sobre cómo se levanta la luna sobre la nieve fría, noche tras noche,
fiel incluso mientras se difumina su redondez
y se convierte lentamente en esa última curva imposible,
pedacito de luz antes de la oscuridad final.
Sin embargo, no tengo fe en mí mismo,
me niego a darle la más mínima entrada.
Deja, pues, que mi pequeño poema,
como una luna nueva, delgada y apenas abierta,
sea la primera oración que me abra a la fe.
David Whyte