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martes, 22 de marzo de 2011

La puella aeterna

"En los cuentos de hadas nos encontramos con algunas imágenes muy explícitas de la puella. Ya mencioné "La muchacha sin manos". También es una imagen de la puella la encantadora princesa que permanece encerrada bajo siete llaves en lo alto de una torre, y que insiste en someter a todos sus cortejantes a pruebas terribles que demuestren su valor. Hay un cuento, el del rey Thrushberd, en que la princesa es tan superior y arrogante que no hay hombre que le venga bien, y debe pasar por grandes sufrimientos hasta poder aceptar el amor humano. Con frecuencia, en los cuentos, aunque la princesa no sea arrogante, es la prisionera de su perverso padre-hechicero. Se trata de una dinámica que se activa con frecuencia en la psicología de la mujer: El padre-ánimus le dice que todos los hombres son bestiales, que ninguno es bastante bueno para ella y que no debe separarse de él para aventurarse en la vida. La princesa está sometida a una fantasía de matrimonio con un padre-amante idealizado y espiritualizado, y no ve que es el rostro oscuro de ese mismo padre el que la mantiene en su prisión virginal. También podemos fijarnos en la figura de Brunhilda, en el Anillo wagneriano. Brunhilda es el ánima espiritual de su padre Wotan. No tiene otra voluntad que la de él, hasta que empieza a sentir amor y compasión por la difícil situación de Sigmundo y Siglinda. Entonces desafía al padre, y al hacerlo, sacrifica su eterna doncellez. Entonces, Wotan la castiga, sumiéndola en un sueño encantado, rodeada de un muro de fuego, y ordena que el primer hombre que tenga el valor de atravesarlo podrá reclamarla para sí. LO que despierta a Brunhilda es la pasión. Con frecuencia, esta es la experiencia que hace descender a la puella a la tierra y a la realidad del cuerpo... Pero la dinámica es, en lo esencial, la misma que la de su contraparte masculina. Es la hija-novia del padre celestial, y en su vuelo intenta evadirse tanto del reino materno de los instintos como del dominio terrenal y realista del senex. Es un estado de virginidad eterna, aunque en un nivel literal encontremos, con frecuencia, precisamente su opuesto. Muchas veces, la puella tiene un aire sórdido, de haber pasado por una abundante experiencia sexual, a veces hetero y a veces homosexual. Sin embargo, es curiosamente inocente de pasión auténtica, y con frecuencia, a pesar de su aparente insensibilidad, lo que necesita es protección. Es seductora con el padre, pero su verdadera sexualidad aún no está formada, porque todavía no tiene relación con su propio cuerpo. En los cuentos de hadas hay muchas figuras que aluden a diferentes aspectos de la puella. Rapunzel, el Pequeño Escaramujo o la Bella Durmiente, que vive en un sueño encantado hasta que l despierta aquel viejo diablo, la pasión sexual. Es frecuente que la puella parezca vivir en un mundo encantado, intocable e inalcanzable. Descender a tierra equivale a renunciar a la unión espiritual con el padre, y eso es un gran sacrificio, porque significa hacerse mortal.
El nacimiento de un hijo constela siempre en una mujer el sentimiento de la mortalidad, porque y no es una niña eterna. Ahora es una madre, y está firmemente plantada en la continuidad del tiempo. Con frecuencia a esta confrontación le sigue una depresión. A veces, a la nueva madre se le hace imposible renunciar a su matrimonio con el padre-espíritu, y por eso proyecta sobre el bebé la fantasía del niño divino. Entonces el padre real es dejado de lado, y la madre intenta reivindicar a su hijo como si hubiera sido engendrado por un dios y lo convierte en receptáculo de sus propias fantasías de inmortalidad y grandeza. En este sentido, la puella puede ser una madre muy destructiva si el embarazo y la maternidad no han conseguido ponerla en contacto con el principio de la Gran Madre que opera a través de su cuerpo.
Hay muchos motivos míticos fascinantes sobre el problema del espíritu enmarañado en la realidad mundana. En el Antiguo Testamento encontramos la imagen de los ángeles de Dios que se aparean con las hijas de los hombres. Algo celestial e incorrupto se deja seducir y arrastrar al mundo oscuro de la materia. En torno de estas imagenes del puer seducido y arrastrado a tierra hay una implicación de contaminación y pecado. Y creo que esta dimensión mítica se experimenta también en términos psicológicos como un profundo sentimiento de pecado y culpa referidos al cuerpo. A pesar de la aparente exuberancia de su erotismo, paradójicamente, se da la probabilidad de que el puer se averguence de su cuerpo y secretamente lo considere sucio. Su horror de verse atrapado en la materia no es solamente horror de la pérdida de libertad. Es también terror de la contaminación, a encontrarse manchado y haber perdido la pureza espiritual. El trasfondo oscuro de l Gran Madre atrae al puer a la vez que lo repele, porque es lo prohibido, lo incestuoso, lo sucio, y un lugar de éxtasis corporal que conduce a la muerte...
...El puer, como tal, tiene movimiento y vitalidad, pero es la dimensión espiritual de una mujer, y la mujer como tal, su feminidad, está inmovilizada y estática cuando la domina el puer... Quizás podríamos ver en estas princesas una expresión más introvertida del impulso redentor. El puer también puede aparecer quieto, inmóvil y retraído... Narciso es una de estas figuras estáticas del puer, congelada en el acto de contemplar su propio reflejo. Y en la mitología hay puellas como la cazadora Atalanta, que huyen para no dejarse penetrar por la vida, pero que están llenas de movimiento y vitalidad. Pero creo que la razón de que tengamops tantas princesas estáticas es que la energía del puer que opera en el plano espiritual, abstrae a la mujer de la vida y, desde el punto de vista del sentimiento y del instinto, la congela. Tanto si se expresa de manera extravertida como introvertida, el puer siempre personifica nuestra aspiración al mundo puro y abstracto del espíritu, y el repudio y el miedo que inspira toda encarnación. La imagen de la princesa describe con frecuencia en términos precisos el problema íntimo, de una mujer que, en el terreno de la personalidad, podría ser muy animada y vivaz. Una mujer así puede atravesar la vida como en un vuelo, aparentemente sin compromiso alguno y pasándolo estupendamnete bien, pero en algún nivel puede que no haya sobrepasado la pubertad y aún siga estando en su torre, congela y sin haber despertado jamás. Me doy cueta de que es difícil ver cómo el puer, romántico y atractivo, y la gélida princesa, pueden estar relacionados con el mismo dilema, pero lo que es igual en los dos casos es la tonalidad sentimental, y estas facetas aparentemente distintas surgen en realidad de la misma dominante arquetípica.
Para la princesa encerrada en la torre, ningún mortal es suficientemente bueno. De nuevo nos hallamos ante la propensión del puer a una vida provisional, que tan exactamente se expresa en las palabras "algún día llegará mi príncipe azul". El romanticismo y el perfeccionismo incurables de la puella parecen apuntar al intento de encontrar al hombre adecuado, pero para ella no hay -ni nunca habrá- un hombre adecuado, porque está secretamente casada con Dios. Su padre-amante pertenece al ámbito del espíritu, y ningún mortal puede estar a su altura. Con frecuencia este íntimo dilema se proyecta en la forma de un ánimus-puer, de manera que una mujer dominada por este tipo de constelación interior, constantemente se enamorará de hombres con tendencias espirituales o de algún modo inalcanzables. La mujer que sistemáticamente dilapida su pasión en hombres casados, en homosexuales, en hombres que viven del otro lado del océano o están tan espiritualmente evolucionados que rechazan su cuerpo, en realidad está secretamente enredada con un animus puer que la mantiene alejada de la vida. Y es posible que en un nivel consciente se repita continuamente que ella, en realidad, va en pos de un compromiso profundo, pero que nunca da con el hombre adecuado. Eso es estar proyectando el puer sobre los hombres; es probable que la mujer no parezca del tipo puella, pero por dentro lo es; está encerrada en una torre por su propia aspiración a la perfección, y ningún cortejante le sirve porque ella no quiere que le sirva.
El miedo y la repugnancia del puer ante el cuerpo suelen aparecer en las mujeres como disgusto de su propio cuerpo. Entonces, el ánimus-puer les muestra constantemente una imagen de perfección incorporea, frente a la cual cosas tales como la regla, los olores vaginales y el vello parecen verdaderamente horribles. Creo que ya se puede ver dónde actúa el puer en problemas tales como la anorexia, la bulimia y la necesidad compulsiva de comer. Si este ánimus-puer, con sus exigencias de perfección, se proyecta sobre los hombres, la mujer puede encontrar siempre a un hombre a quien culpar por el rechazo de su cuerpo. Pero aunque indudablemente haya hombres que tienen problemas con el cuerpo de la mujer, y, como lo denuncia el mivimiento feminista, existe una presión terrible de ciertos cánones nada realistas de la belleza y la fascinación, creo que cuando una mujer se ajusta a un modelo de relación en el que siente rechazado su cuerpo, podemos suponer que dentro de ella hay alguien -un ánimus-puer- que trata su cuerpo con el desprecio y el miedo que ella parece recibir desde fuera como respuesta de los hombres. Se trata de un problema muy difícil, porque a partir de nuestros íntimos complejos creamos nuestra realidad externa. El viejo padre-hechicero que encarcela a la princesa lo hace a menudo denigrando sus instintos femeninos, y con frecuencia este es, en la realidad, el problema que tiene el padre de carne y hueso cuando empiezan a florecer los sentimientos eróticos de su hija. Entonces, comparado con el ámbito espiritual, el cuerpo no es más que carne, mala, trivial y sucia."
(Liz Greene: Puer y Senex, en El desarrollo de la personalidad)