"Las cuatro vías del viaje espiritual constituyen la columna vertebral de la Espiritualidad de la Creación. Es importante poder nombrar el viaje... Al nombrar el viaje, nos aseguramos de no quedar varados en ninguna de las vías, lo que puede suceder fácilmente, ya que cada una de ellas es profunda y poderosa.
Las cuatro vías... implican un definido cambio de paradigma respecto del modo en que el viaje espiritual ha sido antiguamente descripto en Occidente. Plotino (205-270) identificaba sólo tres vías: purgación, iluminación y unión.... Estos caminos dejan fuera el deleite y el placer; su meta no es la compasión, sino la contemplación y el alejarse de la tierra y de todo lo que nos relaciona con ella.
Las cuatro vías ... se ocupan de la pregunta siguiente: ¿Dónde encontraremos a Dios y la experiencia de lo divino en nuestra época? La Espiritualidad de la Creación contesta que lo divino se encuentra en los siguientes lugares:
En la vía Positiva. En la reverencia, la maravilla y el misterio de la naturaleza y de todos los seres, cada uno de los cuales es "una palabra de Dios,un espejo de Dios que destella y centellea", en palabras de Hildegarda de Bingen...
En la vía Negativa. En la oscuridad y en la nada, en el silencio y en el vacío, en el dejar ir y en el dejar ser, y en el dolor y en el sufrimiento, componentes igualmente reales de nuestro viaje espiritual...
En la vía Creativa. Con nuestro poder de generar, somos cocreadores con Dios; en nuestra producción imaginativa, confiamos en nuestras imágenes, al punto de darlas a luz y traerlas a la existencia...
En la vía Transformativa. Al aliviar el sufrimiento, al combatir la injusticia, al luchar por la homeostasis, el equilibrio en la sociedad y en la historia, en la celebración que ocurre cuando personas que luchan por la justicia y tratan de vivir en mutualidad se reunen para alabar y agradecer el don de ser y de estar juntos...
La siguiente avenida de gracia que nos ofrece la Espiritualidad de la Creación es un misticismo despierto. Ni la gracia, ni la paz, ni la alegría, ni la justicia pueden habitar las vidas de la gente, si en estas no hay celebración y reverencia. Cuando la sociedad carece de reverencia o misticismo, la vida se torna trivial. En palabras de Rabi Heschel: "Pierdan el sentido de reverencia, dejen que su engreimiento disminuya su capacidad de reverenciar, y el mundo se les transformará en una plaza de mercado"... Los verdaderos místicos son gente que jamás perdió el sentido infantil de la maravilla. Después de todo, el místico es el niño divino en todos nosotros, que quiere jugar en el universo. Una cosmología que nos permite encontrar nuevamente nuestro lugar en el universo. Desprovista de un cosmos místico durante los últimos trescientos años, nuestra civilización ha reducido la reverencia al próximo invento antropocéntrico, alienando a los individuos, al artista y al místico. En el aislamiento nos volcamos a la idolatría del consumismo, en la que el comprar reemplaza al hacer. Al recuperar la tradición de la creación, impulsamos un gran despertar místico en nuestra época. Josep Campbell lo expresó así: "La primera función de la mitología -los mitos y los rituales míticos, las canciones sagradas y las danzas ceremoniales- consiste en despertar en el individuo un sentido de reverencia, maravilla y participación en el inescrutable misterio del ser"."
(Matthew Fox: Espiritualidad de la creación. Uriel Satori Ediciones)