"...Tres días antes de que zarpara mi barco, fui a Kioto a despedirme del maestro. El (monje) principal me ofreció té, no demostró ninguna desilusión y me llevó a la casa del maestro. El maestro me recibió en su sala. Me dio un cigarrillo y envió al (monje) principal a la sala de meditación, a buscar un garrote, la clase de garrote que usan los monjes zen para golpearse. En él, dibujó unos caracteres con su pincel, sopló sobre la tinta, movió el garrote y me lo pasó.
-Estos caracteres significan algo que tiene importancia para ti. Escribí un antiguo proverbio chino, un dicho sacado de la tradición zen. "Una espada que está bien fraguada, jamás pierde su color dorado." Tú no lo sabes, o piensas que no lo sabes, pero tú has sido fraguado en este monasterio. La forja de una espada no está limitada a los monasterios. Todo este planeta es una fragua. Al dejar este lugar, nada se rompe. Tu entrenamiento continúa. El mundo es una escuela donde los dormidos se despiertan. Ahora estás un poco despierto, tan despierto que nunca más te podrás volver a dormir.
El (monje) principal me miró con bondad, y el maestro sonrió. El pesado sentimiento lóbrego que no me había abandonado en Kobe, se alejó de mí. Hice una reverencia y dejé la casa.
Cuando el barco salió del muelle, Leo Marks y Han-san estaban de pie, uno al lado del otro, en el embarcadero. Un occidental muy alto y un oriental muy pequeño. Leo me saludó con la mano y Han-san me hizo una reverencia. Luego desaparecieron en el coche de Leo.
Me dirigí al bar y pedí una cerveza fría."
(Janwillem Van de Wetering: El espejo vacío)