Solsticio de verano.
Los campos están sumergidos en un mar de calor.
En la montaña, bajo los árboles, el olor a resina resulta casi embriagador.
Apenas se ven animales, refugiados Dios sabe dónde del sol de justicia.
Ríos secos.
Trigales a punto para la siega.
Junto a los caminos, las zarzas aparecen cubiertas de flores blancas.