Esta
incansable
agitación
para
llenar
el
pozo
sin fondo
del
corazón,
es
lo
más
parecido
a
la
rueda
de
un hamster,
e
igualmente
inútil.
La
puerta
(estoy
segura)
se abre
desde
dentro.
Y su
apertura
no
depende
de
mí.
Queda,
pues,
sentarse
a
esperar.
O
mejor
no
esperar.
Sólo
sentarse.
A.S.