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jueves, 25 de noviembre de 2010

El Capitán Trueno, Sigrid de Thule y el cine

El Capitán Trueno, Sigrid de Thule y sus amigos viven desde siempre y para siempre en los paisajes de mi infancia.
Horas interminables sumida en los montones de comics (entonces tebeos) que me prestaba Carlos, un chaval un par de años mayor que yo que vivía en el piso de abajo de mi abuela. Coleccionaba también historietas del Jabato, pero, aunque yo las devoraba sin discriminación, nunca hubo color. Trueno y Sigrid daban sin duda sopa con ondas a Jabato y Claudia, su novia romana.
Menciono a las mujeres con toda conciencia, porque la niña inquieta que yo era, perdida en el desierto de la España franquista, andaba sin saberlo a la caza de modelos femeninos distintos a los que la rodeaban en la vida cotidiana, salvadas alguna honrosas excepciones.
Sigrid de Thule, creada, como Trueno, por la imaginación de un dibujante antifranquista camuflado, alimentó en mí un protofeminismo en el que aún ahora puedo reconocer valores que me son propios. La rubia pareja del Capitán era una mujer plena de poder personal, reina de una misteriosa isla del norte, no ya sumisa y débil, sino competente para gobernar y ejercer, de forma natural, la autoridad; comprometida con la libertad, la justicia, la solidaridad y el bienestar social; compañera de un hombre al que consideraba, y que la consideraba, su igual, y además capaz de decidir, moverse, viajar, luchar y amar libremente. A mí se me abrían unos ojos como platos ante este panorama amplio y libérrimo de la femineidad, tan inhabitual por aquellos años, y este arquetipo hermoso y fuerte se convirtió en uno de mis modelos. Creo que, si rebusco en mi interior, lo encontraré aún, intacto e invicto, vagando por los caminos de mi alma, y que su influencia sigue tan viva en mí ahora como entonces.
Por eso, y porque no podré resistirme a la tentación de ver la película que han hecho sobre los héroes de mi infancia, espero con fervor que hayan sabido respetar el espíritu de los personajes.
Como me los estropeen, me voy a coger un cabreo de muerte. Amenazo.