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miércoles, 2 de febrero de 2011

Ego de Dios

Cada uno de nosotros es función del todo.
Obviamente, y dado que no he tenido ninguna revelación divina últimamente, al menos en el sentido clásico de "Moisés, descálzate...", "Abraham,escucha...", y tal, escribo a golpes de pura intuición, y también a golpes de lo que se me va alcanzando en esto de vivir.
Sea como fuere, pienso, creo, barrunto, que cada uno de nosotros es función del todo, y que nuestra modestísima vida y nuestras modestísimas circunstancias son, siguen siendo, parte de la economía del todo, de su manifestación, de su ser-en-expresión. En definitiva, que lo que es, es, pero en este momento de mi proceso, lo que es se incorpora, o se comprende, como manifestación de ese todo al que yo, personalmente, prefiero llamar Dios.
Y que los juegos, dramas e historias de los que se compone mi vida son los juegos, dramas e historias de la vida divina en tanto en cuanto que se expresa en mí, o en el flujo que yo soy.
Y que mi recalcitrante ego es el ego -o uno de los múltiples egos- de Dios, enfrascado en el divino juego de ocultarse de sí mismo a sí mismo, que parece ser su forma de ser en tanto desde nuestro rincón se percibe. Y puedo comprender muy bien sus razones porque a mí, al pedazo de él que yo soy, me encantan, me siguen encantando, las historias y emociones de este samsara a ratos tan intenso. Sufrimiento incluído. Así son, así estan, hoy, las cosas.
Mi ego es su ego. Y cuando este ego engorda, le engorda, y cuando se adelgaza y gana en humildad, le adelgaza y gana en humildad. Y eso también le encanta, y me encanta, porque somos lo mismo,como todo y como todos, y no hay otra cosa que ser lo mismo, y estar en lo que estamos, que es lo que hay, y por más señas, lo único que hay.
Y me siento, por todo ello, profundamente agradecida. Que es como decir que él siente gratitud. Y ése es también un sentimiento que le-me gusta. Y que también, profundamente, le agradezco.