De todo
lo vivido
conservan
el brillo,
la pureza
de lo radicalmente
verdadero,
mis hijos,
el movimiento
del corazón
hacia el alivio
de lo que sufre,
y una cierta ternura,
un cierto amor,
no exento de tristeza,
por este mundo
efímero,
de alguna forma
hermoso
en su crueldad,
improbable
en su sorprendida
existencia.
A.S.