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domingo, 26 de febrero de 2012

Washburn y la psicología transpersonal: Hay vida más allá de Wilber

Este fin de semana he dedicado muchas horas a la lectura de un libro que pienso que puede ser de interés para los que, como yo, creen que puede haber vida más allá de Wilber, dicho sea con todo el respeto que me merece este último.
Ser trata de Psicología transpersonal en una perspectiva psicoanalítica, de Michael Washburn, y en él, el autor, uno de los más serios teóricos de la psicología transpersonal, expone por extenso y en detalle su modelo de desarrollo humano, desde el nacimiento hasta las etapas transpersonales, con un rigor y una coherencia que muchas veces se echan de menos en autores más reconocidos y admirados.
Washburn no sigue el camino especulativo, "de grandes rasgos", a que nos tiene acostumbrados el autor de Sexo, ecología y espiritualidad, ni se basa tampoco, como aquél, en las tradiciones orientales de sabiduría. Lejos de ello, sus puntos de referencia son Freud y los continuadores del psicoanálisis, más concretamente la corriente de las relaciones objetales; la psicología analítica jungiana, y la tradición mística occidental, en especial, la descripción de Juan de la Cruz de las noches oscuras de los sentidos y del espíritu.
Partiendo de la base de que el desarrollo psíquico no resultaría ser lineal, sino espiralado, con pasadas sucesivas sobre los mismos items, y con necesarias regresiones al servicio del desarrollo y la trascendencia, Washburn comienza la obra con una exposición de la complementariedad de las corrientes freudiana y jungiana, útil la primera para explorar el proceso de la primera mitad de la vida, en concreto la génesis y maduración del yo hasta su plenitud en la edad adulta; y también útil la segunda para comprender la crisis con que se inicia la segunda gran etapa del proceso vital, el subsiguiente proceso de individuación, en terminología jungiana, y la conjunción del yo y de las instancias no egoicas de psiquismo, en una totalidad más amplia y abarcante que los trasciende a ambos, proceso que, sin embargo, y caso de que se complete sin excesivos problemas, no culmina con la disolución de ese yo, sino con su reubicación en un lugar no central de un aparato psíquico ahora completamente desarrollado.
La obra prosigue con una descripción exhaustiva, etapa tras etapa, del desarrollo psíquico del ser humano, que comienza en el relativo autismo de la primera fase de vida, continúa con el descubrimiento-identificación con el objeto primario que constituye el cuidador principal, vivido como Gran Madre nutricia, y las sucesivas etapas de intimidad-independencia en relación con el mismo, a través de las cuales se va formando el yo, y que escinden al objeto en Gran Madre bondadosa- Devoradora terrible; la necesaria represión de los potenciales no egoicos y de relación que culminan con la resolución del complejo de Edipo, la maduración egoica que supone el periodo de latencia, la crisis de la adolescencia, con una auténtica regresión-recapitulación a etapas anteriores, imprescindible para continuar el desarrollo, la renovación de la represión de las instancias no egoicas y relacionales que supone la primera madurez, que Washburn califica de segunda latencia, y que lleva al ego a su máximo nivel de desarrollo, y finalmente, la crisis de la mediana edad, que inaugura un proceso de desrepresión de esas instancias no egoicas (el inconsciente colectivo jungiano, en otra nomenclatura) y de las potencialidades de relación profunda con otros seres humanos. Este proceso, aterrador para el ego, hace necesaria una nueva y más intensa recapitulación-regresión, esta vez al servicio de la trascendencia, y transcurre a través de la angustia existencial y anonadamiento de la noche oscura de los sentidos, y la confrontación y rendición -que no disolución- ante las instancias no egoicas del psiquismo, que supone la noche oscura del espíritu.
La obra se complementa con una excelente presentación de los posibles desvíos más o menos patológicos que pueden aparecer en el proceso, como la depresión, los estados narcisistas y borderlines (fronterizos), las patologías existenciales, etc.
Para una psicóloga como yo, el libro de Washburn resulta de particular interés por el rigor y el detalles de sus descripciones, por el excelente uso de la terminología, y por la ausencia de toda pretensión de cosa extraordinaria en un proceso presentado como el desarrollo normal (que no general) del psiquismo hasta la integración de todas sus instancias y capacidades. Y para los psicólogos clínicos interesados (también) en los aspectos no personales del psiquismo, puede resultar de verdadera utilidad práctica.
Una advertencia: No se trata de un libro difícil, pero sí muy técnico y especializado. Y, por cierto, nada "místico" en el sentido usual.
Pero esclarecedor. Y fundamental para hacerse una idea de por dónde pueden (y deben) imbricarse la psicología (más o menos) académica y la transpersonal, en el mejor sentido del término.
Altamente recomendable para los interesados en la materia, e imprescindible para los profesionales de la psicología.