TEMER a Dios es muy bueno, pero mejor es amar:
Aún mejor, elevarse a Él por encima del amor.
II, 002: El amor es un imán.
EL amor es un imán, me atrae a Dios,
Y lo que es aún más, arrastra a Dios a la muerte.
I, 003: El hombre en Dios, Dios en el hombre.
SI soy el hijo de Dios, quien puede verlo,
Contempla al hombre en Dios, y a Dios en el hombre.
II, 004: El eterno Sí y No.
DIOS dice siempre sólo Sí*); el diablo dice no:
Por eso tampoco puede ser Uno y Sí con Dios.
*) Alusión al nombre de Dios. Aproximación entre el alemán ›Ja‹, ‹Sí›, y el hebreo ‹Yah›, que es uno de los nombres bíblicos de Dios.
…Sí: »Ja«, esto es: I A H, alusión al nombre de Dios en hebreo: IAH [IAHWE, IAHWE(H)], formado a partir de las consonantes Jhwh del texto hebreo –originalmente avocálico– y los signos vocálicos de adonai (‹mi Señor›).
II, 005: La luz no es Dios mismo.
LA luz es la veste del Señor; si te falta la luz,
Sabe, que no te falta aún Dios mismo.
II, 006: Nada es el mejor consuelo.
NADA es el mejor consuelo. Si Dios retira su brillo,
Debe la mera nada ser tu consuelo en el desconsuelo.
I, 007: La verdadera luz.
DIOS es la verdadera luz, lo que tienes no es más que resplandor,
Si no lo tienes a Él, la luz de las luces.
II, 008: Con el silencio se aprende.
CALLA, bienamado, calla: si puedes hacerme un silencio perfecto,
Te dispensará Dios un bien mayor del que tú deseas.
II, 009: La mujer sobre la luna.*)
¿QUÉ meditas tan profundamente? la mujer vestida del sol,
Con la luna bajo sus pies, tiene que ser tu alma.
*) en el Apocal.
II, 010: La esposa es lo más encantador.
DI lo que quieras: pero la esposa es el niño más encantador,
Que uno encuentra en el seno y en los brazos de Dios.
II, 011: La mejor seguridad.
DUERME, alma mía, duerme: pues en las heridas del Amado,
Has hallado la seguridad y la quietud perfecta.
Duerme, alma mía, duerme…: exhortación al sueño místico, ‹sopor mysticus, somnus mysticus›, según Sandæus.
II, 012: La virginidad.
¿QUÉ es la virginidad? pregunta qué es la divinidad:
Más si conoces la pureza, conoces a las dos.
II, 013: La divinidad y la virginidad.
LA divinidad está tan emparentada con la virginidad,
Que sin ella, no es reconocida por divinidad.
II, 014: Quien sólo una cosa ama, es esposa.
EL alma que nada sabe, nada quiere, nada ama, más que una cosa,
Debe ser hoy mismo la esposa del Esposo eterno.
II, 015: La pobreza mística.
¿QUIÉN es un hombre pobre? El que desorientado y desvalido,
No tiene criatura, ni Dios, ni cuerpo, ni alma.
II, 016: El sitial de Dios.
HOMBRE si no eres tan vasto como la divinidad de Dios,
Jamás serás escogido para sitial suyo.
I, 017: Dios no se niega a nadie.
TOMA, bebe, tanto como quieras y puedas, queda a tu arbitrio:
La entera divinidad misma es tu festín.
II, 018: La sabiduría de Salomón.
¿CÓMO? ¿Tienes sólo a Salomón por el más sabio?
Tú también puedes ser Salomón y su sabiduría.
II, 019: Lo sumo es estar sereno.
ESTAR ocupado es bueno: pero mucho mejor es orar;
Y mejor aún presentarse a Dios, el Señor, mudo y sereno.
II, 020: El Libro de la vida.
DIOS es el Libro de la vida, yo estoy escrito en Él
Con la sangre de su cordero: ¿cómo no habría Él de amarme?
II, 021: Tú debes ser lo supremo.
EL mundo es nada vana, los ángeles, vulgares:
Por eso debo yo ser Dios y hombre en Cristo Jesús.
II, 022: Elévate por sobre ti.
EL hombre que no eleva su espíritu por sobre sí,
no es digno de vivir en la condición de hombre.
Cf. Czepko, I, 46: «Despreciable es el hombre, que vive entre los hombres, y no se eleva por encima de lo que es humano».
II, 023: En Cristo se asciende.
PUESTO que mi Redentor ha superado a los ángeles,
puedo (si tan sólo quiero), volar por sobre ellos también yo.
II, 024: El centro.
QUIEN ha escogido el centro por morada,
ve de una ojeada lo que está en la periferia.
El centro es aquí Dios, la circunferencia, la creación, lo múltiple. Para conocer el mundo, hay que situarse en su centro: principio fundamental del conocimiento místico, cf. II, 183.
II, 025: Tú mismo creas tu inquietud.
NI criatura ni Dios puede llevarte a la inquietud:
Tú mismo te inquietes (¡OH necedad!) con las cosas.
II, 026: La libertad.
TÚ, noble libertad, quien no se entrega a ti,
no sabe qué ama un hombre, que ama la libertad.
II, 027: También sobre ella.
QUIEN ama la libertad, ama a Dios: a quien se abisma en Dios,
y todo aparta de sí, es a quien Dios se la concede.
II, 028: La igualdad.
LA igualdad es un tesoro: si la tienes en el tiempo,
tienes el reino de los cielos, y la plena beatitud.
II, 029: Muerte y Dios.
LA muerte es paga del pecado; Dios, recompensa de la virtud:
si no conquistas ésta, te llevarás la otra.
II, 030: Contingencia y esencia.
HOMBRE, hazte esencial: pues cuando el mundo perece,
la contingencia cesa, la esencia perdura.
II, 031: Goce divino.
QUIEN quiere gozar de Dios e incorporarse a Él,
debe permanecer junto a su sol, como un lucero del alba.
II, 032: Con el silencio, el canto es bello.
EL canto de los ángeles es bello: sé que tu canto,
si callas por completo, suena mejor al Altísimo.
Título en la ed. de 1675: »Schweigen übertrifft der Engel gethöne.«: «El silencio supera la música de los ángeles.».
II, 034: El buen uso no daña.
HOMBRE, si dices que algo te mantiene apartado del amor de Dios,
Es que aún no usas del mundo como es debido.
II, 035: Dios quiere lo que es precioso.
SÉ puro, diáfano y firme como un diamante,
Para que puedas ser valioso a los ojos de Dios.
II, 036: El libro de la conciencia.
QUE debo temer a Dios, y amarlo por sobre todas las cosas,
Está escrito en mi alma desde el principio.
II, 037: De una palabra depende todo.
UNA sola palabra puede valerme: si un día Dios la inscribe en mí,
Seré por siempre un cordero señalado con el sello de Dios.
Esta «palabra» es el Verbo divino.
II, 038: El esposo es más dulce.
PUEDES, si quieres, reconocer a Dios por tu Señor:
Yo no quiero llamarlo más que mi esposo.
II, 039: El que adora en espíritu y en la verdad.
QUIEN en sí puede elevarse a Dios por sobre sí,
Adora a Dios en espíritu y en la verdad.
II, 040: Dios es lo más pequeño y lo más grande.
¡MI Dios, qué grande es Dios! ¡Mi Dios, qué pequeño es Dios!
Pequeño como la cosa más pequeña, y grande como todo,
/ Necesariamente.
II, 041: El buen canje.
HOMBRE, si le das a Dios tu corazón, Él te da a su vez el suyo:
¡Ah, qué ventajoso canje! tú asciendes, Él desciende.
El buen canje: el canje místico de corazones era un tema muy cultivado por la emblemática espiritual del siglo XVII.
II, 042: Lo inferior no estorba.
A QUIEN reside sobre montaña y valle, y sobre las nubes,
No le mueve un cabello el trueno, el rayo ni el estruendo.
II, 043: La medianera debe desaparecer.
¡FUERA lo que se interpone, fuera! si he de contemplar mi luz,
No se debe levantar una pared ante mi vista.
II, 044: Qué es la humanidad.
¿PREGUNTAS qué es la humanidad? Te digo de inmediato:
es, en una palabra, la sobreangelidad.
Puesto que el hombre es capaz de un conocimiento que sobrepase al del querubín, de la deiformidad misma.
II, 045: Dios se ama sólo a sí.
ES una verdad cierta, dios se ama sólo a sí,
Y a quien puede ser en su Hijo su otro-Él.
II, 046: Quien es Dios, ve a Dios.
PUESTO que he de ver la verdadera luz, tal cual es,
Debo yo mismo ser ella: si no, no puede acontecer.
Aplicación mística del principio aristotélico (Ética a Nicómaco: 1165 b 17) y tomista del conocimiento del semejante por el semejante. Silesius lo ha tomado sin duda de Ruysbroeck: cf. El ornamento de las Bodas Espirituales III, II, y especialmente: «…esta claridad es tan grande que el amante contemplador no percibe ni experimenta en su propio fondo, en donde descansa, nada más que una luz incomprensible; y según la desnudez simple que envuelve todas las cosas, se siente y se encuentra transformado en la luz misma que le hace ver y nada distinto…» Pero allí donde Ruysbroeck describe una experiencia, Silesius formula una exigencia para el conocimiento de Dios.
II, 047: El amor no busca recompensa.
HOMBRE, si amas a Dios el Señor, y buscas recompensa en ello,
No has gustado aún lo que es amor y amar.
II, 048: A Dios se lo conoce en la criatura.
DIOS, el oculto Dios, se torna cognoscible y familiar
Por sus criaturas, que son proyección suya.
Principio que define toda una corriente de conocimiento místico; ¿en qué medida completa, en qué medida contradice el principio expresado en II, 46?: el conocimiento de Dios por la creación, los «Vestigia Dei» (San Buenaventura), la «Signatura rerum» (Böhme). La mística distingue clásicamente, desde San Buenaventura, tres grados de conocimiento de Dios: por el mundo (conocimiento de la tarde), por el alma (conocimiento de la mañana), por Dios (conocimiento del mediodía).
…familiar: »gemein«: este término, cuyo sentido de base tiene que ver con el del lat. communis, se reitera fundamentalmente en tres giros: ›(sich einem / mit einem) / (einem etwas) gemein machen, (einem) gemein werden, gemein sein‹. Cada vez que el contexto lo hizo posible (cf. por ej., aun la variante »allgemein«, V, 308), tradujimos por ‹comunicar› o ‹participar›, que mentan la relación de Dios con respecto a la criatura y de la criatura con respecto a Dios. Cf. II, 67 y 202; IV, 87 y 91; V, 186, 307 y 314; VI, 44, 46, 127, 128, 177, 229, 243 y 260.
…proyección: »Entwerfung«: derivación sustantiva del verbo entwerfen: éste término, nacido en el ámbito de la tejeduría gráfica, significaba originalmente ‹formar una imagen›. El sentido actual de provisionalidad lo recibe a través de la influencia del francés ‹projeter›, propiamente ›vor-werfen‹ (›werfen‹, ‹arrojar›).
II, 049: Dios ama la virginidad.
DIOS bebe la leche de la Virgen, y demuestra con eso claramente,
Que la verdadera virginidad es su bebida y su solaz.
II, 050: Dios se vuelve un pequeño.
DIOS se incluye, cosa inaudita, en la pequeñez del niño:
Ay, ¡si pudiera ser yo un niño en este niño!
II, 051: Lo inefable.
¿PIENSAS decir el nombre de Dios en el tiempo?
Pues no puede pronunciárselo, ni aun en una eternidad.
II, 052: La nueva Jerusalén.
LA nueva Jerusalén eres tú para Dios, cristiano mío,
Cuando del Espíritu de Dios, has renacido por completo.
II, 053: Sólo tú haces falta.
AY, si pudiera tan sólo hacerse pesebre tu corazón,
Se haría Dios otra vez niño en esta tierra.
II, 054: Debes despojarte de la imagen.
DESPÓJATE de la imagen, niño mío, así te harás semejante a Dios,
Y serás, en calma inmóvil, para ti tu propio reino de los cielos.
II, 055: Dios es, no vive.
DIOS, propiamente, sólo es: Él no ama ni vive,
Como se dice de mí, de ti, y de las otras cosas.
En la ed. de 1675: »…Er lebt und Liebet nicht /«: «…Él no vive ni ama».
II, 056: Pobreza y riqueza.
EL que no tiene lo que tiene, y todo estima por igual,
Es pobre en la riqueza, rico en la pobreza.
II, 057: Hay que crecer más allá de sí.
SI creces más allá de ti mismo y de toda criatura,
Te imbuyes de la naturaleza divina.
II, 058: Morir para Dios y vivir para Dios.
MUERO y vivo en Dios: en ambas cosas haces bien,
Pues hay que morir para Dios, y se debe también vivir para Dios.
II, 059: ¿Quién es más Dios que hombre?
QUIEN ama sin sentir, y sabe sin conocer,
Se llama con justa razón más Dios que hombre.
…conocer: »erkennen«: verbo especialmente difícil de verter en la acepción que menta el acto cognitivo mismo: ‹adquirir o ganar el conocimiento de›; así por ej. en II, 59: »…und ohne erkennen kennt«, donde juega por oposición con la forma no prefijal »kennen«. Traducido por «conocer», «reconocer», o aun «ganar el conocimiento», como en VI, 258.
II, 060: Del amor.
HOMBRE, si nada quieres ni amas, quieres y amas bien:
Quien ama lo que quiere, no ama empero lo que debe.
II, 061: Quien se abandona, encuentra a Dios.
QUIEN se ha perdido y despojado de sí mismo,
Ha encontrado a Dios, su consuelo y Salvador.
II, 062: Hay que estar en ambos.
¡MI Dios, qué frío estoy! ¡Ay, déjame calentar
En el seno de tu humanidad, y en los brazos de tu divinidad!
II, 063: El sordo oye la Palabra.
AMIGO, créelo o no: escucho a cada instante,
Cuando estoy sordo y mudo, la Palabra eterna.
II, 064: Un suspiro dice todo.
CUANDO mi alma suspira,*) y exclama Ah y OH,
Invoca en sí su fin y su principio.
*) " & T.
II, 065: La eternidad no se mide.
LA eternidad nada sabe de años, días, horas:
¡Ay, que aún no haya yo encontrado el centro!
II, 066: Uno ayuda al otro a seguir.
MI Salvador es Dios, y yo el de las otras cosas:
Si se lanzan ellas a mí, y yo a Él.
II, 067: La soledad.
PUESTO que la soledad no frecuenta a nadie,
debe ser sin pasión, y Virgen.
soledad: »Abgeschiedenheit«: ‹retiro, recogimiento, soledad, calidad de vida retirada›; en V, 209 la forma participial »abgeschieden» («retirado»). Cf. notas a II, 117.
Cf. notas a II, 48
II, 068: Se lo dice con silencio.
HOMBRE, si quieres expresar el ser de la eternidad,
Debes despojarte antes de todo discurso.
II, 069: La navegación espiritual.
EL mundo es mi mar, el marino el espíritu de Dios,
La nave mi cuerpo, el alma es la que vuelve a casa.
Imagen tomada de Tauler, cf. el poema de Tauler: »Es kumpt ein Schiff geladen« donde el navío nos trae el Verbo eterno, el Hijo del Padre; «su vela es el amor, el Espíritu Santo su mástil».
II, 070: La pureza.
LA pureza perfecta no tiene figura, forma, ni amor:
Está despojada de todo atributo, como la esencia de Dios.
II, 071: El hombre esencial.
UN hombre esencial es como la eternidad,
Que permanece inalterada por toda exterioridad.
II, 072: Quién canta con los ángeles.
QUIEN puede lanzarse por sobre sí tan sólo un instante,
Puede cantar el Gloria con los ángeles de Dios.
Título en la ed. de 1675: »Wer mit den Engeln singen kan.«: «Quién puede cantar con los ángeles.».
II, 073: Al pecador.
AY, pecador, vuélvete, y aprende a conocer a Dios:
Sé que pronto lo llamarás el Padre bienamado.
II, 074: Debes ser deificado.
CRISTIANO, no es suficiente que esté tan sólo en Dios:
Debo también absorber en mí la savia de Dios para crecer.
II, 075: Debes también dar frutos.
SI bebes la sangre del Señor, y no das ningún fruto,
Serás más fuertemente maldecido que el árbol que sabes.
II, 076: Tampoco a ti se te deniega nada.
OH, noble espíritu, arráncate, no te dejes sujetar así:
Tú puedes hallar a Dios, más majestuosamente que todos los santos.
II, 077: A B ya es suficiente.
LOS paganos mucho parlotean: quien sabe orar con el espíritu,
puede presentarse confiado a Dios con A y B.*)
*) A B B A
Abba: Padre, en arameo (cf. Marcos 14, 36).
Marcos 14, 36: »und sprach: Abba, mein Vater, es ist dir alles möglich, nimm diesen Kelch von mir;…« («Y decía: Abba, Padre, todas las cosas son á ti posibles: traspasa de mí este vaso;…»).
II, 078: Un amor extasía al otro.
CUANDO mi alma puede encontrar a Dios en espíritu,
Un amor (¡OH Jesucristo!), contempla al otro con fijeza.
II, 079: El templo espiritual de Dios.
LAS puertas de tu ciudad, Dios mío, son de perlas finas:
¡Qué fulgor ha de ser el de mi espíritu, tu templo!
II, 080: La Sión espiritual.
ERIGE, Señor, tu edificio, he aquí la ciudad de la paz,
Salomón, tu Hijo, tiene aquí su Sión.
II, 081: El Monte de los Olivos.
SI ha de redimirte de tus penas la angustia del Señor,
Debe antes volverse un monte de olivos tu corazón.
II, 082: El corazón.
MI corazón es estrecho por debajo y tan vasto por arriba,
Para estar abierto a Dios, y no a lo terrenal.
II, 083: El monte espiritual.
SOY un monte en Dios, y debo escalarme a mí mismo,
Si es que Dios ha de mostrarme su rostro bienamado.
II, 084: La iluminación.
¡MÁS arriba! Si ha de ceñirte el relámpago con Cristo,
Debes vivir como sus tres discípulos, en las alturas de Thabor.
II, 085: Tú mismo eres la cárcel.
EL mundo no te retiene: tú mismo eres el mundo,
Que tan duramente en ti, te tiene contigo prisionero.
II, 086: Tienes que ganarla también tú.
DIOS ha hecho asaz bien: pero nada obtendrás de ello,
Si no conquistas también tú en Él tu corona.
II, 087: El polluelo espiritual.
MI cuerpo es una cáscara, donde un polluelo
Quiere ser incubado por el Espíritu de la eternidad.
II, 088: Justamente sobre el mismo.
EL pobre polluelo pía y picotea sin cesar:
¿No verá entonces pronto la gloria de la luz eterna?
II, 089: Debes mirar al Levante.
AMIGO, si quieres ver la luz del sol en ella misma,
Debes volver tu rostro hacia el Levante.
II, 090: La sumisión.
EL relámpago del Hijo de Dios, penetra de luz en un instante
Los corazones, que se someten por entero a Él.
II, 091: La paciencia.
LA paciencia es más que el oro: puede vencer aun a Dios,
Y traer todo lo que Él tiene y es, a mi corazón.
II, 092: El más secreto abandono.
EL abandono aprehende a Dios: pero abandonar a Dios mismo,
Es un abandono que pocos hombres aprenden.
II, 093: El beso secreto de Dios.
DIOS me besa a mí, su Hijo, con su Espíritu Santo,
Cuando me llama niño amado en Cristo Jesús.
II, 094: Uno es consuelo del otro.
DIOS es la luz de las luces, mi Salvador es el sol,
María es la luna, yo, delicia de todos.
II, 095: El cordero y también el león.
QUIEN se allana ante todo, y todo soporta dulcemente,
Debe ser cordero y león, en un único ser.
II, 096: El Espíritu es una paloma.
¿POR qué aparece el Espíritu de Dios como una paloma?
Lo hace, niño mío, porque quiere hacerte nacer como un polluelo.
Título en la ed. de 1675: »Warumb der H. Geist wie ein Taube erscheint.«: «Por qué el Espíritu Santo aparece como una paloma.».
II, 097: El nido de la paloma santa.
SI eres una palomita, y no tienes hiel,
Encontrarás descanso, cristiano mío, en el corazón de Jesús.
II, 098: Lo más seguro, lo mejor.
HUYE, paloma mía, huye y descansa en el alma de Cristo:
¿Adónde quieres si no ocultarte y cobijarte?
II, 099: La paloma recíproca.
¡OH, maravilla! Dios es para mí, yo para Él una paloma:
¡Mira cómo somos los dos uno, el uno para el otro!
II, 100: Brinda reposo, y reposarás.
SI la paloma de Dios puede reposar en tu corazón,
Te abrirá a su vez el corazón de Dios.
II, 101: El ensombrecimiento místico.
DEBO quedar grávido de Dios: su Espíritu debe cernerse sobre mí,
Y en verdad hacer vivir a Dios en mi alma.
Ensombrecimiento: »Überschattung«, [fr. conception] alusión a las palabras del ángel.
cf. Lc. 1, 35: »…und die Kraft des Höchsten wir dich überschatten;…« («…y la virtud del Altísimo te hará sombra;…»).
II, 102: Lo exterior no me consuela.
¡DE qué me vale, Gabriel, que saludes a María,
Si no eres también el mismo mensajero para mí!
II, 103: El nacimiento espiritual.
SI el Espíritu de Dios te toca con su esencia,
Nace en ti el niño de la eternidad.
II, 104: La gravidez espiritual.
SI tu alma es doncella, y pura como María,
Debe quedar al instante grávida de Dios.
II, 105: Un gigante, y también un niño.
CUANDO Dios se halla esencialmente (a) nacido en mí,
Soy (¡OH maravilla!), un gigante y también un niño.
(a) Penitencia verdadera, por lo tanto esencial, en Tauler, Inst., c. I.
II, 106: Debes ensancharte.
ENSANCHA tu corazón, y Dios entrará en él:
Debes ser su reino de los cielos, Él quiere ser tu rey.
II, 107: El nuevo nacimiento.
SI tu nuevo nacimiento nada tiene en común con la esencia,
¿Cómo puede ser una criatura en Cristo Jesús?
II, 108: La esposa de Dios.
NIÑO, hazte esposa de Dios, ofrécete sólo a Él:
Serás el tesoro de su corazón, y Él tu bienamado.
II, 109: El mundo no perece.
MIRA, este mundo perece. ¿Qué?, no perece,
Son sólo las tinieblas que Dios desgarra en él.
II, 110: La transfiguración.
MI cuerpo se erguirá ante Dios como un carbunclo,
Cuando perezca en el fuego su basteza.
…carbunclo: carbúnculo [lat. carbûncûlus, ‹carboncillo›], rubí (porque luce en la oscuridad como un carbón encendido); cf. el uso de este vocablo en Góngora.
II, 111: María.
TÚ alabas a María: yo agrego,
Que ella es la reina de las reinas.
II, 112: Salir y entrar, dar y ser dado a luz.
SI puedes en verdad ser dado a luz por Dios,
Y a tu vez dar a luz a Dios, sales y entras.
II, 113: Hay que actuar razonablemente.
AMIGO, si quieres beber coloca bien tu boca,
Como un hombre razonable, en la espita del tonel.
II, 114: Las criaturas son buenas.
TE quejas, de que las criaturas te atormentan:
¿Cómo?, si deben ser para mí un camino hacia Dios…
II, 115: La cacería espiritual.
¡QUÉ bien te dan caza los perros, cristiano querido,
Si tan sólo eres de voluntad, la cierva de Dios!
II, 116: La mejor compañía.
NO aprecio la compañía: a menos que el Niño,
La Virgen, la Paloma y el Cordero estén reunidos.
II, 117: La soledad.
LA soledad es necesaria: mas, evita sólo darte,
Y podrás estar en un desierto en todas partes.
Los tres dísticos 115, 116, 117 son ciertamente una confesión personal de Silesius: temor de los hombres, amor de la soledad, aislamiento orgullosamente mantenido en una sociedad que desdeña.
…soledad: »Einsamkeit«: derivación sustantiva del adjetivo ›einsam‹, que, según el antiguo sentido del sufijo ›-sam‹, significa propiamente ›zum Einen neigend‹, esto es, ‹que se inclina al uno›, tal como aparece ya en ant. alto alem. ›einsamina‹ para el lat. ‹unitas›; predomina no obstante tempranamente la acepción intensiva de ‹solo›. Cf. notas a II, 67.
II, 118: La vida divina.
SI nadie puede darte de la vida divina
Razón suficiente, pregúntaselo a Henoch*).
*) Henoch significa: uno que se ha entregado a Dios.
II, 119: La igualdad divina.
UN hombre entregado a Dios es igual a Dios en quietud,
Y anda por sobre el tiempo y el lugar a cada instante.
II, 120: Se come y se bebe a Dios.
SI estás deificado, comes y bebes a Dios
(y esto es eternamente verdadero), en cada pedazo de pan.
II, 121: El miembro tiene la esencia del cuerpo.
SI no tienes cuerpo, y alma, y espíritu en común con Dios,
¿cómo puedes ser un miembro en el cuerpo de Jesús?.
II, 122: La vid espiritual.
SOY la vid en el Hijo, el Padre planta y nutre,
el fruto que crece de mí es Dios, el Espíritu Santo.
II, 123: La paciencia tiene su porqué.
UN cristiano soporta con paciencia su dolor, su cruz y sus
/ tormentos,
para poder estar junto a su Jesús eternamente.
II, 124: Dios está pleno de soles.
PUESTO que el hombre justo resplandece como el sol,
después de este tiempo estará Dios pleno de soles.
II, 125: Debes tener la esencia.
DIOS mismo es el reino de los cielos: si quieres llegar al cielo,
debe estar encendida la esencia de Dios en ti.
II, 126: La gracia se vuelve naturaleza.
¿PREGUNTAS por qué un cristiano es piadoso, justo y libre?
Preguntas entonces por qué un cordero no es un tigre.
II, 127: Lo preferido en esta tierra.
¿PREGUNTAS qué es lo que prefiere mi alma sobre la tierra?
Pues sabe que es: que nada la macule.
I, 128: El cielo está siempre abierto.
NO desesperes, cristiano mío, puedes correr al cielo,
si tan sólo dispones de un corazón viril para ello.
II, 129: La cualidad de cada uno.
EL animal se manifiesta por la especie, el hombre por la razón,
por la visión el ángel, Dios por la esencia.
II, 130: Debe ser dorado.
CRISTIANO, todo lo que hagas, recúbrelo de oro*),
o Dios no te será propicio, ni a ti ni a tus obras.
*) oro del amor.
II, 131: Toma, de modo que tengas.
HOMBRE, si tomas a Dios como consuelo, como dulzura y luz:
¿qué tendrás cuando te falte consuelo, luz y dulzura?
II, 132: La cualidad de Dios.
¿CUÁL es la cualidad de Dios? Infundirse en la criatura,
ser en todo tiempo el mismo, no tener, no querer, no saber
/ nada.*)
*) entiéndase accidentaliter o de modo contingente; pues lo que Dios quiere y sabe, lo quiere y sabe esencialmente. Luego, tampoco tiene nada (con cualidad).
II, 133: El abandono.
AMIGO, créelo, si Dios no me manda ir al cielo,
prefiero estar aquí, y aun en el infierno.
II, 134: La igualdad.
QUIEN en ningún sitio ha nacido, ni es conocido por nadie,
halla aun en el infierno su patria bienamada.
II, 135: El abandono.
NO quiero fuerza, poder, arte, sabiduría, brillo ni riqueza,
sólo quiero estar como un niño en mi Padre.
II, 136: Sobre el mismo.
SAL, y Dios entrará; muere para ti, y vivirás para Dios;
no seas y Él será; no hagas nada, y el mandamiento se cumplirá.
II, 137: Escritura sin Espíritu no es nada.
LA Escritura es Escritura y nada más. Mi consuelo es la esencia,
y que Dios diga en mí el Verbo de la eternidad.
II, 138: El más bello en el reino de los cielos.
EL alma, más pequeña aquí que la misma pequeñez,
será en el reino de los cielos la diosa más bella.
II, 139: ¿Cómo se puede ser angélico?
NIÑO, si quieres ser angélico, puedes serlo ya mismo:
¿cómo? Cellos viven siempre en el disgusto.
II, 140: La aniquilación de sí.
NADA te eleva por sobre ti, sino la aniquilación:
quien está más aniquilado, tiene más divinidad.
II, 141: El profundamente abandonado.
UN hombre profundamente abandonado es eternamente libre y
/ uno:
¿puede haber alguna diferencia entre él y Dios?
II, 142: Debes serlo tú mismo.
NO preguntes qué es lo divino: pues si no lo eres,
no lo sabrás aunque lo oigas, cristiano mío.
II, 143: En Dios todo es Dios.
EN Dios todo es Dios: un único gusanillo
es tanto en Dios como mil Dioses.
II, 144: ¿Qué es el abandono?
¿QUÉ es el abandono? Yo digo sin lisonja,
que es la voluntad de Jesús en tu alma.
II, 145: La esencia de Dios.
¿QUÉ es la esencia de Dios? ¿Le preguntas a mi estrechez?
Pues sabe, que es una sobre esencialidad.
Esta idea viene de Dionisos el Pseudo-Areopagita, quien habla de la «Deidad sobreesencial», de la «Esencia sobreesencial» (Nombres Divinos I, 1). Eckhart ha tomado de esta tradición la idea de Dios como una «Nada sobreesencial» (Pfeiffer, Sermón XCIX), expresión que se vuelve a encontrar en el Espejo de la Perfección de Herp, donde Silesius pudo encontrarla.
…sobreesencialidad: »Überwesenheit«: ya en medio alto alem. ›Wesenheit‹ significaba dentro de la mística ‹existencia real›, o ‹algo que tiene existencia real›; hemos traducido en cada caso por ‹esencialidad› (»Überwesenheit«: ‹sobreesencialidad›), para conservar el juego con »Wesen«, »wesentlich«, etc.. Cf. notas a I, 264 y a II, 159.
II, 146: Dios es tinieblas y luz.
DIOS es un puro fulgor, y también una nada oscura,
que ninguna criatura contempla con su luz.
II, 147: La predestinación eterna.
AY, no desesperes: nace tan sólo de Dios,
y serás escogido para la vida eternamente.
Oposición neta a la idea protestante de predestinación o elección eterna: para Silesius, la elección del hombre es un imperativo que le es dirigido por Dios, no un destino decidido desde la eternidad.
II, 148: El pobre en espíritu.
UN hombre verdaderamente pobre, está vuelto por entero a la
/ nada:
Si se le diera Dios mismo, sé que no lo tomaría.
II, 149: Tú mismo eres todas las cosas.
¿CÓMO puedes desear algo? Tú mismo puedes, solo,
Ser el cielo, la tierra, y aun mil ángeles.
II, 150: La humildad te hace falta.
MIRA bien debajo tuyo: rehúyes el fulgor del tiempo;
¿Cómo piensas entonces contemplar el fulgor de la eternidad?
II, 151: Lo más noble del cristiano.
¿QUÉ es lo más noble? ¿Cuál es la pequeña y fina perla
del cristiano renacido? Ser igual a sí mismo en todo tiempo.
II, 152: Lo más divino de todo.
NADA es más divino, (si puedes aprehenderlo),
que no dejarse conmover, ahora y por la eternidad.
II, 153: La eternidad.
¿QUÉ es la eternidad? No es ni esto, ni aquello,
ni ahora, ni algo, ni nada, es, no sé qué es.
II, 154: Una estrella precede al sol.
NO me importan mucho mil rayos de sol,
si puedo tan sólo ser una estrella en los ojos de Jesús.
…estrella en los ojos…: »Stern«, ‹estrella› y ‹pupila del ojo›. El efecto que resulta de este equívoco sobre el sentido de la palabra es característico del gusto barroco.
II, 155: Depende sólo de ti.
AY, hombre, no te malogres, depende sólo de ti,
lánzate a través de Dios, que puedes ser en el cielo el mayor.
II, 156: A Dios se lo conoce por el sol.
EL sol es sólo un destello, y toda luz un resplandor:
¡qué fulgor debe ser Dios, mi sol!
II, 157: A Dios se lo contempla en sí.
¿CÓMO está formado mi Dios? Ve y contémplate a ti mismo,
quien se contempla en Dios, contempla verdaderamente a Dios.
II, 158: El alma viene de Dios.
EL alma es una llama salida de Dios, el fulgor:*)
ay, ¿no habría entonces de retornar a Él?
*) compréndase, en tanto que criatura.
II, 159: El espíritu es como la esencia.
MI espíritu es como un ser: imita la esencia
de la que ha surgido y se ha arrancado en el principio.
esencia: »Wesen«: sustantivación del verbo ›wesen‹ (cf. notas a I, 264): ‹esencia, ser –y como ser individuado–, modo de ser, etc.› Así por ej., aquí: «El espíritu es como la esencia»; pero en V, 15: «La condenación está en el ser». Cf. también notas a II, 145.
II, 160: El espíritu no muere jamás.
EL espíritu vive en sí mismo: puede faltarle la luz
(como le ocurre a un condenado), y no muere sin embargo.
II, 161: En el interior se vive bien.
EL espíritu de mi espíritu, la esencia de mi esencia,
es que yo me he escogido para mí por morada.
II, 162: Vuelve tus rayos hacia dentro.
¡AY, que mi alma tan sólo invierta y aloje sus llamas dentro de ella!
y pronto será con el fulgor, fulgor y una.
II, 163: Dios obra como el fuego.
EL fuego funde y une: si te abismas en el origen,
tu espíritu debe estar con Dios fundido en uno.
II, 164: La inocencia no arde.
LÍBRATE de tus culpas por Dios: la inocencia queda probada,
y ninguna brasa la consume en toda la eternidad.
II, 165: Una gotita es suficiente.
QUIEN puede probar tan sólo una gotita de la sangre de Cristo,
debe deshacerse, pleno de dicha, con Él en Dios.
II, 166: El mal no tiene esencia.
HOMBRE, cuando estás curado por la sangre del Cordero,
no has sido en la eternidad un hombre malo.
II, 167: El mediador sólo es Jesús.
NO conozco otro medio que mi Jesucristo:
es en su sangre, que Dios se derrama en mí.
II, 168: Uno es tan viejo como el otro.
UN niño que permanece en el mundo sólo una hora
envejece tanto, como se cuenta de Mathusalem.
II, 169: La igualdad contempla a Dios.
A AQUÉL para quien nada es como todo, y todo como una nada,
se lo juzga digno del rostro del Amado.
II, 170: La separación debe acaecer.
LA inocencia es un oro que no tiene escoria alguna:
Quítate de la grava, y lo serás en realidad.
II, 171: El águila vuela alto.
SÍ, quien es un águila, puede lanzarse hacia la altura
Y avanzar sobre los serafines, por mil cielos.
II, 172: Se debe ser un Fénix.
QUIERO ser un Fénix y consumirme en Dios,
Para que nada más pueda separarme de Él.
II, 173: Los débiles deben esperar.
TÚ, pobre pajarillo, si no puedes volar por ti mismo,
Quédate posado con paciencia hasta tener más fuerza.
II, 174: Hay que ejercitarse.
INTÉNTALO, palomita mía: con ejercicio se aprende mucho:
Quien no se queda inmóvil, acaba por llegar a la meta.
II, 175: El espíritu conduce al desierto.
SI puedes elevarte al Espíritu en tu Salvador,
Él te llevará consigo a su desierto.
desierto: Alusión, naturalmente, a Lucas 4, 1: «Jesús es conducido por el Espíritu en el desierto»; el desierto es tradicionalmente la imagen de la Deidad (cf. I, 7; V, 316).
II, 176: Se debe ser constante.
EMPEDERNIDO es perdido a medias: pero quien puede en el bien
Ser hierro y piedra, está en la senda de la vida.
II, 177: No todo es juzgado.
LOS hombres que han sido devorados en Dios con Cristo,
Han atravesado venturosos la muerte y el juicio.
II, 178: Todo está en el Yo y Tú (Creador y criatura).
NADA es, más que Yo y Tú: y si nosotros dos no somos,
Dios no es más Dios, y el cielo se hunde.
Revisa el Desideroso, hacia el final.
El amante (Begierer oder Schatz der Seelen) traducción de un tratado de edificación español, El desideroso, hecha sobre la traducción francesa. El Señor aconseja al Amante (cap. 14) meditar sólo las dos palabras: Yo y Tú, Esclavo y Rey. Los tres dísticos de Silesius son tres variaciones sobre el tema del Tú y el Yo: reciprocidad del Tú y del Yo, su fusión en lo Uno de la Deidad, donde se suprimen, por último, el pensamiento de que el Yo más profundo del hombre es aún el Tú divino, único esencial, único digno de gloria, siendo este último pensamiento de tradición netamente augustiniana.
II, 179: Debe volverse algo único.
¡AY, sí! si yo en el Tú, y tú en el
yo fuera uno;
Podría el cielo ser cielo mil veces.
II, 180: El hombre no es nada, Dios es todo.
YO no soy ni yo, ni tú: tú eres por cierto yo en mí:
Por eso te rindo sólo a Ti, mi Dios, tributo de gloria.
II, 181: El pecador está enceguecido.
EL pecador no ve: cuanto más corre y se apresura
En su egolatría, tanto más se enceguece.
egolatría: Co »Eigenheit«: de ›eigen‹, ‹propio›. Significa ‹peculiaridad, singularidad (concerniente al carácter)›; término vuelto a animar en los años 1770-1780, cuyo sentido se recubre hoy prácticamente con el de ›Eigentümlichkeit‹. En Silesius, no obstante, significa más bien ›Selbstbezogenheit‹, ‹calidad del o de lo relacionado consigo mismo›.
II, 182: Para Dios todo es presente.
NO hay antes ni después: lo que mañana ha de suceder,
Ya lo ha visto Dios desde la eternidad esencialmente.
II, 183: En el centro se ve todo.
COLÓCATE en el centro, y verás todo a la vez,
Lo que sucede ahora y luego, aquí y en el reino de los cielos.
II, 184: El querubín contempla sólo a Dios.
QUIEN aquí no mira a nadie, sino sólo a Dios
será allá un querubín junto a su trono.
II, 185: El Hijo y el trono de gracia.
FUERA con el sitial de sombras: el Hijo Unigénito
mismo lo es ahora en mí, y mi trono de reconciliación.
II, 186: No hay que tentar a Dios.
SÉ púdico, casto y calmo: quien corre irreflexivamente,
Es derribado y consumido por la Majestad.
II, 187: No necesito telescopio.
AMIGO, si puedo por mí mismo ver a la distancia:
¿Por qué no tendría que hacerlo, sino por tu telescopio?
Recuerdo cierto de Czepko, Monodisticha: «Cuando por el telescopio sobre las alturas, busca penetrar las estrellas del cielo, y ve resplandecer esta ciudad del espacio, reino sin límites, en sus ojos y en su corazón: que el contemplador de las maravillas de Dios lea estos versos, penetrados de delicias y de esencia: podrá descubrir a Dios en él mismo, las cosas en Dios, mejor de lo que Galileo se las haría conocer». (Epístola dedicatoria al duque Wilhelm de Saxe, Presidente de la Sociedad Fructífera).
El telescopio, inventado en Holanda alrededor del 1600, ingresó algunos años más tarde en el campo de la emblemática, simbolizando la agudeza visual y, figuradamente, un conocimiento más profundo. Silesius adopta una posición contraria a tales interpretaciones.
II, 188: La esencia no se mide.
NO hay principio, tampoco hay un fin,
Ni centro, ni círculo, adondequiera me vuelva.
II, 189: El principio encuentra el fin.
CUANDO Dios se une y se concilia conmigo, hombre,
El principio ve que encuentra su fin.
II, 190: De Dios.
DIOS goza de sí mismo: no se sacia de sí,
Porque sólo en sí tiene la saciedad suprema.
II, 191: Se debe evitar lo prohibido.
QUIEN no se alimenta del fruto que Dios ha prohibido,
No es relegado un paso del paraíso.
II, 192: Se debe ser íntegro.
Ay, hermano, llega a ser: ¿por qué sigues humo y apariencia?
Tenemos que llegar a ser algo nuevo esencialmente.
II, 193: La victoria es esencial.
HOMBRE, puesto que no radica en el querer, ni en la propia marcha,
Debes hacer como Dios, que vence sin voluntad.
…ni en la propia marcha: alusión al Eclesiastés 9, 11.
II, 194: La luz lo revela.
VE, llama al lucero del alba: pues sólo cuando rompe el día,
Se ve claramente lo que es bello o no.
II, 195: Gobernar es regio.
QUIEN puede gobernar bien en la lucha, en la dicha y el dolor,
Será en el reino de Dios un rey eterno.
II, 196: La humildad es muy buena.
NO quiero ser rey: y si alguna vez debo serlo,
Igual me arrojaré enseguida, Dios mío, a tus pies.
II, 197: Renegación de sí mismo.
SEÑOR, acepta la corona: nada sé que sea mío:
¿Cómo puede ella entonces con justicia ser mía y no tuya?
II, 198: Dios juega con la criatura.
TODO esto es un juego, que la deidad se ofrece:
Ella ha ideado la criatura, por mor de Sí.
Expresión sorprendente de un sentimiento que vuelve constantemente en las obras de los contemporáneos: el hombre es un juguete en la mano de Dios, su vida no es más que un espectáculo, el mundo no es más que un teatro, cf. Silesius, I, 141. Tal es, entre otros, el sentido profundo de las tragedias de Gryphius tanto como de los dramas de los Jesuitas.
II, 200: El renunciamiento.
QUIEN ha perdido su alma y se ha desprendido de ella,
Puede vivir venturoso, a más y mejor con Dios.
renunciamiento: »Aufgegebenheit«: sustantivación participial. Infinitivo: ›aufgeben‹ (en el sentido de ›fahrenlassen‹, ›verzichten auf‹): ‹abandonar, renunciar›.
II, 201: El hombre y el otro Dios.
DI, ¿la única diferencia entre yo y Dios?
Es, en una palabra, nada más que la alteridad.
II, 202: Estar solo se asemeja a Dios.
QUIEN vive constantemente solo, y no frecuenta a nadie,
si no es Dios, debe por cierto estar deificado.
II, 203: La humildad se eleva a lo más alto.
QUIEN está más profundamente abismado en la humildad de Dios,
es el más elevado brillo de todos los destellos celestiales.
II, 204: El hombre Emmanuel.
QUIEN siempre puede matar en sí la víbora y el dragón,
ha llegado a ser Emmanuel en Cristo Jesús.
Emmanuel («Dios con nosotros») es el nombre del Hijo de la Virgen, Esaías, 7, 14 y 8, 8, por tanto de Cristo. «La serpiente» y «el dragón» son ciertamente un recuerdo del Apocalipsis (13, 11) y del Génesis (3, 1); fusión, en este dístico, de diversas imágenes bíblicas, que simbolizan la lucha del hombre y la victoria del elegido de Dios sobre el mal que está en él.
II, 205: Distingue lo malo de lo bueno.
COME manteca, come, niño mío, y con ella miel (Dios),
para que aprendas cómo se distingue lo malo de lo bueno.
II, 206: Un hombre, y también un niño.
UN hombre no es un niño: mas sabe que un hombre,
si tan sólo lo quieres, niño mío, bien puede vivir en ti.
II, 207: Dios es en ti la vida.
NO eres tú el que vive ahí: pues la criatura es muerte,
la vida que en ti te hace vivir, es Dios.
II, 208: Hay que abandonarse eternamente.
QUIEN no haya de perderse, ni aun en el paraíso,
ese hombre debe estar vacío eternamente, aun de Dios.
II, 209: La verdadera vacuidad.
LA verdadera vacuidad es como un noble vaso
que tiene néctar en sí: tiene, y no sabe qué.
…néctar…: [gr.
II, 210: La santidad divina.
HOMBRE, si en serio lo quieres, puedes sin toda falsa apariencia
ser tan santo y justo como Dios, tu Creador.
II, 211: ¿Qué es la santidad?
LA santidad sincera es como un vaso de oro,
absolutamente pulido y puro. Ve, y contémplalo.
II, 212: Seis cosas son sólo una.
ADIVINA, cómo un hombre y Dios, un león, un cordero, un gigante
/ y un niño,
son en una criatura un único ser.
II, 213: Las palabritas fuera y dentro.
DOS palabritas me son caras: fuera y dentro:
fuera de Babel, fuera de mí, en Dios y Jesús dentro.
II, 214: Las obras valen igual.
NO hagas diferencia: si ordena Dios acarrear estiércol,
el ángel lo hace tan gustoso, como reposar y tocar música.
II, 215: Hay que aprestarse.
EN quien se vuelve hacia Levante y espera a su Dios,
asciende pronto la graciosa aurora.
II, 216: Qué significa vida angélica.
SER puro, limpio, estar abandonado; amar,
servir y contemplar
/ rectamente,
significa con buena razón, construir una vida angélica.
II, 217: El ocho veces bienaventurado.
SÉ hambriento, pobre y dulce, misericordioso, pacífico, puro,
afligido, perseguido a causa de Dios: y podrás ser bienaventurado.
II, 218: Se le da lección a la sabiduría.
(a) LA sabiduría nada censura: mas debe sin embargo, ella
y su criatura, ser a menudo censurada.
(a) Y Dios vio, que todo lo que Él había hecho era bueno.
Alusión al Génesis 1, 31.
II, 219: Las buenas obras.
CON vianda, bebida y consuelo, albergar, vestir,
Visitar en la miseria, es apacentar el Corderillo de Dios.
II, 220: Velar, ayunar, orar.
TRES obras debe hacer, quien quiera presentarse a Dios:
Él no exige sino orar, ayunar, velar.
II, 221: Dios sólo ve dos cosas.
SÓLO dos cosas ve Dios: al macho cabrío y a mí, su cordero:
Del macho cabrío, me distingue una única llama de amor.
II, 222: Hay que hacer proliferar.
SIERVO, haz proliferar para tener: pues cuando venga el Señor,
Sólo quien haga proliferar será aceptado por Él.
Hay que hacer proliferar: »Es muß Gewuchert seyn«. El sustantivo ›Wucher‹, medio alto alem. ›wuocher‹, ant. alto alem. ›wuochar‹, ‹fruto, retoño, ganancia (de intereses)›, está emparentado etimológicamente con ›wachsen‹, ‹crecer›, y significa propiamente ‹aumento, incremento, proliferación›. El empleo de la palabra como ‹ganancia por dinero prestado›, está documentado desde el comienzo. El sentido despectivo (‹usura›) lo adquiere sólo en medio alto alem.. Deriv.: ›wuchern‹ (verbo), ›Wucherer‹ (sust.).
II, 223: Dios ama mucho la castidad.
LA castidad es en Dios tan fuerte, preciosa y pura,
Como son mil lirios ante un tulipán.
II, 224: La penitencia de amor.
AMIGO, si no quieres permanecer célibe,
No vayas a desposarte sino con Magdalena.
II, 225: El bautismo de fuego.
HAY que estar bautizado: al que espíritu y fuego redimen,
Es quien por la eternidad no se ahogará en ningún pantano.
El bautismo de fuego: cf. Mateo 3, 11. Lucas, 3, 16.
II, 226: El bautismo.
AY, pecador, no porfíes porque estás bautizado:
El lirio más bello se torna en el lodo, lodo y estiércol.
II, 227: Sobre lo mismo.
¿DE qué te vale estar lavado con agua,
Si no ahogas en ti el deseo de probar el lodo?
II, 228: Sólo una cosa quiere Dios de nosotros
.
UNA única palabra me dice Dios a mí, a ti y a todos:
Ama: si lo hacemos a través de Él, tenemos que agradarle.
II, 229: Venera la imagen.
¿ESCUPES las imágenes, siendo tú mismo una imagen?
¿Qué esperas entonces de ti, cómo quieres subsistir?
Pensamiento oscuro. Hay sin duda un juego de ideas sobre la «imagen» que el hombre adora y nutre, el ídolo, y la «imagen» de Dios, el hombre mismo, que él debe respetar en sí, y que rebaja por esta idolatría. El «subsistir» del segundo verso significa siempre, en Silesius, alcanzar la vida esencial, extraída de lo contingente (cf. II, 30): el hombre, que no tiene la esencia más que de su ser de imagen de Dios, no puede recibirla del ídolo, simple «imagen» sin realidad profunda. El sentido de «imagen» es por lo tanto complejo en este dístico, y sobre estas variaciones se apoya su interpretación.
II, 230: El árbol de la vida.
SI el árbol de la vida ha de librarte de las miserias de la muerte,
Tú mismo debes volverte un árbol de la vida en Dios.
II, 231: El heliotropo.
NO te maravilles, amigo, de que no quiera dirigir mi vista a nada:
Debo tornarme en todo momento hacia mi sol.
II, 232: Por el blanco y el verde, mi alma se pierde.
DOS colores tengo en mucho, y los busco con afán:
En la inocencia de Cristo blanco, en la justicia verde.
Simbolismo tradicional de los colores: así Mechtild von Magdeburg habla ya de «la aurora blanca y verde» de Dios en el alma (cf. Grete Lüers, Die Sprache der deutschen Mystik des Mittelalters im Werke der Mechtild von Magdeburg).
II, 233: La virtud vive en el amor.
POR cierto la virtud vive, lo digo sin sutilezas:
Ama, y así verás que el amor es su vida.
II, 234: Elige lo que quieras.
EL amor es la reina, las virtudes vírgenes,
Las criadas obra y acto: ¿a quién quieres confiarte?
II, 235: La sobriedad mística.
A quien no acostumbra beber de nada en demasía,
Ni aun de Dios*, (entiéndeme bien) debo llamarlo sobrio.
*) Se designa aquí la gula espiritual.
se designa aquí la gula espiritual (llamada): »denotatur hic gula Spiritualis«: Gulositas y Gula spiritualis son términos de la Pro Theologia mystica clavis de Sandæus.
II, 236: Pacífico es el nombre del Hijo de Dios.
NO me llames Serafín, ni Querubín, ni Trono:
Quiero ser el Pacífico*): pues así se llama el Hijo de Dios.
*) Bienaventurados los pacíficos, pues ellos serán llamados hijos de Dios.
Pacífico: »Friedreich«: alusión a Salomón, [hebr. Shelomó, ‹hombre que ama la paz, pacífico›, de shalom, ‹paz›]
En la ed. de 1675, falta la llamada: »beati pacifici,….«
II, 237: Dios quiere tener perfectos.
CRECE más allá de ti, niño mío: si quieres entrar en Dios,
Antes debes ser un hombre de edad perfecta.
II, 238: De la virtud crece la paz.
LA paz es el premio de la virtud, su fin y sustento,
Su vínculo y gloria: sin ella, ésta pronto se convierte en polvo.
II, 239: La paz interior.
ESTAR en paz y ser uno en sí con Dios y con el hombre,
¡Eso debe ser, a fe mía, paz sobre paz!
II, 240: La paz divina.
¡AH! quien ha llegado a Dios, su fin y su Sabbat,
Se ha mudado y acogido en la paz misma.
II, 241: El triunfo cuádruple.
CON astucia, paciencia, obediencia, sobriedad,
Ganas la batalla contra ti, Dios, mundo y enemigo.
II, 242: Jerusalem está en el centro.
QUIEN está en el centro, y se ríe de la mofa y el escarnio,
es Jerusalem, la ciudad y el trono del rey.
Comparación inspirada sin duda por el salmo 48.
II, 243: Los dulces son los corderos.
A QUIEN ni Dios ni enemigo quita de la orden de los dulces,
ése se ha vuelto por entero ya un cordero en el cordero Jesús.
II, 244: Ser despreciado causa deleite.
ESTAR burlado, abandonado, sufrir mucho en el tiempo,
no tener, no poder, no ser nada es mi esplendor.
II, 245: La divinidad es mi madre.
DE Dios he nacido: si esto es inequívoco,
no me preguntes quién es mi madre.
II, 246: El diablo.
EL diablo nada oye más que truenos, crujidos y alboroto:
de ahí que puedas con placer, aturdirlo a través de la dulzura.
Título en la ed. de 1675: »Was der Teufel hört.«: «Lo que oye el diablo.».
II, 247: Puedes envenenar al enemigo.
ENCIÉNDETE, mi niño, y sé una luz en Dios:
serás así el veneno de Belial, tiniebla y muerte.
Belial: en hebr.: ‹maldad, perfidia, perdición›; uno de los nombres del diablo (II Cor. 6, 15: «¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿o qué parte el fiel con el infiel?»)
II, 248: La calma se asemeja a la nada eterna.
NADA es tan semejante a la nada como la soledad y la calma:
por eso las quiere, si es que algo quiere, mi voluntad.
II, 249: El diablo no ve la luz.
HOMBRE, envuélvete en Dios, ocúltate en su luz:
te juro por Jah, que el diablo no te verá.
te juro por Jah: cf. notas a II, IV.
[I A H, las tres primeras letras del nombre hebreo de Dios: IAHWE, IAHWEH.]
II, 250: La dulzura lo indica.
SI puedo ver en tu puerta, dorada madera de olivo,
te llamaré al instante el templo de Dios.
Interpretación alegórica, según el método medieval y místico (cf. especialmente el Tabernáculo de Ruysbroeck) de I Rois 6, 31-35. La madera de olivo representa la paz, el oro, el amor.
II, 251: Debe venir de Dios.
SI mi lámpara ha de arrojar luz y rayos puros,
el aceite debe fluir de ti, mi bienamado Jesús.
II, 252: La bendición suprema.
NINGÚN hombre ha bendecido jamás tan altamente a Dios,
como aquél que Le concede que lo alumbre como Hijo.
II, 253: Hay que luchar con privación.
SI tienes rechazo, desprecio, privación y huida,
puedes partir con Dios gallardamente al campo de batalla.
…rechazo…: »Verworfenheit«: se trata de un ‹rechazo› de fuerte contenido moral: aparte de ‹abyección, vileza, etc.›, significa ‹reprobación›.
II, 254: La vida seráfica.
MOVERSE y detenerse por amor, respirar, hablar y cantar amor,
es pasar la vida como los serafines.
II, 255: Cinco grados hay en Dios.
CINCO grados hay en Dios: siervo, amigo, hijo, novia, esposa:
quien va más lejos, perece*), y nada más sabe de número.
*) se aniquila, se derrama de sí, cesa, etc.; esto es, en espíritu.
II, 256: Nada impuro llega ante Dios.
AY, hombre, transfórmate: por cierto, debes ser tan sutil
ante el rostro de Dios, como el alma de Cristo.
…transfórmate…: »werd´ überformt«: imp. en voz pasiva; cf. notas a III, 114.
II, 257: Tú también debes morir por Él.
LA muerte del Señor Cristo de nada te vale, cristiano mío,
hasta que tú mismo también hayas muerto por Él, en Él.
II, 258: La eternidad.
SI te parece más larga la eternidad que el tiempo,
hablas de suplicio, y no de beatitud.
(Angelus Silesius)