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sábado, 4 de septiembre de 2010

El adversario

"En nuestra cultura judeocristiana existe una contrapartida de Prometeo: Lucifer. Su nombre significa el portador de la luz. Lucifer era el ángel preferido de Dios. Más consciente que sus semejantes, había comprendido que Dios era lo Absoluto, lo Perfecto incomparable. Quiso entonces ser como él, absoluto y perfecto. El deseo le valió el infierno. Todos nosotros somos pequeños Luciferes, cegados y fascinados por lo Absoluto, lo Perfecto inalcanzable, que nos insta a menospreciar la condición humana, a detestar la limitación en el tiempo, que ciertamente es lo propio de nuestra vida, y sobre todo nos hace insoportable la pesadez del cuerpo, comparándolo con el ideal de un Dios Espíritu puro. He aquí el infierno.
Y he aquí al adversario, el que está en contra, el que nos hace la vida difícil y la muerte imposible de aceptar... El adversario no fue invitado al Paraíso, ese lugar de felicidad y de armonía perfecta. A pesar de lo cual acudió, haciendo así consciente al hombre de sí mismo, y por lo tanto, de lo divino, provocando la separación entre el creador y su creación. Esta parábola del paraíso nos muestra que no puede ser creada ni la menor mota de polvo sin que su contrario sea creado a la vez. El adversario es el instigador de la dualidad, por lo tanto de la duda... y de la tentación. ¿Por qué? Porque se manifiesta siempre como contrario, como principio opuesto. El adversario juega el papel de gran separador, provocando el estallido de una entidad en dos mitades contrarias. Separó al hombre del Paraíso y separó al hombre de Dios...En cada ser humano, el adversario se expresa a través de cualquier acción, de cualquier pensamiento, de cualquier deseo que se opone a la vivencia de lo esencial... Nadie tiene el poder de frenar la necesidad de la separación de lo divino, pues es indispensable para acceder a una conciencia individual...
El hombre que reconoce su pecado, es decir, su manera personal de estar separado de lo divino, reconoce en el mismo instante la existencia de Dios, pues es inconcebible sufrir una separación si la persona de quien se está separado permanece desconocida...
Todos nosotros damos cobijo en nuestra persona a un adversario, es decir, a alguien que ejerce una fuerza que está contra. El trabajo propuesto consiste en que cada persona llegue a ser consciente de su adversario interior y personal. El adversario se concreta en cada uno de nosotros bajo la forma de nuestra tentación, de nuestro pasado propio, diferente del de los demás. Al mismo tiempo cada persona debe llegar a ser consciente de lo divino en ella, divino que se manifiesta en cada uno de una forma única...
El hombre puede llegar a ser consciente de la fuerza adversa, cosa que le da la posibilidad de actuar en vez de padecer. Para ello hay que evitar dos errores fundamentales de cara al adversario:
1. Rehusar la existencia del mal... (lo cual) no significaría que éste desaparezca, sino que, al abrigo de lo prohibido, o del tabú, llevará una existencia muy próspera...
2. Batirse contra el mal. A este propósito nos dice Jesús: "No hay que resistir al mal"... Estar contra no hace más que aumentar la presencia y la importancia del adversario...
Nada es más comprensible que querer evitar mirar ese lado oscuro de cada uno, y sin embargo, es necesario encontrarlo. Un encuentro para el cual el hombre debe prepararse suavemente, sin violencia y lleno de ternura hacia sí mismo... no basta con querer, a cualquier precio, mirar cada uno su verdad. Lo importante es la calidad de la mirada. Sin un mínimo de tolerancia y de ternura, el encuentro con el adversario es una empresa demasiado peligrosa y demasiado dolorosa para el hombre...
Desde el momento en que estamos contra nuestra realidad, nos hemos convertido en su víctima."
(Thea Schuster: El adversario interior)