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sábado, 4 de septiembre de 2010

La gota y el océano

"El adversario está en todas partes, se sirve de todo y en eso es parecido a lo divino, del cual representa la faz oculta, oscura, y por esa misma razón, su existencia nos es preciosa. Me explico: El hombre vive habitualmente con la idea de que lo divino encarna el Bien, y el diablo al Mal; que el Bien es difícil de alcanzar, contrariamente al Mal, que parece tener un malicioso placer en venir al encuentro, sin tener que hacer el menor esfuerzo por su parte. He aquí algo que sólo es una media verdad. Es cierto que el adversario en su papel como "divino negativo" va al encuentro del hombre, pero su hermano luminoso, el Ser, también lo hace.
En los últimos años Durkheim insiste cada vez más sobre este hecho, sabiendo que a su edad, éste será su último mensaje: "Sabed que lo que buscáis -el Ser- os busca incansablemente. Dejaos encontrar. Estad preparados y abiertos para acogerlo. La experiencia de mis últimos años me ha enseñado que el Ser nos busca y que no se trata tanto de ir en pos de su descubrimiento sino de prepararse para su encuentro y dejarse encontrar".
El descubrimiento del adversario en nuestra ruta puede probarnos que lo divino busca al hombre, tomando a veces, e incluso con frecuencia, caminos encubiertos y difíciles de comprender. Por ejemplo... la desgracia existe, y es ciertamente compañera del adversario. Pero ... cualquier desgracia significa también la oportunidad de despertar al hombre a otra dimensión, incluso si el encuentro con el adversario se vive de una manera anónima, colectiva, odiosa, como es el caso de las guerras. La mayoría de las personas implicadas en una guerra no han elegido vivir situación semejante sino que la padecen como destino devastador; un pueblo entero siente que la muerte, el sufrimiento y la atrocidad le conciernen. Sin embargo cada ser humano conserva su destino personal, es decir, su manera única de vivir las condiciones impuestas por la guerra.
Cuando Durkheim habla de las tres situaciones inaceptables para el hombre: el encuentro con la muerte, el absurdo y el aislamiento, añade siempre que se trata también de situaciones privilegiadas en las que el hombre tiene la posibilidad de vivir la experiencia del Ser... Los acontecimientos que resultan de la presencia del adversario, o bien son padecidos, o bien son el origen de transformaciones... Desde hace siglos, ciertos hombres saben que el adversario forma parte de la vida espiritual...
Todos nosotros hemos cometido el pecado original sin saberlo. Todos nos hemos separado del Gran Uno; pero en algunos, el recuerdo del paraíso perdido no se ha desvanecido completamente. Resurge en y con la ayuda de una tristeza difusa... El hombre empieza a sufrir la separación y ese sufrimiento no es otro que la llamada lacerante del Ser-no -vivido... El pecado original de la separación de lo divino debe inevitablemente ser cometido y aporta sus dosis de sufrimiento. Pero ¿no es acaso ese sufrimiento el que nos empuja hacia el camino de la búsqueda de lo divino? Con la diferencia de que esta vez, no se trata ya de volver a sumergirse en un estado de fusión con la calidad de lo divino, ni de desaparecer como individuo, sino de ir a su encuentro consciente de sí mismo y consciente de la presencia de lo divino en su propia profundidad. La experiencia de lo divino es comparable a un recipiente que llegara a ser consciente de su contenido, sin perder por ello la sensación de ser recipiente. No hay que elegir entre la forma y el contenido pues una existe en función del otro. Si el hombre no se reconoce como receptáculo de lo divino -llegando a ser consciente de aquello que lo separa de él- pierde al mismo tiempo la consciencia de su individualidad y de la existencia de lo divino. El pecado original de la separación es indispensable para la experiencia consciente del ser...
Entre las posibilidades que se pueden considerar (para hacerse consciente del adversario, de lo divino y de lo que nos separa de él) está el paso de la psicología profunda. Su andadura, llamada individuación, intenta hacer consciente al hombre de su origen divino y, al mismo tiempo, de todas las barreras que lo separan de él....
Evidentemente los nombres para designar al adversario interior son diferentes, pero... Jung los llamaba la Sombra negativa y el Ánima o Ánimus negativos...
La sombra constituye el potencial de sí mismo, del mismo sexo, que no es vivido conscientemente, designa, pues, la calidad femenina inconsciente de la mujer y la calidad masculina inconsciente del hombre. Por el contrario, el ánima constituye el potencial femenino del hombre, y el ánimus, el lado masculino de la mujer...
Los arquetipos son los representantes del inconsciente colectivo, son la suma de todas las experiencias vividas desde que la humanidad existe.
Cualquier vida humana aporta su parte a ese océano inmenso que es el inconsciente colectivo. Éste no puede nunca llegar a ser totalmente consciente; en efecto, ¿de qué manera una gota de agua podría contener, aprehender, todo el océano? Por el contrario esa gota puede hacer la experiencia concreta de que ella es de la misma esencia que el océano, de que es una parte única, indispensable y necesaria de él, de su totalidad.
Participamos en el inconsciente colectivo a través de la Sombra, del Ánima y del Ánimus (y de otros muchos arquetipos, añado yo), que son las gotas salidas de ese océano y que nos son destinadas personalmente. Quiero decir que a cada hombre le concierne -es su destino individual- la integración de una ínfima parte del inconsciente colectivo. Y esa parte sólo le concierne a él y a nadie más. La condición evidente para participar en la inmensidad de la experiencia humana es la toma de conciencia de esa gota de agua que nos es destinada, sin la cual no seriamos nosotros, los hombres, los que haríamos la experiencia de la totalidad en nuestra existencia limitada... sino sería el océano el que engulliría una pequeña parte anónima de él mismo sin que nada le fuera revelado, ni a él ni a la gota.
Cada ser humano se ve un día enfrentado con el colectivo. Pero no solamente con el inconsciente colectivo, sino también con la conciencia colectiva. Esto está en estrecha relación con que el adversario colectivo existe también, es el Mal absoluto, que se exterioriza sobre todo en las guerras y otros horrores. Por fortuna, nadie alberga en sí mismo la totalidad del Mal absoluto, pero a cada uno le toca en suerte un aspecto de ese Mal absoluto bajo la forma de su adversario interior y personal, una especie de partícula bien precisa de ese mal colectivo. Esa participación en el mal colectivo por el sesgo del adversario interior es en el fondo una llamada a la responsabilidad humana, y si cada uno de nosotros nos endosáramos esa responsabilidad respecto a la propia fuerza adversa, reconociéndola y, por lo mismo, comprometiéndose en un movimiento de transformación, cada uno contribuiría a la liberación y la realización de la humanidad."
(Thea Schuster: El adversario interior)