aenlibertad@gmail.com



Nuevo blog:

POEMAS Y TEXTOS (nombrando paisajes, misterios y silencios) ameliadesola.blogspot.com.es



jueves, 8 de julio de 2010

Abba: La ternura de Dios

"Cuando Israel era niño, yo le amé; yo, desde Egipto, vengo llamando a mi hijo. Pero cuanto más los llamas, más se apartan... Yo enseñé a andar a Efraim, lo llevé en brazos, pero no reconoció mis desvelos por cuidarle. Los até con ataduras humanas, con ataduras de amor; fui para él como quien alza a una criatura hasta tocar sus mejillas, y me bajaba hasta él para darle de comer."
Oseas, 11, 1-4.


Releyendo el texto sobre meditación hesicasta que publiqué hace un par de semanas en este blog (Gracias, Blanca, porque fue en el tuyo donde lo encontré), me maravillaba ante la belleza de la oración de Jesús, el sencillo "¡Abba!", como culmen de un camino que pasa por lugares interiores aparentemente mucho más sofisticados.
La traducción más aproximada de Abba es nuestro infantil "papá". Pero yo pensaba también en una madre, en "mamá", y me sonreía de nuestra ingenuidad al pretender, de alguna manera, "conocer" a Dios, cuando probablemente sea más "verdadero" visualizarnos como un bebé en sus brazos... o en su vientre. Porque "en Dios vivimos, y nos movemos, y tenemos el ser".
Pero hoy recordaba las palabras de Jesús: "si no os hacéis como niños..." y me podía imaginar corriendo desde el patio de juegos hacia los brazos de mi Madre, porque me he hecho daño en una rodilla, o porque me he peleado con mi mejor amiga, o porque tengo hambre, o sed, o miedo... o porque, simplemente, ha llegado la noche y es hora de "dormir". Y podía imaginar a mi madre respondiendo a mi demanda y, luego, sin tratar de retenerme, impulsándome a volver de nuevo al juego, "olvidándome" de ella y "perdiéndome" en mis correrías de hijo pródigo, de joven rico, de ciego que clama por curación, de... todos y cada uno de los personajes que represento, he representado, representaré en mi vida, en todas las vidas, para volver de nuevo junto a ella, entrar y salir de su regazo en un ciclo aparentemente interminable, en el que también soy ella, soy ella explorándose a sí misma, jugando a ser yo, a ir y venir, gozar, sufrir, buscar consuelo y abrigo, reconocerse y olvidarse...
Ser niña de nuevo. Ser niña de nuevo en los brazos de mi abba, sin falsa vergüenza, sin importarme un pito todo lo que de más "complejo" o menos "ingenuo" haya aprendido en mi vida. Conocer a mi abba, no como alguien que comprende, sino como la niña que vive, absolutamente confiada, en la irradiación del amor de sus padres.
Puede que haya imágenes, en otras tradiciones, tanto o más hermosas, penetrantes o sintéticas que ésta. Las conozco, las amo y con frecuencia las visito y me sumerjo en ellas. Pero este "¡Abba!", esta filiación, este amor personal entre el Creador y la criatura, es mi herencia. Este es el jardín en el que fui plantada, aquí están mis raíces y la leche con la que me amamantaron, y aquí vuelvo una y otra vez a reencontrarme con un amor y una ternura más allá de toda evidencia y razón.
Y me pregunto cómo sería mi vida si siempre, siempre, pudiera permanecer en esta consciencia de hija amada, de hija amada en la que mi abba se complace. Y me río, porque en alguna parte de mi alma sé positivamente que lo soy, que soy esa hija amada lo recuerde o esté perdida en mis juegos, esos juegos que, por cierto, no tienen nada de malo. Son, sencillamente, lo que a veces hago.
Y me vienen a la mente los locos de Dios, de cualquier tradición, Francisco, Meera, Rumí... Isa, hijo de Miriam, y por un instante, por apenas un minúsculo soplo del espíritu, puedo comprender, maravillarme y bendecir el absoluto abandono de sus vidas, vividas en la gracia del amor del abba.
Hay otra metáfora en mi tradición que también me es cara, la de los amantes, la de la completa dicha del romance con el Amado. Pero hoy quiero permanecer en la ternura de mi filiación, en el beso -inesperado- de mi abba, en la confianza de que mi vida, mi ser, y la vida y el ser de los que amo -de todos- están a buen recaudo en su infinita gracia.
Mañana será otro día.