Yo no sé gran cosa de Dios. Es más, no creo en un dios personal, aunque en ocasiones hablo con él como si creyera, y le rezo (me rezo, nos rezo) como si creyera.
Pero llevo al mundo, y a lo sagrado del mundo, clavado en el corazón. Creo que la mirada humana sacraliza el mundo, y que el impulso que creó el cosmos es un impulso sagrado que ya amaba, que ya anhelaba, que ya buscaba, al hombre y su consciencia y su mirada. Que el cosmos, y Dios, se hacen en nosotros conscientes de sí mismos, y se aman en nuestro amor por ellos (y se odian en nuestro odio). Y que este proceso sin fin continuará en nosotros y nuestra progenie, en la progenie de los seres humanos-puente-hacia lo que venga después.
Pero, venga lo que viniere, el ser humano, la expresión humana del Dios-todo, es-será-habrá-sido, en su terrenalidad, en su ser de la Tierra y asumir la tierra y fugarse cada vez menos de la tierra. En su amar la tierra, fecundar la tierra, ser uno con la tierra, y honrarla con su humanidad.
Creo que, siendo quien es sin fugas, el ser humano honra a Dios y a la Tierra y, sobre todo, se honra a sí mismo.
Y creo, sí, que el Dios-cosmos-nosotros, depende de nosotros para saberse, aquí y ahora, o tal vez que somos la expresión-de-Dios que sabe, y/o que Dios es la expresión de la divinidad del hombre y la materia toda.
No sé, no tengo palabras para plasmar esta intuición, pero sé que únicamente llegaré a la plenitud del dios-que-soy asumiendo mi humanidad, mi terrenalidad, mi animalidad, mi materialidad, hasta las últimas y sagradas consecuencias.
Y que, al crucificarme en la aceptación de mis contradicciones, Dios se crucifica, que cuando crezco, DIos crece, que, cuando sufro, Dios sufre, y que cuando me construyo, construyo a Dios, y a algo que va más allá de Dios y de mí.
Lo que es, la canción de lo que es, el amor de lo que es, la vida sagrada de lo que es, porque yo soy y porque lo miro y me miro.
Lo que es de lo que soy expresión, y que me expresa.
¿Tiene sentido algo de esto?