche, agua caliente, apartamento en la playa, et al. Y, a otro nivel, libertad, democracia participativa, echar a sus dictadores al paro, etc.
Y surgen, en toda su pujanza, los llamados países emergentes, quienes, con todo el derecho, reclaman un nivel de vida semejante al del Occidente tradicional.
Occidente tradicional que, por otra parte, observa alarmado que, ante el empuje de esos nuevos y animosos competidores, tiene forzosamente que reducir su nivel de vida y sus privilegios. Consecuencia: Recorte de conquistas sociales a todos lo niveles. Ejemplificación, a nivel internacional y extendido, de la Ley de Bronce de los salarios.)

2.- La revuelta de ls privilegiados.

(Los privilegiados, en este caso, nosotros, los occidentales, incluídos los españolitos que se habían creído ingenuamente que eran Europa, se cogen un monumental y comprensible cabreo a la vista de los tijeretazos. Y comienzan a denostar del sistema, de ZP, de la madre que los parió a todos... y de los mercados que se suponía que se autorregulaban a mayor gloria de la abundancia general (y que, efectivamente, lo hacen, pero sólo a mayor gloria de la abundancia particular). Aparecen movimientos sociales de protesta que, de momento, no cuestionan el sistema. Sólo quieren mejorarlo, reformarlo, o simplemente, impedir que decaiga. Es decir, que siga habiendo café (preferiblemente) para todos, o al menos, para nosotros, los privilegiados del mundo.

3.- La gente (y/o países) jodida de verdad se suma al carro. Y la revuelta, las reivindicaciones y los métodos se radicalizan. A veces, muchísimo, fuera de todo control y proporción.

(Aún no está pasando en nuestras calles. Pero miremos a los palestinos, Al Qaeda, et al. Y lo que vendrá)

4.- El empuje revolucionario se lleva al sistema por delante. Los radicales ocupan el poder. Suelen rodar cabezas. Tiempo de desorden, experimentos sociales, etc.

("Volverán las alegres guillotinas", decía una pancarta de la mani del otro día.)

5.-Las fuerza moderadas se reorganizan. El impulso revolucionario se va frenando. La revolución cristaliza en nuevas instituciones y formas sociales y políticas. El exceso de radicaliusmo se persigue y reprime. Vuelve el orden , que es un orden nuevo que afianza nuevas conquistas. Pero que no es idealista, ni permite excesos. Se impone una nueva moderación. Fin de la utopía.

El estudio de revoluciones clásicas, como la francesa o la rusa, da como resultado un esquema como el descrito. Que es, probablemente, el mismo para toda revolución posible, tanto interna como externa.
Pero un nivel de consciencia mayor podría permitir integrar y asumir este conocimiento y, por tanto, crear síntesis nuevas.

¿Cómo? En eso estamos, ¿no?

O deberíamos estar.

Y una de las claves básicas sería: Autorregulación.

Nos va a hacer una falta de la leshe. Entre otras (muchas) cosas.