Con la decisión de dedicar 23.000 millones de dinero público al rescate de Bankia sin la contrapartida de exigencia de responsabilidades a los autores del desastre, el Gobierno rompe cualquier principio de equidad, se coloca descaradamente contra la inmensa mayoría de los ciudadanos, que pagan los impuestos con los que el banco será rescatado, y abre una fractura en la sociedad de consecuencias de todavía imprevisibles. La proximidad de los gestores de Bankia con el PP hace todavía más siniestra la actitud del Gobierno. En una situación de crisis extrema, cuando se están pidiendo sacrificios enormes a la ciudadanía, un rescate bancario de estas magnitudes requiere explicaciones muy claras sobre el por qué y sobre el cómo, y actuaciones muy decididas para esclarecer las responsabilidades tanto en el campo político como en el judicial. La parcialidad del presidente Rajoy quedó patente en el insólito gesto de dar la conferencia de prensa sobre Bankia desde la sede de su propio partido y no desde el palacio de gobierno, un gesto que habla por sí solo. ¿Para quién gobierna el PP?
Las consecuencias económicas del caso Bankia están a la vista: la intervención del sistema financiero español, que Rajoy negó rotundamente, parece hoy más cercana que nunca. Una vez más el presidente está condenado a desmentirse a sí mismo, un ejercicio al que incomprensiblemente parece haberle encontrado gusto. El Gobierno se ha quedado sin credibilidad, después de una semana en que las necesidades de recapitalización de Bankia subían unos cuantos miles de millones cada día. Y la ciudadanía no puede entender que no se encuentre dinero para cuestiones que afectan ya no solo al bienestar sino incluso a la supervivencia y no falten nunca recursos cuando se trata de salvar a un banco. Las consecuencias políticas, sociales y morales del caso Bankia serán enormes. Treinta años de hegemonía conservadora han abierto una fractura grande entre las élites y la ciudadanía. La democracia, para usar una imagen de Tocqueville, se nos está disolviendo en el individualismo. La crisis económica ha sido la gran coartada para todo. En nombre de ella se han justificado ajustes salvajes y arbitrariedades tremendas. Después de Bankia, la coartada se desvanece.
En nombre de la crisis se han justificado arbitrariedades tremendas. Después de Bankia, la coartada se desvanece
Pero esta cultura de la irresponsabilidad no es exclusiva de Bankia. La vemos extendida por algunas de las más importantes instituciones del país. La corona, el Banco de España, el Consejo General del Poder Judicial, el Tribunal Constitucional, el propio sistema financiero y el Gobierno han dado y están dando muestras de esta cultura y están contaminados por una manera nada ejemplar de hacer las cosas, que hace que la sociedad viva entre el aturdimiento, la indignación y la indiferencia. Negándose a investigar Bankia, el Gobierno y las fuerzas políticas que le apoyen –la actitud del PSOE, de momento, es pacata– rompen el pacto social y dejan a la democracia en los huesos. Si no exigen justicia los responsables políticos, tendrán que exigirla los ciudadanos. Es lo que ocurre cuando se abandona la función representativa por la defensa de espurios intereses de casta. Después de Bankia, ¿este Gobierno tendrá vergüenza para pedir más ajustes a los españoles? En democracia solo debería caber una opción: denunciar a los responsables del desastre de Bankia o dimitir."
(El País)